Y les contó una parábola diciendo: "El campo de un hombre rico había llevado abundantes frutos. Y él pensaba entre sí mismo, y decía: ¿Qué haré porque no tengo en dónde encerrar mis frutos? Y dijo: Esto haré: Derribaré mis graneros, y los haré mayores; y allí recogeré todos mis frutos y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes allegados para muchísimos años: descansa, come, bebe, ten banquetes. Mas Dios le dijo: Necio, esta noche te vuelven a pedir el alma, ¿lo que has allegado, para quién será? Así es el que atesora para sí y no es rico en Dios". (vv. 16-21)
Teofilato
Después que dijo que la vida humana no se prolongaba por tener muchas riquezas, para que se creyera en esto continúa de este modo: "Y les contó una parábola diciendo: El campo de un hombre rico", etc.
San Basilio, hom. de divit. agri fertilis
Si este hombre no hizo buen uso de la abundancia de sus frutos -frutos en los que se patentiza la generosidad divina, que extiende su bondad hasta los malos, lloviendo lo mismo sobre los justos que sobre los injustos-, ¿de qué modo paga, pues, a su bienhechor? Este hombre olvida la condición de su naturaleza y no cree que debe darse lo que sobra a los pobres. Los graneros no podían contener la abundancia de los frutos, pero el alma avara nunca se ve llena. Y no queriendo dar los frutos antiguos por la avaricia, ni pudiendo recoger los nuevos por su abundancia, sus consejos eran imperfectos y sus cuidados estériles. Por lo cual sigue: "Y él pensaba entre sí mismo", etc. Se quejaba también como los pobres, pues el el oprimido por la miseria se pregunta, ¿qué haré?, ¿en dónde comeré?, ¿dónde me calzaré? También este rico dice lo mismo, porque oprimen su alma las riquezas que proceden de sus rentas. Y no quiere desprenderse de ellas para que no aprovechen a los pobres, a semejanza de los glotones que prefieren morir de hartura a dar a los pobres lo que les sobra.
San Gregorio moralium 15, 2
¡Oh angustia nacida de la saciedad! Diciendo ¿qué haré?, manifiesta que se halla como oprimido por los efectos de sus deseos y, digámoslo así, por el peso de sus riquezas.
San Basilio, hom 6 ut supra
Debía haber dicho "abriré mis graneros y convocaré a los pobres". Pero piensa, no en repartir, sino en amontonar. Continúa, pues: "Y dijo, esto haré; derribaré mis graneros". Hace bien, porque son dignos de destrucción las adquisiciones de la maldad: destruye tu también tus graneros, porque de ellos nadie ha obtenido consuelo. Añade: "Y los haré mayores". Y si también llenas éstos, ¿volverás acaso a destruirlos? ¿Qué cosa más necia que trabajar indefinidamente? Los graneros son para ti -si tú quieres- las casas de los pobres; pero dirás: ¿a quién ofendo conservando lo que es mío? Y prosigue: "Y allí recogeré todos mis frutos y mis bienes". Dime, ¿qué bienes son los tuyos? ¿De dónde los has tomado para llevarlos en la vida? Como los que llegan temprano a un espectáculo, impiden que participen los que llegan después, tomando para sí lo que está ordenado para el uso común de todos, así son los ricos, que apoderándose antes de lo que es común, lo estiman como si fuese suyo. Porque si cualquiera que habiendo recibido lo necesario para satisfacer sus necesidades, dejase lo sobrante para los pobres, no habría ni ricos ni pobres.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Es de notar lo inconsiderado de sus palabras cuando dice: "Allí recogeré todos mis frutos", creyendo que sus riquezas no le vienen de Dios, sino que son el fruto de sus trabajos.
San Basilio, ut supra
Pero si confiesas que los frutos provienen del cielo, ¿será injusto Dios cuando nos distribuye sus dones de una manera desigual? ¿Por qué tú vives en la abundancia y el otro pide limosna, sino para que consiga el primero el mérito de la caridad y el último el que se alcanza con la paciencia? ¿No serás por ventura despojador, reputando tuyo lo que has recibido para distribuirlo? Es el pan del hambriento el que tú tienes, el vestido del desnudo el que conservas en tu guardarropa, es el calzado del descalzo el que amontonas y la plata del indigente la que escondes bajo la tierra. Cometes, pues, tantas injusticias cuantas son las cosas que puedes dar.
Crisóstomo, hom 8 in ep. 2 ad Tim
También se equivoca el que toma como bienes lo que es indiferente; porque hay cosas que son buenas, otras malas y otras medianas. La castidad, la humildad y otras virtudes semejantes, son de las primeras; y cuando el hombre las elige, hace el bien. Las opuestas a éstas son las malas, y hace el mal el hombre que las acepta. Y, en fin, las medianas, como por ejemplo las riquezas, son las que se destinan al bien, como en la limosna, o al mal, como en la avaricia. Lo mismo sucede respecto de la pobreza, que lleva a la blasfemia o a la sabiduría, según los sentimientos de los que la padecen.
