Los judíos le dijeron: "Ahora conocemos que tienes al demonio. Abraham murió y los profetas: y tú dices: el que guardare mi palabra, no gustará muerte para siempre. ¿Por ventura eres tú mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió, y los profetas, que también murieron? ¿Quién te haces a ti mismo?" Jesús les respondió: "Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios, y no le conocéis, mas yo le conozco; y si dijere que no le conozco, seré mentiroso como vosotros. Mas le conozco y guardo su palabra. Abraham, vuestro Padre, deseó con ansia ver mi día: le vio y se gozó". (vv. 52-56)
San Gregorio, in evang. hom. 18
Como es necesario para los buenos convertirse en mejores por medio de los ultrajes, así generalmente los malos se convierten en peores por medio de los beneficios. Por esta razón los judíos, después de oída la predicación del Salvador, blasfeman contra El diciendo: "Ahora conocemos que tienes al demonio".
Orígenes, in Ioannem, tom. 26
Aquéllos que creen en las Sagradas Escrituras, conocen que aquello que hacen los hombres fuera de la recta razón, no lo hacen sin la cooperación de los demonios. Y así los judíos creían que Jesús hablaba impulsado por el poder del demonio, cuando dijo: "Si alguno guardare mi palabra no verá la muerte", etc. Y sufrieron este engaño porque no conocieron la virtud de Dios, porque Este había hablado de cierta muerte contraria a la razón, con la que sucumben los pecadores, y ellos suponían que se refería a la muerte natural en lo que decía, por cuya razón le increpan, tomando como argumento la muerte de Abraham y de los profetas. Por esto añade: Abraham murió y los profetas; y tú dices: si alguno guardare mi palabra, no gustará la muerte, etc. Y como hay alguna diferencia entre gustar y ver la muerte, en lugar de que no vería la muerte, dijeron "no gustará la muerte", como oyentes inhábiles que confundían la palabra del Señor. Pues así como Jesucristo puede ser gustado, porque es el pan vivo, en cuanto es la sabiduría, es de visible hermosura; y así su muerte, aunque contraria es apetecible y visible. Y cuando alguno gozara por medio de Jesucristo en algún estado espiritual, no gustará la muerte si conserva aquel estado, según dice San Mateo: "Hay de los que aquí están presentes, algunos que no gustarán la muerte" ( Mt 16,28), pues cuando alguno reciba la palabra de Jesucristo y la guarde, no verá la muerte.
Crisóstomo, in Ioannem, hom.54
Otra vez, por su vanagloria, se refugian en el parentesco. Por esto sigue el Evangelista: "¿Acaso tú eres mayor que nuestro Padre Abraham, que murió?". También podían decir, ¿acaso tú eres mayor que Dios, cuya palabra han oído algunos y han muerto? Pero no dicen esto, porque también le consideraban como menor que Abraham.
Orígenes, ut sup
Y no distinguen que es mayor que Abraham el que ha nacido de una Virgen, y aun mayor que todo el que ha nacido de mujer. Los judíos, además, no decían verdad cuando dijeron que Abraham había muerto. Porque había oído la palabra de Dios y la había guardado. Lo mismo debemos decir de los profetas, de los cuales añaden: "y los profetas murieron", a pesar de que también guardaron la palabra del Hijo de Dios, cuando ésta se dirigió a Oseas o a Jeremías. Porque si algún otro la guardó, también la guardaron los profetas. Luego mintieron cuando dicen: "Ahora conocemos que tienes demonio", y cuando dicen: "Abraham murió y los profetas".
San Gregorio, ut sup
Y como empezaban a participar de la muerte eterna, no conociendo la muerte en que incurrían, viendo únicamente la muerte del cuerpo, no veían bien en aquellas palabras de verdad. Por esto añaden: "¿Quién te hace a ti mismo?"
Teofilacto
Como diciendo: "tú que no eres digno de consideración alguna, que sólo eres hijo de un carpintero de Galilea, usurpas para ti toda la gloria".
Beda
"¿Quién te haces a ti mismo?" Esto es, ¿de cuánto mérito y cuánta dignidad quieres que se te juzgue? Abraham había muerto en cuanto al cuerpo, pero vivía en cuanto al alma. De más importancia es la muerte del alma, que ha de vivir eternamente, que la del cuerpo, que ha de morir alguna vez.
Orígenes, ut sup
Esta objeción era propia de personas que estaban ciegas, porque lo que Jesús se hacía era lo que había recibido del Padre. Por esto sigue: "Respondió Jesús: si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 54
Dijo esto respondiendo a sus sospechas, como había dicho antes: "Mi testimonio no es verdadero, si doy testimonio de mí mismo" ( Jn 5,31).
Beda
En estas palabras el Salvador da a conocer que nada es la gloria de la vida presente.
San Agustín, in Joannem, tract. 43
Y dijo esto refiriéndose a lo que le habían dicho: "¿Quién te haces a ti mismo?". Por esto refiere su propia gloria al Padre, de quien es, por cuya razón añade: "Mi Padre es el que me glorifica". Los arrianos nos arguyen por esta frase en cuanto a nuestra fe, y dicen: "He aquí cómo es mayor el Padre que glorifica al Hijo". Herejes, ¿no habéis leído que el mismo Hijo dice que glorifica a su Padre?
