"Para que, libertados de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos sin temor". (v. 74)
San Juan Crisóstomo
Habiéndonos dicho que de la casa de David nacería en abundancia la salud para nosotros, manifiesta que por la misma participamos de la gloria y evitamos los maleficios del enemigo. Por esto dice: "Para que, librados de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos sin temor". Para alguno será difícil de comprender la relación que existe entre estas dos cosas, porque muchos evitan el peligro, pero pierden la vida gloriosa, como el criminal a quien pone en libertad la indulgencia del monarca. Mientras que, por el contrario, otros gozan de la gloria, por la cual han tenido que exponerse al peligro, como el guerrero que abrazando la carrera gloriosa de las armas se encuentra con frecuencia rodeado de peligros. Pero esta abundancia de salud salva y glorifica a la vez. Y salva librando de las manos de los enemigos, no a medias, sino admirablemente, de modo que no haya que temer ya. Por lo cual dice: "Para que, librados de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos sin temor".
Orígenes
O de otro modo, con frecuencia se libran algunos de las manos del enemigo, aunque no sin temor. Porque, precediendo éste al peligro, puede ciertamente el hombre quedar libre de las manos de los enemigos, pero no del temor. Por esto ha dicho que la venida de Cristo nos ha sacado sin temor de las manos de los enemigos, porque no hemos sentido los efectos de sus asechanzas, habiéndonos separado de ellos de repente y conduciéndonos a la mansión de nuestra propia herencia.