"¿No decís vosotros, que aun hay cuatro meses hasta la siega? Pues yo os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, que están ya blancos para segarse. Y el que siega, recibe jornal y allega fruto para la vida eterna: para que se gocen a una el que siembra y el que siega. Porque en esto el refrán es verdadero, que uno es el que siembra y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis: otros lo labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores". (vv. 35-38)
Crisóstomo, In Ioannem hom., 33
Se conoce perfectamente cuál es la voluntad del Padre por lo que dice después: "¿No decís vosotros que aun hay cuatro meses hasta la siega?"
Teofilacto
Esto es, la siega material; pues yo os digo que la siega que debe entenderse ya está a la vista; esto lo decía por los samaritanos, que ya venían. Por esto añade: "Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, que están ya blancos para segarse".
Crisóstomo, ut supra
Otra vez vuelve a levantarlos al conocimiento de cosas grandes por medio de palabras conocidas. La región y la siega representan aquí a la multitud de almas que estaban preparadas para recibir la predicación. Les dice "los ojos", refiriéndose no sólo a los de la inteligencia, sino también a los del cuerpo. En cuanto a los demás, veían aquella multitud de samaritanos que se acercaba. Llama muy oportunamente regiones blanqueadas a estas predisposiciones de los hombres; y así como las espigas, cuando ya están blancas, están dispuestas para la siega, así éstos estaban preparados para la salvación. Pero ¿por qué no dice claramente que los hombres están preparados para recibir la divina palabra? Por dos motivos o razones: lo uno para que su predicación se comprenda mejor y lleve con más facilidad al conocimiento de lo que dice por medio de lo que se ve; y lo otro, para que su narración sea más dulce y dure más en la memoria de aquellos con quienes habla.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Deseaba emprender la obra y se apresuraba a mandar operarios. Por esto añade: "Y el que siega recibe jornal, y allega fruto para la vida eterna, para que se gocen a una el que siembra y el que siega".
Crisóstomo, ut supra
Por medio de lo que dice aquí distingue las cosas terrenas de las del cielo. Y así como antes había dicho respecto del agua, que el que beba de su agua no tendrá sed, así dice ahora: "El que siega allega fruto para la vida eterna", y después: "El que siembra se alegra con el que siega". Los profetas son los que siembran; pero no segaron ellos, sino los apóstoles. Y como dirá después que uno es el que siembra y otro es el que siega, no lo dice porque los profetas que sembraron se queden sin recompensa, porque entonces se entendería una cosa extraña y ajena de las cosas sensibles; mas respecto de éstas, si sucede que uno es el que siembra y otro es el que siega, no se alegran los dos a la vez, porque entonces se quejan los que siembran de que trabajan para otros, y se alegran únicamente los que siegan. Pero aquí no sucede esto, porque aunque no son unos mismos los que siegan y los que siembran, se alegran juntamente con los que siegan, puesto que perciben la misma recompensa.
San Agustín, ut supra
Es verdad que los apóstoles y los profetas trabajaron en diferente tiempo, pero participan de un mismo gozo, porque han de recibir juntos la misma recompensa, que es la vida eterna.
Crisóstomo, ut supra
Respecto de lo que había dicho, adujo un proverbio general. Por esto añade: "En esto el refrán es verdadero: que uno es el que siembra y otro es el que siega". Esto se decía vulgarmente cuando unos trabajaban y otros cogían el fruto. Pero aquí esta palabra está llena de verdad, porque los profetas trabajaron, pero vosotros cogéis el fruto de los trabajos de aquéllos. Por esto añade: "Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis".
San Agustín, ut supra
¿Qué es esto? Envía segadores y no sembradores. ¿Y a dónde envía esos segadores? A donde ya habían predicado los profetas. Leed sus trabajos, en todos ellos encontraréis profecías respecto de Jesucristo. Luego ya estaba preparada la siega en Judea, cuando tantos miles de hombres ofrecían el valor de sus propiedades, y poniéndolo a los pies de los apóstoles, seguían a Jesucristo, dejando caer de sus hombros los sacos de los cuidados del mundo. De esta mies fueron diseminados algunos granos y sembraron todo el orbe y brotó otra mies que había de segarse al fin de los siglos ( Hch 4), y a cuya siega no serán enviados los apóstoles, sino los ángeles. Los segadores, dice, son los ángeles ( Mt 13,39).