Alcuino
Glorificó el Padre al Hijo en el día de su bautismo ( Mt 3), en el monte ( Mt 17) y en el tiempo de su pasión; también se dejó conocer el eco de su voz en presencia de la multitud ( Jn 12), y después de su pasión lo resucitó y lo colocó a la derecha de su Majestad ( Ef 1; Heb 1). Y añadió: "El que vosotros decís que es vuestro Dios".
Crisóstomo, ut sup
Con esto les quiso dar a conocer el Salvador que no sólo no conocían a su Padre, sino que tampoco a Dios.
Teofilacto
Porque si conociesen verdaderamente al Padre, venerarían a su Hijo. Mas desprecian a Dios, quien prohibe el homicidio en la Ley, al clamar contra Jesucristo. Por esto añade: "Y no le conocisteis".
Alcuino
Como diciendo: "vosotros le llamáis de un modo material vuestro Dios, y le servís por las cosas temporales, pero no le conocisteis como debe ser conocido, y por eso no sabéis servirle espiritualmente".
San Agustín, ut sup
Dicen algunos herejes que Dios, tal como fue anunciado en el Antiguo Testamento, no era el Padre de Jesucristo, sino que Este era no sé qué príncipe de los ángeles malos. Y contra lo que ellos creían decía el Salvador que era su Padre Aquél a quien ellos llamaban su Dios. Y no le conocieron, porque si le hubiesen conocido hubiesen recibido a su Hijo. Por esto, hablando de sí mismo, añade: "Mas yo le conozco". Atendiendo al espíritu mundano, pudo dar motivo para que los que le juzgaban le considerasen como orgulloso. Pero no debe precaverse la soberbia hasta el punto de faltar a la verdad, por lo que añade: "Y si dijere que no le conozco, seré mentiroso como vosotros".
Crisóstomo, ut sup
Como diciendo: "así como vosotros mentís diciendo que le conocéis, mentiría yo si dijese que no le conocía". Pero la prueba de que efectivamente la conocía es que había sido enviado por El. Y esto es lo que dice a continuación: "Mas le conozco".
Teofilacto
Y en realidad tenía un verdadero conocimiento de El, porque era lo mismo que el Padre. Y por eso mismo, como se conocía a sí mismo conocía al Padre. Y da una prueba de que le conoce, añadiendo: "Y guardo su palabra", llamando palabra a sus mandamientos. Algunos entienden que cuando dice: "guardo su palabra", quiere decir la razón de su esencia. Porque es una misma la razón de la existencia del Padre y la del Hijo. Y así conozco al Padre. Y en cuanto al sentido en que esto se toma debe entenderse conozco al Padre, porque guardo su palabra y su razón.
San Agustín, ut sup
Además, hablaba las palabras del Padre, como Hijo suyo que es. Y Este mismo era el Verbo del Padre, que hablaba a los hombres.
Crisóstomo, ut sup
Y como habían dicho: "¿Por ventura eres tú mayor que nuestro padre Abraham?", nada dice de la muerte. Pero manifiesta a continuación que es mayor que Abraham, cuando añade: "Abraham, vuestro padre, deseó con ansia ver mi día, le vio y se gozó", a saber, por el beneficio que recibe de mí, como mayor.
Teofilacto
Es como si dijere que tuvo a su día como deseable y lleno de alegría, y no como alguna cosa de poco interés o casual.
San Agustín, ut sup
No temió, sino "deseó con ansia ver". Ciertamente creyendo, se alegró esperando. Y así vio con la mente mi día. Puede dudarse si se refería a la vida temporal del Señor en que había de venir en carne mortal, o si se refería al día del Señor, que no tiene principio ni fin. Pero yo no dudo que el padre Abraham lo sabía todo. Porque dijo a su siervo cuando le mandó a pedir esposa para su hijo Isaac: "Pon tu mano bajo mis muslos, y júrame por el Dios del cielo" ( Gén 24,2). Luego, ¿qué significaba aquel juramento sino que daba a entender que de la descendencia de Abraham habría de venir en carne mortal el Dios del cielo?
San Gregorio, in Evang. hom. 15
Y entonces también vio Abraham el día del Señor, cuando dio hospitalidad a tres ángeles, en quienes vio la figura de la Trinidad beatísima.
Crisóstomo, in Ioannem, hom.54
Y también llamó su día al día de la crucifixión, el que prefiguró Abraham ofreciendo el carnero en vez de su hijo Isaac ( Gén 22). Con esto se demostraba que no vino obligado a sufrir la pasión. Y manifestando que ellos no pensaban como Abraham, porque éstos se lamentan de aquello mismo de que aquél se alegraba.
San Agustín, ut sup
¿Y qué gozo no sería el de aquel corazón que vio al Verbo brillando en el esplendor de los santos a la vez que continuaba unido al Padre, y que en algún tiempo vendría hecho hombre sin separarse del seno del Padre?