De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David, catorce generaciones: y desde David hasta la transmigración de Babilonia, catorce generaciones: y desde la transmigración de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones. (v. 17)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1
Enumeradas las generaciones desde Abraham hasta Cristo, el evangelista las divide en tres series de catorce generaciones cada una, porque al terminar cada serie se cambió el estado político de los judíos. Desde Abraham hasta David fueron gobernados por jueces, desde David hasta el destierro de Babilonia por reyes, y desde el destierro de Babilonia hasta Cristo por los pontífices. Quiere darnos a entender con esto que así como después de cada serie se cambió el estado de los judíos, concluidas las catorce generaciones desde el destierro hasta Cristo, es necesario que por Cristo sea cambiado el estado de los hombres, como así sucedió. Después de Cristo las naciones han sido gobernadas por Cristo solo, que es Juez, Rey y Pontífice. Así como los antiguos jueces, reyes y pontífices no eran sino una figura de la dignidad de Cristo, cada una de esas dignidades empezó siempre por un personaje, figura también de Cristo. El primero de los jueces, Josué, hijo de Nave; el primero de los reyes, David; y el primer pontífice, Josué, hijo de Josedec; en los que nadie duda está prefigurado Cristo.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4
O dividió tal vez en tres partes las generaciones para demostrarnos que no por cambiar de régimen político se enmendaron los judíos. Antes bien, tanto bajo los jueces, como bajo los reyes, los pontífices y los sacerdotes, persistieron en los mismos pecados. Por eso menciona la cautividad de Babilonia, indicando que ni aun después de ésta se corrigieron. Y no menciona el destierro a Egipto, porque no temían a los egipcios como a los asirios y partos, porque el destierro a Egipto era de fecha más antigua y el de Babilonia era reciente, y porque a Egipto no fueron llevados en castigo por sus pecados como a Babilonia.
San Ambrosio, in Lucam, 3
No debe olvidarse que habiendo sido 17 los reyes de Judá, desde David hasta Jeconías, San Mateo puso solamente catorce generaciones. Pero a su vez debe observarse que las sucesiones pueden ser más en número que las generaciones, pues algunos pueden vivir mucho tiempo y tener hijos muy tarde, o no tenerlos nunca; así que no son las mismas las épocas de las generaciones que las de los reyes.
La glosa
O puede decirse que en la serie de las generaciones se omitieron tres reyes, como antes hemos dicho.
San Ambrosio, in Lucam, 3
Otro reparo: contándose doce generaciones desde Jeconías hasta José, ¿cómo dice el evangelista después que ha descrito catorce? Si observamos atentamente, encontraremos también aquí las catorce generaciones. Hasta José se cuentan doce, la decimotercera es Cristo, y hubo, como atestigua la historia, dos Jeconías, padre e hijo ( 2Re 24), no suprimiendo a ninguno de los dos el evangelista, sino contando a ambos, con lo que, añadido Jeconías el menor, se completan las catorce generaciones.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1
O se cuenta dos veces un mismo Jeconías en el Evangelio, una antes del destierro y otra después. Este Jeconías, a pesar de ser uno, tuvo dos situaciones: fue rey antes del destierro, nombrado por el pueblo de Dios, y un particular después del destierro. Por eso se cuenta entre los reyes antes del destierro, como rey que era; y entre los particulares después del destierro.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,4
O entre los progenitores de Cristo se cuenta dos veces a Jeconías, por quien se verificó en cierto modo una conversión a naciones extrañas, al ser llevado cautivo de Jerusalén a Babilonia. Cuando se desvía una línea de la rectitud para alejarse en dirección opuesta como que forma un ángulo, y al formarlo se cuenta dos veces. Y en esto mismo prefiguró Jeconías a Cristo que había de pasar de la circuncisión a la gentilidad y había de ser la piedra angular.
Remigio
Dividió las generaciones en series de catorce cada una, porque el número diez significa el Decálogo, y el número cuatro los cuatro libros del Evangelio, mostrando en esto la conformidad de la ley con el Evangelio. Repitió tres veces el número catorce, para enseñarnos que la perfección de la ley, de la profecía y de la gracia consiste en creer en la Santa Trinidad.
La glosa
Puede también decirse que en este número está significada la gracia septiforme del Espíritu Santo, y que el duplicarlo significa que esta gracia es necesaria para la salud del cuerpo y para la del alma. Así, pues, la genealogía de Cristo se divide en tres series de catorce cada una: la primera desde Abraham hasta David inclusive; la segunda desde David hasta el destierro de Babilonia, no incluyendo en ella a David y sí el destierro; y la tercera desde el destierro hasta Cristo, en la que si admitimos que Jeconías está contado otra vez, hay que incluir el destierro. En la primera serie de catorce están significados los hombres antes de la Ley, y comprende todos los progenitores de Cristo que vivieron bajo la ley natural: Abraham, Isaac, Jacob, y los demás hasta Salomón. En la segunda los hombres bajo la Ley, pues todos los reyes que en ella se mencionan estuvieron bajo la ley. Y en la tercera los hombres de la gracia, que termina en Cristo, dador de toda gracia, y en la que se verificó la liberación de la cautividad en Babilonia, figura de la liberación de la cautividad del pecado obrada por Cristo.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,4
A pesar de haber distribuido las generaciones entre series de catorce cada una, no dice luego que todas suman cuarenta y dos, porque uno de los progenitores, Jeconías, se cuenta dos veces. Por esto las generaciones no son cuarenta y dos de la suma de tres veces catorce, sino cuarenta y una. San Mateo, que se había propuesto presentarnos a Cristo como Rey, contó, pues, cuarenta hombres en la serie de las generaciones, porque este número significa el tiempo que en este mundo debemos ser gobernados por Cristo con severo régimen, significado en aquella vara de hierro de que nos habla el Salmo: "Los gobernarás con vara de hierro" ( Sal 2,9). Y la razón de que tal número signifique esta vida temporal y terrena, es de suyo obvia. Cada año se desliza en el tiempo por cuatro estaciones, y cuatro son también los puntos cardinales en los que termina la superficie del globo: oriente y occidente; norte y sur. El número cuarenta está formado de cuatro veces diez, estando el mismo número diez respecto de aquél en progresión de una a cuatro.
La glosa
Puede también decirse que el número diez se refiere al Decálogo, y el cuatro a la vida presente que se desliza en cuatro estaciones. O puede significarse por el número diez el Antiguo Testamento y por el cuatro el Nuevo.
Remigio
Si alguno quisiera decir que son cuarenta y dos las generaciones porque no hay un solo Jeconías sino dos, le diríamos que también este número concuerda con la Santa Iglesia, pues este número se compone de seis y de siete multiplicados entre sí, y seis veces siete son cuarenta y dos. El seis se refiere a los días de trabajo y el siete al día de descanso.