Y se fue Jesús al monte del Olivar; y otro día, de mañana, volvió al templo, y vino a El todo el pueblo, y sentado los enseñaba. Y los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; la pusieron en medio, y le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido ahora sorprendida en adulterio; y Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas tales. ¿Pues tú qué dices?" Y esto se lo decían tentándole, para poderlo acusar. Mas Jesús, inclinado hacia abajo, escribía con el dedo en la tierra. Y como porfiasen en preguntarle, se enderezó, y les dijo: "El que entre vosotros esté sin pecado, tire contra ella la piedra el primero". E inclinándose de nuevo, continuaba escribiendo en la tierra. Ellos, cuando esto oyeron, se salieron los unos en pos de los otros, y los más ancianos los primeros. Y quedó Jesús sólo, y la mujer que estaba en pie en medio. Y enderezándose Jesús, le dijo: "Mujer, ¿en dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?" Y dijo ella: "Ninguno, Señor"; y dijo Jesús: "Ni yo tampoco te condenaré: Vete, y no peques más". (vv. 1-11)
Alcuino
El Señor tenía la costumbre, especialmente poco antes de su pasión, de predicar la palabra de Dios durante el día en el templo que había en Jerusalén, acompañando su predicación con señales y milagros. Y cuando llegaba la tarde se volvía a Betania, hospedándose en la casa de Lázaro y sus hermanas, de donde volvía a la mañana siguiente a la misma actividad. Y como hubiese estado el último día de la scenopegia ocupado en la predicación, a la tarde se marchó al monte de los Olivos. Y esto es lo que dice: "Y Jesús se fue al monte del Olivar", etc.
San Agustín, in Joannem, tract. 33
Y ¿en dónde debía predicar Jesús sino en el monte de los Olivos, en el monte del ungüento, monte del crisma? El nombre Cristo quiere decir crisma; y crisma en griego quiere decir unción. Y en verdad que nos ungió, porque nos puso en condiciones de pelear contra el diablo.
Alcuino
La unción de aceite suele hacerse a los cansados y sirve de alivio a los que padecen dolores en sus miembros. El monte de los Olivos también significa la sublimidad de la piedad divina, porque eleos en griego, quiere decir misericordia. También corresponde la naturaleza del óleo al misterio de que se trata, se queda encima de todos los demás líquidos, y como dice el Salmista: "Las misericordias del Señor están por encima de todas sus obras" ( Sal 144,9). Prosigue: "Y otro día de mañana volvió al templo", esto es, a dar a conocer su misericordia, y a ofrecérsela a sus fieles, cuando empezaba a mostrarles la luz del Nuevo Testamento (en su templo). Porque el volver al amanecer designa que comenzaba el día de la nueva gracia.
Beda
Significaba que después que empezó a habitar en el templo por medio de la gracia (esto es, en la Iglesia), todas las gentes empezaron a creer en El. Por esto sigue: "Y vino a El todo el pueblo, y sentado les enseñaba".
Alcuino
El acto de estar sentado representa la humildad de la Encarnación. Y cuando el Señor estaba sentado, el pueblo venía a El, porque después que se hizo visible por la naturaleza humana que tomó, empezaron a oírle muchos y a creer en El, porque veían que se había aproximado a ellos por medio de la humanidad. Mientras que los pacíficos y sencillos admiraban las palabras del Salvador, los escribas y los fariseos le preguntaban, no para aprender, sino para estorbar a la verdad. Por esto sigue: "Y los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio, la pusieron en medio, y le dijeron: 'Maestro, esta mujer ha sido ahora sorprendida en adulterio'".
San Agustín, ut sup
Habían conocido que el Salvador era enormemente bondadoso, porque de El estaba escrito: "Pasa y reina por medio de la verdad, de la mansedumbre y de la justicia" ( Sal 44,5). Trajo por lo tanto la verdad como Doctor, la mansedumbre como Libertador y la justicia como Conocedor. Cuando hablaba, era conocida la verdad, como no se irritaba contra los enemigos, era alabada su mansedumbre. Por ello tentaron su justicia, poniendo a su vista un escándalo. Dijeron para sí: "si juzga que debe dejársela estar, no tiene justicia". La Ley no podía mandar lo que no era justo y por esto invocan la Ley, diciendo: "Moisés nos mandó en la Ley apedrear estas tales". Pero como no debía abandonar la mansedumbre, por medio de la que ya se había hecho amar de las gentes, habrá de decir, que debe dejársela estar. Por esto exigen su determinación, diciendo: "Tú, pues, ¿qué dices?". Se proponían con esto encontrar ocasión de poderlo acusar, haciéndole aparecer como infractor de la Ley. Por esto añade el Evangelista: "Y esto lo decían tentándole, para poderle acusar".
