"Vosotros sois hijos del diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre: él fue homicida desde el principio y no permaneció en la verdad; porque no hay verdad en él; cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira. Mas aunque yo os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por eso vosotros no las oís, porque no sois de Dios". (vv. 44-47)
Crisóstomo, in Ioannem, hom.53
Con este raciocinio excluyó nuestro Señor a los judíos de la descendencia de Abraham; pero como se atrevieron a mayores diciendo que su Padre era Dios, no pudo resistirlo, y los increpó diciéndoles: "Vosotros tenéis por padre el diablo".
San Agustín, in Joannem, tract. 42
Al tratar de esto, debemos evitar el caer en la herejía de los maniqueos, que enseñan la existencia de cierta naturaleza del mal y que hay ciertas gentes que con sus jefes proceden de las tinieblas y que de ello toma su principio el diablo. De aquí aseguran que procede nuestra carne. Según estas creencias consideran lo que dijo el Señor: "Vosotros tenéis por padre al diablo". Ellos serían como la naturaleza del mal y procedían de la gente enemiga y de las tinieblas.
Orígenes, in Ioannem, tom. 23
También parece que incurrieron en el mismo error que aquellos que enseñaban que la esencia del ojo que ve es diferente de la esencia del ojo enfermo, o que se desvía. Y así como en éstos no hay diferencia en cuanto a la esencia, puesto que no hay otra cosa que la causa que hizo enfermar al ojo, así la esencia del hombre es una misma, tenga o no conocimiento.
San Agustín, ut sup
Los judíos eran hijos del diablo, porque lo imitaban, no porque hubiesen nacido de él. Por esto les dice el Señor: "Y queréis cumplir los deseos de vuestro padre". He aquí por lo que sois hijos suyos, porque deseáis lo mismo que él, y no porque hayáis nacido de él. Esta es la razón por la que me queréis matar a mí, que os digo la verdad, lo mismo que el demonio tuvo envidia al hombre y le mató. Por esto sigue: "El fue homicida desde el principio". Y, efectivamente, cometió homicidio en el primer hombre que pudo, porque el hombre no puede ser muerto si antes no es hecho hombre. Es verdad que el demonio no viene armado de espada con qué herir al hombre, pero sembró su palabra corrompida y con ella mató. Por tanto, no te creas que no hay homicidio cuando das un mal consejo a tu hermano. Mas vosotros herís en la carne, porque no podéis en el alma.
Orígenes, in Joannem, tract. 24
Y téngase en cuenta que no llama al diablo homicida desde el principio porque haya cometido algún crimen de esta especie, sino por todo el género humano, a quien dio la muerte, por cuanto en Adán todos morimos.
Crisóstomo, ut sup
Y no dijo "que hacéis sus obras", sino "que cumplís sus deseos", manifestando que tanto aquél como ellos estaban ávidos de hacer muertes. Y como constantemente acusaban al Señor diciendo que no procedía de Dios, les da a conocer, aunque de una manera embozada, que estas palabras suyas eran inspiradas por el diablo. Por esto sigue: "Y no permaneció en la verdad".
