Entonces le presentaron unos niños para que pusiese las manos sobre ellos y orase, mas los discípulos los reñían. Y Jesús les dijo: "Dejad a los niños y no los estorbéis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos". Y cuando les hubo impuesto las manos, se fue de allí. (vv. 13-15)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32
Había el Señor hablado sobre la castidad y los oyentes le presentaron unos niños en quienes resplandecía la castidad en toda su pureza, creyendo que el Señor hablaba tan sólo de la pureza del cuerpo. Esto es lo que se da a entender por las palabras: "Entonces le presentaron unos niños".
Orígenes, homilia 7 in Matthaeum
Y porque los oyentes ya habían experimentado que por la imposición de las manos y las súplicas del Señor quedaban libres de todo lo malo, le presentan a los niños, porque creían que después de darles el Señor por contacto de sus manos la virtud divina, era imposible que los tocara el demonio o les sobreviniese algún otro mal.
Remigio
Era costumbre entre los antiguos el presentar los niños a los ancianos, para que les echaran su bendición o con la mano o de palabra y así, siguiendo esta costumbre, presentaron los niños al Señor.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32
La carne olvida fácilmente el bien porque no encuentra placer en él, pero conserva siempre el mal que oyó. El Señor apenas toma uno de los niños, exclama: "Si no os hiciéreis como este niño, no entraréis en el Reino de los Cielos" ( Mt 18,13). Y ved aquí que los discípulos, olvidándose de la inocencia de los niños, los riñen y como indignados les impiden que se acerquen al Señor. Por eso sigue: "Mas los discípulos los reñían".
San Jerónimo
No porque no quisieran que los bendijera el Salvador con la mano y con su voz, sino que como aún no tenían una fe plena, creían que se cansaría el Señor, como se cansan los demás hombres, con la importunidad de aquellos que presentaban a los niños.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 62,4
O también, arrojan a los niños a causa de la dignidad de Cristo. Pero el Señor, enseñando a los discípulos a tener moderación y a pisotear el orgullo mundano, recibió a los niños, los tuvo en sus brazos y les prometió el Reino de los Cielos. Por eso sigue: "Y Jesús les dijo: Dejad a los niños y no les estorbéis", etc.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32
Si es rechazada por Cristo la sencilla infancia, ¿quién merecerá aproximarse a El? Por esta razón dijo: "Y no los estorbéis", etc. Porque si éstos son los futuros santos, ¿por qué prohibís el que los hijos se acerquen a su padre? Y si son los futuros pecadores, ¿por qué lanzáis la sentencia de condenación antes de conocer la falta?
San Jerónimo
El Señor dijo de una manera significativa: "De tales es el Reino de los Cielos" y no de ésos, para manifestar que no es la edad sino las costumbres las que alcanzarán el Reino y que a los que tuvieren la inocencia y la sencillez semejantes a la de un niño, es a quienes está prometida la recompensa.
Sigue: "Y cuando les hubo impuesto las manos", etc.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32
El Señor instituyó en este pasaje el que todos los padres presentasen sus hijos a los sacerdotes, no porque sea el sacerdote el que impone las manos, sino el mismo Cristo, en cuyo nombre se hace la imposición. Porque si uno ofrece a Dios por medio de las oraciones sus alimentos y los come santificados (porque, como dice el apóstol, todo es santificado por la palabra de Dios y por la oración), ¿con cuánta más razón se deben ofrecer a Dios los niños para que queden santificados? La razón por la cual se deben santificar los alimentos es ésta: el mundo entero se apoya en un mal ( 1Jn 5,19); por consiguiente, todas las cosas corporales, que son una gran parte de este mundo, descansan en el mal; de donde resulta que los niños por su nacimiento, según la carne, están colocados en el mal 1.
Orígenes, homilia 7 in Matthaeum
Llamamos en sentido místico niños a los que aún son carnales en Cristo y tienen necesidad de ser amamantados ( 1Cor 3). Aquellos que profesan la doctrina del Verbo, los que son los más sencillos y los que se nutren de la palabra, por decirlo así, infantil, aún son principiantes y presentan al Salvador los niños y los pequeñitos. Por el contrario, los que parecen más perfectos, los discípulos de Jesús, antes de aprender la razón de la justicia divina sobre los niños, reprenden a los que por una doctrina más elemental -es decir, por ser menos eruditos- ofrecen los niños y los pequeñitos a Cristo. Mas el Señor, dirigiéndose a sus discípulos, hombres ya formados, los exhorta a que sean condescendientes con las exigencias de los niños, a que se hagan niños para con los niños, a fin de ganarlos. Y les dice: "Porque de los tales es el Reino de los Cielos". Porque El mismo, teniendo la forma de Dios, fue hecho niño ( Fil 2). Debemos, pues, considerar esto y temer, que por el sentimiento de una sabiduría más excelente o de mayor adelanto espiritual, nos tengamos como muy grandes, despreciemos a los pequeñitos de la Iglesia y estorbemos a los niños que se acerquen a Jesús. Y como los niños no pueden comprender todo lo que se les dice, el Señor les impuso las manos y dándoles la virtud por medio de sus manos, se alejó de ellos, que no podían seguirle como los demás discípulos perfectos.
Remigio
Bendijo el Señor a los niños imponiéndoles las manos, para significar que los humildes de espíritu son dignos de su gracia y de su bendición.
Glosa
Les impuso también las manos para dar a entender que sería dada su gracia a los que son verdaderamente humildes y castos.
San Hilario, in Matthaeum, 19
Los niños son también figura de los gentiles que han recobrado la salud por la fe y por el oído; sin embargo, los discípulos, llevados por el deseo de salvar a Israel, les prohiben aproximarse y el Señor les dice que no es conveniente esa prohibición. Porque el don del Espíritu Santo debía ser distribuido en las naciones por la imposición de las manos y las súplicas, después de cesar las obras de la ley.
Notas
1. Este mal hace referencia a la herida del pecado original