Pilatos, pues, tomó entonces a Jesús, y azotóle. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza y le vistieron un manto de púrpura. Y venían a El y decían: "Dios te salve, rey de los judíos": y le daban de bofetadas. Pilatos, pues, salió otra vez fuera, y les dijo: "Ved que os lo saco fuera, para que sepáis que no hallo en El causa alguna". (Y salió Jesús llevando una corona de espinas, y un manto de púrpura). Y Pilatos les dijo: "Ved aquí el hombre". (vv. 1-5)
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
Como los judíos clamaron que no querían que Pilato les pusiese a Jesús en libertad en celebración de la Pascua, sino al ladrón Barrabás, añade: "Entonces Pilato tomó a Jesús, y lo azotó". Se puede creer que Pilato no hizo esto sino con el fin de que, dándose por satisfechos los judíos con los oprobios inferidos a Jesús, desistieran de ensañarse hasta pedir su muerte. Esta es la razón porque Pilato permitió o tal vez mandó que su cohorte hiciera lo que sigue. Refiere el Evangelista lo que los soldados hicieron, pero no dijo que por orden de Pilato. Sigue, pues: "Y los soldados, tejiendo una corona de espinas la impusieron sobre su cabeza, y le vistieron un traje de púrpura y se acercaban a El y le decían: Dios te salve, rey de los judíos".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Como Pilato le había dado este nombre, ellos lo toman para ultrajarle.
Beda
Pusiéronle por diadema una corona de espinas, y por manto de púrpura, como lo usaban los reyes antiguamente, le envolvieron con un harapo de púrpura, lo que no está en contradicción con lo que dice San Mateo, que le pusieron una capa de escarlata. Porque (como dice Orígenes), la púrpura y la escarlata son de un mismo género, porque son gotas de color de sangre que fluyen de las incisiones del árbol de la grana, con las que se tiñe tela de ambos colores. Lo que los soldados hacían por irrisión, era para nosotros un misterio, pues por la corona de espinas se significan nuestros pecados, los cuales cargó sobre sí, y son como las espinas que brotan de la tierra de nuestro cuerpo; así como en el vestido de púrpura se representa nuestra carne dominada por las pasiones. O también la gloria de la Iglesia cubierta de púrpura con los triunfos de la sangre de los mártires.
Crisóstomo, ut supra
Lo que ejecutaban los soldados no era en cumplimiento de una orden del procurador, sino que lo hacían para complacer a los judíos. Sin duda que por instigación de éstos, le atormentaron desde que comenzó la noche, y sobornados con dinero se prestaron a toda clase de excesos. Pero en medio de tantos ultrajes, Jesús sufrió en silencio. Tú, pues, oyendo esto, fíjalo en tu consideración, y viendo cómo el Rey del universo y Señor de los ángeles sufre las injurias con paciencia en silencio, imítale.
San Agustín, ut supra
Así se cumplía lo que Cristo había dicho de sí mismo. Así los mártires aprendían a sobrellevar todo lo que sus perseguidores quisieron hacer con ellos. Así el reino, que no era de este mundo, triunfaba del mundo soberbio, no luchando violentamente, sino sufriendo con humildad.
Crisóstomo, ut supra
A fin, pues, de que a la vista de lo que los soldados habían hecho aplacaran su encono, les presentó a Jesús coronado. Por lo que sigue: "Salió fuera Pilato otra vez y les dijo: He aquí que os lo presento de nuevo para que conozcáis que no hallo ningún delito en El".
San Agustín, ut supra
Esto prueba que Pilato no ignoraba lo que habían hecho los soldados, y que si no lo había mandado, lo había permitido, por la razón antes indicada de que, saciándose a su satisfacción sus enemigos con sus oprobios, desistieran de pedir su muerte. Sigue: "Salió, pues, Jesús llevando una corona de espinas y un vestido de púrpura"; no deslumbrando con las insignias reales, sino saturado de oprobios. Sigue: "Y les dijo: He aquí el Hombre". Como diciendo: si envidiáis al Rey, perdonadle ya, porque viendo estáis su abatimiento; apláquese la envidia ante el furor de los ultrajes.