San Agustín, De civ. Dei. 11, 13 et 15
Quizá alguno diga que desde el principio de su existencia ya no existió en la verdad, y que por esta razón nunca pudo ser bienaventurado, ni encontrarse con los ángeles del Señor, puesto que rehusó estar sometido a su Creador, siendo por esto falso y mentiroso. También porque no quiso vivir bajo el yugo de una sujeción santa, que es la verdad, aparentando por la soberbia una supremacía que no tiene. Todo el que sigue esta doctrina, no puede estar de acuerdo con los maniqueos, que intentan probar que el demonio tiene desde el principio cierta naturaleza de mal género como naturaleza propia. Los que con tanta vanidad piensan así no se fijan en que no dijo el Señor que el diablo era ajeno a la verdad, sino que "no permaneció en la verdad". Allí demuestra que debe entenderse que cayó de la verdad, y también lo que dice San Juan en su epístola primera: "El diablo peca desde el principio" ( 1Jn 3,8). Si comprenden esto como de naturaleza, tienen que admitir que no hay pecado alguno en el diablo, puesto que le es natural obrar así. ¿Pero qué responderemos a los testimonios de los profetas? Ya lo dice Isaías, bajo la figura del rey de Babilonia, a quien designa como diablo: "Como se ocultó el lucero que había salido por la mañana" ( Is 14,12); o lo que dice Ezequiel: "Que estuviste en las delicias del paraíso de Dios" ( Ez 28,13), lo cual, si no puede entenderse en otro sentido, hay que admitirlo en el sentido de lo que se ya ha dicho: que no permaneció en la verdad, aunque estuvo en ella al principio. Y respecto de aquellas otras palabras, que "el diablo peca desde su principio", no puede entenderse respecto del principio en que fue creado, sino desde que empezó a pecar: el pecado comenzó en él, y él fue el principio del pecado.
Orígenes, ut sup
Es uniforme vivir siempre en la verdad, así como es diverso y variable no vivir en ella. Sucede que algunos, si cabe así decirlo, andan con pasos vacilantes y tratan de mantenerse en ella, mas no lo consiguen. Otros no sufren esto, sino que quedan firmes en el peligro, según aquellas palabras del Salmo: "Los pies se me han conmovido un poco" ( Sal 72,2). Los demás se alejan de la verdad. Explica también el Salvador el motivo por qué el diablo no es afecto a la verdad, cuando dice: "porque no hay verdad en él"; esto es, porque inventa cosas vanas y es engañado por sí mismo, en lo cual es peor, porque los demás son engañados por él. Mas éste es el que se engaña a sí mismo. Pero debe examinarse por qué dice el Señor: "Que no hay verdad en él". Si es porque nunca tiene doctrina verdadera, sino que todas sus cosas son falsas, o porque no tiene participación con Jesucristo, que dijo: "Yo soy la verdad" ( Jn 14,6). Parece imposible que una creatura racional opine falsamente sobre todas las cosas y que no piense rectamente sobre cosa alguna. Pero el diablo conoce, por lo menos en esto, la verdad, porque se considera a sí mismo como ser racional. Por este motivo su naturaleza no se funda precisamente en admitir lo contrario a la verdad, esto es, el error y la desidia, como si nunca pudiera conocer la verdad.
San Agustín, De Civ Dei, 11, 14
Y cuando el Salvador dice que en el diablo no hay verdad, sujeta el juicio como si hubiésemos averiguado por qué no está en la verdad. A esto dice que es porque la verdad no está en él, pero el estaría en la verdad si hubiera permanecido en ella.
Prosigue: "Cuando habla la mentira, de suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira".
San Agustín, in Joannem, tract. 42
En estas palabras quisieron ver algunos que el diablo tenía padre, e investigaron quién sería el padre del diablo; este error es de los maniqueos. El Señor llamó al diablo padre de la mentira. Pero, no todo el que miente es padre de su mentira, porque si admites una mentira de otro y la dices, tú mientes, es verdad, pero no eres el padre de aquella mentira. Mas aquél que no recibe la mentira de otro, sino que la pronuncia por sí mismo, es padre de la mentira, así como Dios es Padre de la verdad. La serpiente mató al hombre con la mentira, como si hubiere muerto con el veneno.
Teofilacto
El demonio recriminó a Dios ante los hombres, diciendo a Eva: "Porque os tiene envidia os ha prohibido comer de la fruta" ( Gén 3). Y a los hombres en otro tiempo recriminó también ante Dios, cuando dijo de Job (1,9): "¿Acaso Job adora a Dios en balde?".
