Y decía también esta semejanza: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña y fue a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al que labraba la viña: Mira, tres años ha que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo hallo: Córtala, pues, ¿para qué ha de ocupar aún la tierra? Mas él respondió y le dijo: Señor, déjala aún este año y la cavaré alrededor y la echaré estiércol. Y si con esto diere fruto, bien; y si no, la cortarás después". (vv. 6-9)
Tito Bostrense
Se alegraban los judíos porque habían muerto dieciocho y ellos permanecieron todos ilesos. Por eso el Señor les propuso la parábola de la higuera, de este modo: "Y decía también esta semejanza: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña".
San Ambrosio
Era la viña del Señor Sabbaoth, la cual entregó al pillaje de los gentiles. Es muy propia la comparación de la sinagoga con este árbol, porque así como este árbol abunda en hojas hermosas y engaña la esperanza de su dueño que espera sus frutos, así también en la sinagoga, mientras sus doctores, infecundos por sus obras se gloriaban con sus palabras redundantes como las hojas, la sombra vana de la ley se hacía más oscura. También este árbol es el único que produce los frutos desde luego en vez de flores y los frutos primeros caen para dar lugar a los segundos, aunque quedan algunos, muy raros, de los primeros, que no caen. El primer pueblo de la sinagoga cayó como fruto inútil para que saliera el nuevo pueblo de la Iglesia, como de la savia de la antigua religión. Los primeros tallos que brotaron de Israel, como naturaleza vigorosa, bajo la sombra de la ley y de la cruz, en el seno de una y otra, tomando vida de su savia vivificadora (como los higos que maduran primero), aventajaron a todos los demás por la gracia de sus bellos frutos, de los que se dice ( Mt 19,28): "Os sentaréis sobre doce tronos". Algunos, sin embargo, creen que esta higuera no es figura de la sinagoga, sino de la malicia y la iniquidad, pero su interpretación se diferencia de la anterior únicamente en que se toma el género por la especie.
Beda
El mismo Señor que estableció la sinagoga por medio de Moisés, habiendo nacido en carne mortal y enseñado en la sinagoga, buscó con frecuencia fruto de fe, pero no lo encontró en la mente de los fariseos. Por esto sigue: "Y fue a buscar el fruto en ella y no lo encontró".
San Ambrosio
Buscaba el Señor, no porque ignorase que la higuera carecía de fruto, sino para dar a conocer en esa figura que la sinagoga ya debía tener fruto. Y por lo que sigue da a entender que no había venido antes de tiempo, porque estaba ya tres años predicando. Por esto continúa: "Y dijo al que labraba la viña: Mira, tres años ha que vengo a buscar fruto en esta higuera y no le hallo". Vino a Abraham, vino a Moisés, vino a María; esto es, vino en figura, vino en la ley y vino corporalmente. Hemos conocido su venida en sus beneficios, primero en la purificación, después en la santificación y, por último, en la justificación. La circuncisión purificó, la ley santificó y la gracia justificó. Pero el pueblo judío ni pudo purificarse, porque aun cuando tuvo la circuncisión del cuerpo, no tuvo la del alma. Ni pudo santificarse, porque ignorando la virtud de la ley, se dejaba llevar más bien de las cosas carnales que de las espirituales. Ni podía justificarse, porque no haciendo penitencia por sus pecados, desconocía la gracia. Por tanto, con razón puede decirse que no se encontró fruto ninguno en la sinagoga y por esto se mandó cortarla. Sigue: "Córtala, pues, ¿para qué ha de ocupar la tierra?". El buen colono (acaso aquél en quien se funda la Iglesia), presagiando que habría de enviarse otro a los gentiles y a él a los circuncidados, intervino para suplicar que no fuera cortada, comprendiendo, confiado en su vocación, que el pueblo judío podría salvarse también por la Iglesia. Por esto sigue: "Mas él respondió y le dijo: Señor, déjala aún este año". Conoció en seguida que la dureza y la soberbia de los judíos eran las causas de su esterilidad. De este modo el que supo reprender sus vicios conoció cómo había de labrar. Por lo cual añade: "Y la cavaré alrededor". Ofrece cavar la dureza de sus corazones con los azadones apostólicos, para evitar que se hunda y esconda en la tierra la raíz de la sabiduría. Dice pues, "Y le echaré estiércol". Esto es, el afecto de la humildad, por el cual cree que aún el judío puede fructificar en el Evangelio de Cristo. Por lo cual añade: "Y si con esto diere fruto"; es decir, será bueno. "Si no, la cortarás después".
