Entonces, llamando de nuevo la atención del pueblo, les decía: "Escuchadme todos, y entendedlo bien. Nada de afuera que entra en el hombre puede hacerle inmundo; mas las cosas que proceden (o salen) del hombre, ésas son las que dejan mácula en el hombre. Si hay quien tenga oídos para oír esto, óigalo (y entiéndalo)". Después que se hubo retirado de la gente, y entró en casa, sus discípulos le preguntaban la significación de esta parábola. Y El les dijo: "¡Qué! ¿También vosotros tenéis tan poca inteligencia? ¿Pues no comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no es capaz de contaminarle? Supuesto que nada de esto entra en su corazón, sino que va a parar en el vientre, de donde le sale con todas las heces de la comida, y se echa en lugares secretos. Mas las cosas, decía, que salen del corazón del hombre, ésas son las que manchan al hombre. Porque de lo interior del corazón del hombre es de donde proceden los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las malicias, los fraudes, las deshonestidades, la envidia y mala intención, la blasfemia o maledicencia, la soberbia, la estupidez (o la sinrazón). Todos estos vicios proceden del interior, y ésos son los que manchan al hombre". (vv. 14-23)
Pseudo-Crisóstomo
No considerando los judíos más que la purificación corporal, según la ley, y protestando contra esto, quiere el Señor introducir lo contrario. "Entonces, llamando de nuevo la atención del pueblo, les decía: Escuchadme", etc. "Nada de afuera que entra en el hombre puede hacerlo impuro, mas la cosas que proceden o salen del hombre, esas son las que dejan mácula en el hombre", es decir, lo hacen impuro. Las cosas que son de Cristo se consideran, pues, que entran en el hombre; pero las que son de la ley se juzga que salen de él, y a éstas es a las que como corporales debía dar fin en breve la Cruz de Cristo.
Teofilacto
El Señor dice esto queriendo hacer ver a los hombres que las observaciones que da la ley sobre los alimentos se deben entender en sentido espiritual; por ello empieza a explicarles la intención de la ley.
Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Añade, pues: "Si hay quien tenga oídos para oír esto, óigalo". No declaraba de un modo terminante qué cosas eran las que procedían del hombre y las que lo manchaban, y por esto creyeron los apóstoles que lo dicho antes por el Señor significaba algo más profundo. "Después que se hubo apartado de la gente, y entró en casa, sus discípulos le preguntaban la significación de esta parábola", etc., pues llamaban a la parábola un discurso no claro.
Teofilacto
El Señor, los increpa primero: "Y El les dijo: ¡Qué! ¿También vosotros tenéis tan poca inteligencia?"
Beda, in Marcum, 2, 29
Es mal oyente quien quiere entender lo oscuro como claro, y viceversa.
Teofilacto
Después el Señor manifiesta lo que estaba oculto, diciendo: "¿Pues no comprendéis que todo lo que de afuera entra en el hombre no es capaz de contaminarle?"
Beda, in Marcum, 2, 29
Jactándose los judíos de tener parte con Dios, llamaban ordinarios a los alimentos que consumen todos los hombres, como las ostras, las liebres y otros parecidos. Pero si el lector prudente pregunta ¿por qué no comemos de lo ofrecido a los ídolos?, debe tener en cuenta que lo ofrecido a los ídolos no es impuro por sí mismo.
Beda
Como alimento, es hechura de Dios. Pero le hace impuro la invocación a los ídolos y demonios. Y dice la causa añadiendo: "Puesto que nada de esto entra en su corazón". Según Platón el lugar principal del alma está en el cerebro, pero según Cristo, es en el corazón donde reside.
Glosa
Dice en el corazón 1, esto es, en el entendimiento, que es la parte principal del alma, de la que depende toda la vida del hombre. Por él se ha de estimar al hombre como puro o impuro, y así, resulta que lo que a él no llega no puede contaminar al hombre. Por su naturaleza los alimentos no pueden manchar al hombre, porque no llegan al espíritu; pero el uso desordenado de los alimentos, que proviene del desorden del espíritu, pertenece a la impureza de éste. En lo que sigue demuestra que los alimentos no llegan al espíritu: "Sino que va a parar en el vientre, de donde sale con todas las heces", etc. Dice esto para que no se crea que todo el alimento queda en el cuerpo; puesto que queda lo que es necesario para su nutrición y desarrollo y sale lo que es superfluo, como una especie de depuración del alimento que queda.
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, q. 73
Ciertas cosas llegan a nosotros para transformarse y transformarnos: así el alimento, perdiendo su naturaleza, se convierte en nuestro cuerpo, y nosotros lo transformamos en fuerza una vez restaurados por él.
Beda
Los alimentos no hacen impuros a los hombres, sino la malicia, que es la causa de las pasiones procedentes del interior. "Mas las cosas, decía, que salen del corazón del hombre", etc.
Glosa
La razón la explica añadiendo: "Porque de lo interior del corazón del hombre es de donde proceden los malos pensamientos". Es patente que los malos pensamientos pertenecen al espíritu, que aquí se llama corazón, según el cual es llamado el hombre bueno o malo, puro o impuro.
Beda
Esto sirve de respuesta a los que juzgan que los malos pensamientos tienen su origen en el diablo y no en nuestra propia voluntad. El diablo puede instigar y ayudar a los malos pensamientos, pero no puede ser su autor.
Glosa
De los malos pensamientos proceden las demás acciones malas: los adulterios, que consisten en la violación del lecho ajeno; las fornicaciones, que son las uniones ilícitas de personas no unidas por los lazos del matrimonio; los homicidios, cuando se priva de la vida al prójimo; los hurtos, cuando se le quita lo suyo; las avaricias, cuando se retiene algo injustamente; las malicias, cuando se calumnia al prójimo; los fraudes, cuando se le engaña; las deshonestidades, que son toda corrupción del espíritu y del cuerpo.
Teofilacto
La envidia, esto es, el odio y la adulación, porque el que odia tiene envidia y mala intención contra quien es objeto de su odio, y el adulador conduce al mal a su prójimo, no viendo lo que le conviene; las blasfemias, esto es, las injurias a Dios; la soberbia o menosprecio de Dios, puesto que por ella no atribuimos a Dios lo bueno que hacemos, sino a nuestra virtud; la necedad, o la injuria al prójimo.
Glosa
La necedad consiste en no pensar bien de Dios, puesto que es contraria a la sabiduría, que es el conocimiento de las cosas divinas. Y sigue: "Todos estos vicios proceden del interior, y esos son los que manchan al hombre". Al hombre se le imputa sólo aquello que consiste en su voluntad: tales son las cosas que proceden de la voluntad interior, por la que el hombre es dueño de sus actos.
Notas
1. En la cultura judía el corazón era el símbolo de la sede de las funciones racionales (ver p. ej. Dt 29,3; Jer 23,20). En los Setenta se traducen las voces hebreas por kardía, aunque también por psyché, expresando el órgano principal de la vida humana, incluyendo las funciones intelectuales y volitivas. Entre los griegos el corazón es la sede de los pensamientos y de las emociones. El Nuevo Testamento muestra un variado y múltiple uso de corazón dentro de la significación señalada (ver p. ej. Mt 7,21; Jn 12,40; Mc 11,23/ Lc 21,14/ Hch 2,26; Jn 16,6; etc.)