Orígenes, ut sup
Véase que este nombre: "embustero", se dice tanto respecto del diablo, que engendró la mentira (como aquí se dice) "porque es mentiroso", cuanto respecto del hombre, según aquellas palabras del salmo: "Todo hombre es mentiroso" ( Sal 115,2). Porque si alguno no miente, no es hombre tan solamente; porque tanto a él como a los demás que así piensen puede decírseles: "yo he dicho que sois dioses" ( Sal 81,6); por lo que, cuando alguno miente, lo hace por su propia cuenta. Mas el Espíritu Santo habla conforme con la verdad y la sabiduría, según aquel testimonio: "porque de lo mío tomará, y lo anunciará a vosotros" ( Jn 16,14).
San Agustín, De quaest. Nov. et Vet Test., qu. 90
De otra manera el nombre "diablo" no es propio, sino común. En cualquier persona en que se noten acciones de diablo, debe decirse que aquella persona es diablo, porque este nombre viene de la acción y no de la naturaleza. Por esto llama a Caín padre de los judíos, porque, queriéndole imitar, éstos mataron al Salvador. De él recibieron la denominación de fratricidas, manifestando que mentía, aun acerca de lo suyo, para dar a conocer que cada uno peca sólo por su propia voluntad. Y como Caín fue imitador del diablo, dijo que el diablo era su padre, porque imitó sus acciones.
Alcuino
Pero como Dios es la verdad, el Hijo de Dios verdadero dice la verdad; mas los judíos, como eran hijos del diablo, se separaron de la verdad. Y por esto sigue: "Mas aunque yo os digo la verdad, no me creéis".
Orígenes, in Ioannem, tom. 25
¿Y cómo dijo esto a aquellos judíos que creyeron en El? Mas considera que alguno puede creer en un sentido y no creer en otro, como sucede con aquéllos que creen en Aquél que fue crucificado, bajo el poder de Poncio Pilato, y no creen en El en cuanto ha nacido de la Virgen María. Luego creen en El y no creen. Así pues, éstos a quienes se dirigía creían en El porque veían que hacía milagros, y no creían en las doctrinas tan profundas que les predicaba.
Crisóstomo, in Ioannem, hom.53
Y como sois enemigos de la verdad y no podéis acusarme de nada, queréis matarme. Y por esto añade: "¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?"
Teofilacto
Como diciendo: "si sois hijos de Dios, también debéis aborrecer a los que pecan. Por lo tanto, si no podéis argüirme de pecado y me aborrecéis, sabido es que me aborrecéis con motivo de la verdad"; esto es, porque se llamaba Hijo de Dios.
Orígenes, in Ioannem, tom. 35
Esta palabra de Cristo implica una gran confianza en sí mismo, porque ningún hombre ha podido decir esto nunca con seguridad, sino sólo Nuestro Señor, que no ha cometido pecado alguno.
San Gregorio, in evang. hom. 18
Considerad aquí la mansedumbre del Señor. No desdeña manifestar por qué razón no es pecador, siendo así que, en virtud de su divinidad, podía santificar a los pecadores. Por esto añade: "El que es de Dios, oye las palabras de Dios; por eso vosotros no las oís", etc.
San Agustín, in Joannem, tract. 43
No veamos aquí la naturaleza, sino la malicia. Estos son de Dios y al mismo tiempo no lo son; en cuanto a la naturaleza, son de Dios; en cuanto a la malicia, no son de Dios. Mas esto no se dijo por aquellos que no sólo eran maliciosos por su pecado, porque esto era general a todos, sino respecto de aquellos ya conocidos porque no habrían de creer con la fe que debían para librarse de incurrir en pecado.
San Gregorio, ut sup
Cada uno pregúntese a sí mismo si percibe las palabras de Dios con el oído del alma, y comprenda de quién es. Porque hay algunos que no se dignan oír los preceptos de Dios por el oído de su cuerpo; y hay otros que los oyen por el oído de su cuerpo, pero que no los reciben con el deseo del alma. Y hay algunos que reciben con gusto las palabras de Dios, y así lloran con sus gemidos, pero cuando han pasado las lágrimas, vuelven a la iniquidad, y éstos, en verdad, no oyen la palabra de Dios, porque no quieren realizarla por medio de sus obras.