Crisóstomo, ut supra
Dice, pues: "Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis". Como diciendo: "donde hay menor trabajo, allí hay mayor complacencia; y yo os he reservado para esto". Y lo que era más difícil lo hicieron los profetas, como fue el hacer la siembra. Por esto añade: "Otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores". Por medio de todo esto, quiere manifestar que los profetas desearon que los hombres se acercasen a Dios, y esto era lo que ordenaba la Ley. Además, aquéllos sembraron para que brotase este fruto. Manifiesta, pues, que El los envió, y que hay grande unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Orígenes
Por esto viene bien lo que dice: "Alzad vuestros ojos", etc., lo que decía en sentido alegórico, y Cuando dice: "¿No decís vosotros que aún hay cuatro meses hasta la siega?", ¿acaso esto no lo decía en sentido alegórico? Creemos, por lo tanto, que esto se refiere a lo que dicen los discípulos, que quedan cuatro meses para que llegue la siega, significa algo así. Pues muchos de los discípulos del Verbo, esto es, del Hijo de Dios, advirtiendo que aquella verdad era incomprensible a la naturaleza humana, cuando dedujeron que había otra vida distinta de la presente que está sujeta a decepción, porque tenía como sometidos los cuatro elementos, representados en los cuatro meses y creían que únicamente después de esta vida podría conocerse la verdad. Dicen, pues, los discípulos, respecto de las mieses, que son como el término de las operaciones que conducen al conocimiento de la verdad, porque habrían de concluir después de estos cuatro meses. Refutando esta opinión como nada sana, dijo el Verbo Encarnado a aquellos que opinaban de este modo: "¿No decís vosotros que aun hay cuatro meses hasta la siega? Pues yo os digo, alzad vuestros ojos". En muchos lugares de la Sagrada Escritura se lee lo mismo, mandándonos la palabra divina levantar y elevar nuestras consideraciones y los pensamientos adheridos a la tierra, pero manifestándonos que no podemos levantarnos sin la ayuda de Jesús. Porque ninguno que vive esclavo de sus pasiones y obra según la carne puede cumplir con este precepto; por lo que, quien así vive, no verá si los campos ya están blancos para la siega. Los campos blanquean, en verdad, para la siega, cuando el Verbo de Dios esclarece las regiones de las Sagradas Escrituras y cuando viene Jesús las hace ricas y fecundas con su venida. Y también todas las cosas que son sensibles están como los campos blancos, preparados para la siega, encontrándose dispuestos para que los vean todos aquellos que levantan sus ojos por medio de la inteligencia, la que se fija en todo lo que existe para poder observar en todas partes el brillo de la verdad. Además dice que el que siega estas mieses recibe dos premios: uno cuando recibe su recompensa, por esto dice: "Y el que siega, recibe el premio", lo cual creo que se ha dicho haciendo relación a las futuras recompensas; y el otro, lo que sigue: "Y allega fruto para la vida eterna", denota cierto hábito bueno de su inteligencia, que es el fruto que nace de su propio esfuerzo. Y yo creo que siembra en toda doctrina el que establece sus principios; los que son aceptados por otros y bien recibidos uniendo a ellos lo nuevo que hayan podido inventar, sirven para lo venidero por medio de su invención, para que sieguen y reúnan los frutos cuando ya están maduros. ¿Y cuánto más debe entenderse esto respecto de la que es arte de las artes? Porque si Moisés y los profetas son los que siembran, anunciando la venida de Jesucristo, los que siegan son los Apóstoles, que le recibieron y vieron su gloria. Por lo tanto la semilla era el conocimiento por medio de la revelación del misterio escondido en tiempos pasados y ofuscado por el silencio. Mas las regiones, esto es, las escrituras legales y proféticas, todavía no habían brillado para aquéllos que aún no eran dignos de ver la venida del divino Verbo. Respecto de que se gocen a una el que siembra y el que siega, lo decía porque se realizará, cuando desaparezcan la tristeza y la angustia en la otra vida. Mas cuando Jesús se transfiguró en su gloria, a la vez que los segadores Pedro, Santiago y Juan, los sembradores Moisés y Elías se alegraban juntamente cuando vieron la gloria del Hijo de Dios. Observa, sin embargo, si esto que yo digo puede entenderse de otro modo, por la diversa manera en que viven los hombres que están justificados. Para que así pueda decirse que uno es el que obedece a la Ley y otro el que obedece al Evangelio. Y, sin embargo, se alegran a la vez, porque tienden a un mismo fin, que es el mismo Dios, por medio del mismo Cristo y en el mismo Espíritu Santo. Los apóstoles vinieron después de los trabajos de los profetas y de Moisés, porque Jesús les enseñó a segar y a recoger el entendimiento en el granero de su alma, depositado en los escritos de aquéllos, y siempre sucede que los que reciben con buena intención las primitivas enseñanzas, perfeccionan aquellos trabajos, en cuyo caso, no trabajan únicamente los que sembraron.