San Cirilo, in eadem Cat. graec. Patr
El rico no prepara graneros permanentes, sino caducos y, lo que es más necio, se promete una larga vida. Sigue pues: "Y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes allegados para muchos años". Pero, oh rico, tienes frutos en tu granero ciertamente, pero ¿cómo podrás obtener muchos años de vida?
San Atanasio, contra Antigonum ex eadem Cat. graec
Si alguno vive como si hubiese de morir todos los días -porque es incierta nuestra vida por naturaleza-, no pecará, puesto que el temor grande mata siempre la mayor parte de las voluptuosidades; y al contrario, el que se promete una vida larga, aspira a ellas. Prosigue, pues: "Descansa -esto es, del trabajo-, come, bebe y goza"; esto es, disfruta de gran aparato.
San Basilio, hom 6 super destruam horrea mea
Piensas tan poco en los bienes de tu alma, que ofreces a ésta los alimentos del cuerpo. Sin embargo si tiene virtud, si es fecunda en buenas obras, si se unió a Dios, posee muchos bienes y disfruta de grande alegría. Pero como eres todo carnal y estás sujeto a las pasiones, tu devoción depende del vientre y no del alma.
Crisóstomo, hom. 39, in 1 ad Cor
No conviene, pues, darse a las delicias de la vida, engordar el cuerpo y enflaquecer el alma, cargarla de peso, envolverla en tinieblas y en un espeso velo; porque en las delicias se avasalla el alma que debe ser la que domine, y domina el cuerpo que debe ser esclavo. El cuerpo no necesita de placeres sino de alimento, para que se aliente, y no se destruya y sucumba; y no solamente para el alma, sino que también para el cuerpo son nocivos los placeres, porque el que es fuerte se hace débil, el sano enfermo, el ligero pesado, el hermoso deforme y viejo el joven.
San Basilio, ut supra
Se le permite deliberar sobre todas las cosas y manifestar su propósito con el fin de que reciban sus pasiones el castigo que merecen. Pero mientras habla en secreto, sus palabras son examinadas en el cielo, de donde le viene la respuesta. Y continúa: "Mas Dios le dijo: necio, esta noche te vuelven a pedir el alma", etc. Atiende al nombre de necio, que te corresponde, que no te ha impuesto ningún hombre, sino el mismo Dios.
San Gregorio moralium 22, 12, super Iob 31,24
Desaparece aquella misma noche el que se prometía vivir mucho tiempo; de modo que el que había previsto una larga vida para él, amontonando medios de subsistencia, no vio el día siguiente de aquel en que vivía.
Crisóstomo, in Matthaeum hom. 29
"Te pedirán". Pedía, pues, su alma sin duda algún valioso poder enviado al efecto. Porque, si cuando pasamos de una ciudad a otra necesitamos quien nos guíe, con mucha mayor razón necesitará el alma separada del cuerpo ser guiada cuando pase a la vida futura. Por esto el alma resiste muchas veces y se abisma cuando debe salir del cuerpo; porque siempre nos asusta el conocimiento de nuestros pecados especialmente cuando debemos ser presentados ante el juicio terrible de Dios. Entonces se presenta a nuestra vista la serie de nuestros crímenes, y teniéndolos delante de nuestros ojos, nuestra imaginación se estremece. Además, como los encarcelados que siempre están afligidos, pero particularmente cuando deben presentarse al juez, así el alma se atormenta y duele por sus pecados, sobre todo en este momento, y mucho más al salir del cuerpo.
San Gregorio moralium 15, 1 super Iob 34,19
Es arrebatada el alma por la noche, cuando se exhala en la oscuridad del corazón; es arrebatada por la noche cuando no quiso tener la luz de la inteligencia con que debía prever lo que podía padecer.
Añade pues: "¿Lo que has allegado para quién será?".
Crisóstomo, in Cat. grac. Patr., ex hom. 23, in Gener
Aquí lo dejarás todo, no solamente no recibiendo ventaja ninguna, sino llevando sobre tus hombros la carga de tus pecados. Y todo lo que has amontonado, acaso vendrá a parar a mano de tus enemigos, siendo tú, sin embargo, a quien se pedirá cuenta de ello. Prosigue: "Así es el que atesora para sí y no es rico para Dios".
Beda
Este es un necio y desaparecerá de noche. Luego el que quiere ser rico para Dios, no atesore para sí, sino distribuya sus bienes entre los pobres.
San Ambrosio
En vano amontona riquezas el que no sabe si habrá de usar de ellas; ni tampoco son nuestras aquellas cosas que no podemos llevar con nosotros. Sólo la virtud es la que acompaña a los difuntos. Unicamente nos sigue la caridad, que obtiene la vida eterna a los que mueren.