Beda
Lo cual se verificó en verdad por los romanos, por quienes los judíos fueron destruidos y expulsados de la tierra de promisión.
San Agustín, De verb. Dom., serm. 31
O bien el árbol de la higuera representa al género humano, porque cuando pecó el primer hombre cubrió su desnudez con hojas de higuera, esto es, los miembros de que nacemos.
Teofilacto
De modo que cada uno de nosotros es como una higuera plantada en la viña de Dios; es decir, en la Iglesia o en este mundo.
San Gregorio, , in Evang hom. 31, in Evang
Vino el Señor a la higuera por tercera vez, porque buscó la naturaleza humana ante la ley, bajo la ley y bajo la gracia (esperando, amonestando y visitando). Sin embargo, se queja de que en estos tres años no encuentra fruto. Porque ni la ley natural e inspirada corrige las almas de algunos depravados, ni sus preceptos les enseñan, ni los convierten los milagros de su encarnación.
Teofilacto
Por tres veces nuestra naturaleza no dio el fruto esperado. La primera, cuando en el paraíso quebrantamos el precepto divino; la segunda, cuando en tiempo de la ley se forjó el becerro; la tercera, cuando rechazaron al Salvador. Pero estos tres años deben entenderse por las tres edades: la pueril, la viril y la ancianidad.
San Gregorio, ut sup
Pero debe oírse con gran temor lo que dice: "Córtala, pues, ¿para qué ha de ocupar aún la tierra?" En efecto, teniendo cada uno a su modo un lugar en la vida presente, si no da frutos de buenas obras, ocupa la tierra como árbol infructuoso. Porque en el sitio en que él se encuentra impide que trabajen otros.
San Basilio, conc. 8, quae de Penitentia inscribitur
Es propio de la divina misericordia no imponer castigos en silencio, sino publicar primero sus amenazas excitando a penitencia, así como hizo con los ninivitas y ahora con el labrador, diciendo "Córtala", estimulándolo a que la cuide y excitando al alma estéril a que produzca los debidos frutos.
San Gregorio Nacianceno, orat. in sanct lavacr. 26
Por tanto, no nos apresuremos a herir, sino dejemos crecer por misericordia; no sea que cortemos la higuera que aún puede dar fruto y que aún puede curar el celo de su inteligente cultivador. Por esto añade aquí: "Mas él respondió y le dijo: Señor, déjala", etc.
San Gregorio, ut sup
El orden de los pontífices se expresa por el cultivador de la viña, porque al gobernar la Iglesia cuidan de la viña del Señor.
Teofilacto
Dios Padre es el padre de familia. El cultivador es Jesucristo, que no permite cortar la higuera estéril, como diciendo al Padre: Aun cuando no han dado fruto de penitencia por la ley y los profetas yo los regaré con mis tormentos y mis enseñanzas y acaso darán fruto de obediencia.
San Agustín, De verb. Dom., serm. 31
También el colono que intercede representa a todo santo que dentro de la Iglesia ruega por el que está fuera de ella, diciendo: "Señor, perdónala por este año (esto es, en este tiempo con vuestra gracia), hasta que yo cave alrededor de ella". Cavar alrededor es enseñar la humildad y la paciencia. Porque la fosa es la tierra humilde y el estiércol (tomado en buen sentido) es las inmundicias, pero da fruto. La inmundicia del cultivador es el dolor del que peca. Los que hacen penitencia la hacen sobre sus inmundicias, pero obran con verdad.
San Gregorio, in homil. 31, ut sup
O bien se llaman estiércol los pecados de la carne, porque por el estiércol se vivifica el árbol y el hombre resucita a las buenas obras por la consideración del pecado. Pero hay muchos que oyen las reprensiones y, sin embargo, descuidan el hacer penitencia, por cuya razón añade: "Y si con esto diere fruto, será mejor".
San Agustín, ubi sup
"Y si no, la cortarás después", esto es, cuando vengas en el día del juicio a juzgar a los vivos y a los muertos. Hasta entonces, por ahora perdona.
San Gregorio, in homil. 31
El que no quiere hacerse fecundo por esta amonestación, cae en lugar de donde ya no puede levantarse por la penitencia.