Pero el Señor obrará en justicia al contestar, y no abandonará su mansedumbre. Prosigue: "Mas Jesús, inclinado hacia abajo, escribía con el dedo en la tierra".
San Agustín, de cons. Evang. 4, 10
Para manifestar que aquéllos 1 únicamente debían escribirse en la tierra, y no en el cielo, donde había dicho que sus discípulos se alegrarán de haber sido inscritos. También puede decirse que, humillándose (como lo demostraba en la inclinación de su cabeza), hacía señales en la tierra; o que ya era tiempo de que su Ley se escribiese en la tierra y fructificase (y no en piedra estéril, como antes).
Alcuino
Por la tierra debe entenderse el corazón humano, que suele dar su fruto por medio de acciones buenas o malas. Con el dedo, que es flexible en sus articulaciones, se expresa la sutileza del discernimiento. Nos da a conocer en esto que cuando veamos una acción mala en nuestro prójimo, no debemos condenarla en seguida, sino que primeramente, volviendo al secreto de nuestro corazón, examinémosla con cuidado y solicitud.
Beda
Por lo que respecta a la historia, al escribir en tierra con el dedo sin duda quiso dar a entender que en otro tiempo había escrito su Ley en una piedra.
Prosigue: "Y como porfiasen en preguntarle, se enderezó".
San Agustín, in Joannem, tract. 33
No dijo no sea apedreada, para que no pareciese que hablaba contra la Ley. Tampoco dijo sea apedreada, porque había venido, no a perder lo que había encontrado, sino a buscar lo que se había perdido. ¿Pues qué responderá? "El que entre vosotros esté sin pecado, tire contra ella la piedra el primero". Esta es la voz de la justicia. Sea castigada la pecadora, pero no por los pecadores. Cúmplase la Ley, pero no por medio de los mismos que la quebrantan.
San Gregorio, Moralium 14, 15
El que no se juzga a sí mismo antes, desconoce lo recto al juzgar a otro, y si esto lo sabe únicamente de oídas no podrá juzgar rectamente los méritos ajenos, porque la conciencia de su inocencia propia no le suministra la regla del juicio.
San Agustín, ut sup
Y habiéndoles herido con los rayos de la justicia, ni se dignó de verlos caer, sino que separó de ellos su mirada. Por esto sigue: "E inclinándose de nuevo, continuaba escribiendo en la tierra".
Alcuino
Puede muy bien entenderse que el Señor hizo esto, como tenía costumbre, para que así como si El estuviera ocupado en otras cosas y mirando a otra parte, pudieran irse más cómodamente. En esto nos enseña, de un modo figurado, que antes de corregir la falta de un hermano, así como después de haberle corregido, examinemos con detenimiento si estamos exentos de aquella culpa que reprendimos, o de algunas otras culpas.
San Agustín, ut sup
Así pues, aquéllos, heridos por la voz de la justicia como por una flecha, y encontrándose culpables, uno tras otro se retiraron todos. Y esto es lo que dice en seguida: "Ellos, cuando esto oyeron, se salieron los unos en pos de los otros, y los ancianos primeros".
Glosa
Los que eran quizá más culpables o conocían mejor sus faltas.
San Agustín, ut sup
Unicamente quedaron dos, la miseria y la misericordia, pues sigue: "Y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en pie, en medio". Yo creo que aquella mujer se quedó aterrada, porque esperaba ser castigada por Aquél en quien no se podía encontrar culpa alguna. Mas Aquél que había rechazado a sus adversarios con la lengua de la justicia, levantando hacia ella sus ojos de mansedumbre, le preguntó: "Y enderezándose Jesús, le dijo: mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿ninguno te ha condenado?" Dijo ella: ninguno, Señor". Hemos oído antes la voz de la justicia; oigamos ahora la voz de la mansedumbre: "Y Jesús, ni yo tampoco te condenaré" 2. Esto dice aquél por quien, acaso, has temido ser condenada, por ser el único en quien no has encontrado culpa. ¿Qué es esto, Señor? ¿Fomentas los pecados? No, en verdad. Véase lo que sigue: "Vete, y no peques ya más". Luego el Señor condenó, pero el pecado, no al hombre. Porque si hubiese sido fomentador del pecado, hubiese dicho: "vete, y vive como quieras; está segura que yo te libraré; yo te libraré del castigo y del infierno, aun cuando peques mucho". Pero no dijo esto. Fíjense los que desean la mansedumbre en el Señor, y teman la fuerza de la verdad, porque el Señor es dulce y recto a la vez ( Sal 24,8).
Notas
1. Se refiere aquí a los nombres de los fariseos y maestros de la Ley que le habían planteado el caso de la mujer adúltera para ponerlo a prueba.
2. Se trata de la respuesta del Señor: "Ni yo tampoco te condenaré".