"Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre, y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar". (v. 27)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Después de haber dicho antes el Señor: "Yo te alabo, oh Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios". A fin de que nadie creyera que da las gracias al Padre, porque El está privado de ese poder, añade: "Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre". Cuando escuchares que "todo me ha sido entregado por mi Padre", no debéis entender nada humano. Pues, este modo de expresarse que tiene el Señor, es para darnos a entender que no son dos los dioses engendrados, porque desde el momento en que El fue engendrado, fue hecho Señor de todas las cosas.
San Jerónimo
Porque de otra manera, si interpretamos este pasaje según nuestra frágil manera de ver las cosas, deberíamos admitir que desde el momento en que aquel que recibe empieza a tener, principiará a no tener aquel que ha dado. O también: por "todas las cosas me fueron entregadas" puede entenderse no el cielo, la tierra, los elementos y todo lo demás que hizo y creó Dios, sino todos aquellos que mediante el Hijo tienen entrada a donde está el Padre.
San Hilario, in Matthaeum, 11
O también: se expresó de esa manera, para que nadie juzgase que en el Padre había cosas que no las había en el Hijo.
San Agustín, contra Maximinum, 3,12
Porque si tiene menos poder que el Padre, no tiene todas las cosas que tiene el Padre. Y en el acto de ser engendrado por el Padre, este dio a su Hijo el poder, porque El ha dado lo que hay en su naturaleza a aquel que fue engendrado en su naturaleza.
San Hilario, in Matthaeum, 12
En seguida nos demuestra, que en el conocimiento del Padre y del Hijo, no hay en el Hijo cosa distinta y que sea completamente desconocida del Padre: "Y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre y ninguno conoce al Padre, sino el Hijo".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
En el mismo hecho de no conocer nadie al Padre, sino el Hijo, nos prueba de una manera bien clara que es de la misma naturaleza. Como si dijera: ¿por qué ha de admirarse nadie de que yo sea Señor de todas las cosas, teniendo yo una cosa superior a todas ellas, a saber: el conocer al Padre y ser de su misma naturaleza?
San Hilario, in Matthaeum, 11
Nos enseña el mismo Salvador, que la sustancia del Padre y del Hijo está contenida en el conocimiento mutuo del uno y del otro. De manera, que el que conoce al Hijo, conoce también, en el Hijo, al Padre, puesto que éste entregó al Hijo todas las cosas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Cuando dice que nadie conoce al Padre, sino el Hijo, no quiere decir que todos le desconozcan completamente, sino que nadie tiene el conocimiento que el Hijo tiene del Padre. Lo mismo debe entenderse con respecto al Hijo. Porque no habla aquí de un Dios desconocido, como decía Marción.
San Agustín, de Trinitate, 1,8
Finalmente, como la naturaleza divina es inseparable, basta algunas veces nombrar o las dos personas o el Hijo sólo, o sólo el Padre, no separándose por esto el Espíritu de los dos, Espíritu que con toda propiedad es llamado Espíritu de verdad.
San Jerónimo
Avergüéncese el hereje Eunomio de expresar su idea del Padre y del Hijo, diciendo que el Padre engendra al Hijo y el Hijo al Padre. Porque si tomara por base de semejante insensatez las palabras: "Y a quien el Hijo lo quisiera revelar", le contestaríamos: una cosa es conocer por igualdad de naturaleza y otra por gracia de revelación.
San Agustín, de Trinitate, 7,3
El Padre es revelado por su Hijo, esto es, por su Verbo. Pues así como las palabras que proferimos nos revelan de un modo temporal y transitorio a nosotros mismos y aquello de que hablamos, ¿cuánto más la Palabra de Dios por la que se hicieron todas las cosas? Esta Palabra nos dice lo que es el Padre, en el concepto de Padre y así mismo qué es lo que es el Padre.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 2,1
Cuando dijo: "Ninguno conoce al Hijo, sino el Padre", no dijo: y a quien el Padre quisiere revelar. Pero esto no quiere decir que el Hijo no puede ser conocido más que sólo por el Padre. El Padre puede ser conocido, no sólo por el Hijo, sino por todos aquellos a quienes lo revelare el Hijo. Así decimos, que por revelación del Hijo conocemos al Padre y al Hijo, porque el Hijo es la luz de nuestra inteligencia. Y en lo que sigue: "Y a quien el Hijo lo quisiere revelar" comprendemos no sólo al Padre, sino también al Hijo, porque estas palabras están relacionadas con las anteriores. Porque es expresado el Padre por su Verbo y el Verbo, no sólo revela lo que El expresa, sino también se revela a sí mismo.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Luego si revela al Padre, se revela a sí mismo. Dejó de poner esto último por ser evidente y puso lo primero, por si alguno lo ponía en duda. Nos demuestra también que está El tan identificado con el Padre, que es imposible llegar al Padre, sino mediante el Hijo y esto era lo que principalmente escandalizaba a los judíos, porque lo creían contrario a la idea de Dios y esta creencia es la que trató de destruir por todos los medios.