"Hijitos: aún estoy un poco con vosotros. Me buscaréis, y así como dije a los judíos: A donde yo voy, vosotros no podéis venir, lo mismo digo ahora a vosotros. Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado, para que vosotros os améis también entre vosotros mismos. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis caridad entre vosotros". (vv. 33-35)
San Agustín In Ioannem tract., 64.
Habiendo dicho más arriba: "Y al punto le glorificará", para que no creyesen que Dios lo iba a glorificar de tal forma que no pudiese estar unido a ellos en la convivencia que existe en la tierra, dijo en seguida: "Hijitos, aún estoy un poco con vosotros". Como diciendo: al punto seré glorificado por la resurrección, pero no ascenderé al cielo inmediatamente, como está escrito en los Hechos de los Apóstoles: "Estuvo con ellos cuarenta días después de la resurrección". Estos cuarenta días los significó diciendo: "Aún estaré un poco con vosotros".
Orígenes In Ioannem tract., 32.
Cuando dice hijitos, designa la infancia en que estaban aún sus almas, porque éstos que ahora son llamados hijitos, después de la resurrección son hermanos, así como antes de ser hijitos fueron siervos.
San Agustín ut supra.
Puede también interpretarse así: Aún estoy yo como vosotros en la enfermedad de esta carne, a saber, hasta que muriese y resucitase. Después que resucitó, estuvo con ellos en cuanto a la presencia corporal, pero no en cuanto a la debilidad de la carne. Según otro evangelista, dijo después de la resurrección ( Lc 24,44): "Os dije esto, cuando aún estaba con vosotros", esto es, cuando yo existía en carne mortal como vosotros. Mas ahora estaba ciertamente vestido de la misma carne, pero no participaba con ellos de la mortalidad. Hay también otra presencia divina, inaccesible a los sentidos mortales, de la que El mismo dice: "He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos" ( Mt 28,20). Esto no significa: aunque estoy un poco con vosotros, pues no es poco hasta la consumación de los siglos. Y si esto es todavía poco porque a los ojos de Dios mil años son como un solo día, no parece que ha querido significar aquí esto cuando sigue diciendo: "A donde yo voy, vosotros no podéis venir". ¿Por ventura no podían ir a donde El vaya en el último día? De los cuales diría después: "Padre, quiero que éstos estén conmigo donde yo estoy" ( Jn 17,24).
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Esto se puede explicar de una manera muy sencilla, diciendo que ya no había de estar con sus discípulos. Pero profundizando algo más, quizá pueda decirse que en realidad dejó de estar con ellos no mucho tiempo después, no porque estuviera ausente de ellos, según la presencia corporal, sino porque pasado muy poco tiempo, "vosotros os escandalizaréis en mí esta noche" ( Mc 14,24). Y en ese sentido no estaba con ellos quien tan sólo mora plenamente en los que están en gracia. Pero aunque no estaba con ellos, ellos, sin embargo, habían de buscar a Jesús, como Pedro, que después de negarlo, lloraba tristemente buscándolo. Por esta razón sigue: "Me buscaréis, y así como dije a los judíos donde yo voy, vosotros no podéis venir". Buscar a Jesús, es buscar al Verbo, la sabiduría, la justicia, la verdad, la virtud divina: todo esto es Cristo. A los discípulos que quieren seguir a Jesús -no corporalmente, como creen las personas rudas, sino en la forma que recomendaba en estas palabras ( Lc 14,27): "Quien no toma su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío"- les dice aquí el Señor: "Donde yo voy, vosotros no podéis venir". Porque aunque hubieran querido seguir al Verbo y confesarlo, no tenían aún poder para esto. Aún no se les había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado ( Jn 7,39).
San Agustín ut supra.
O dice esto porque no estaban dispuestos todavía para seguir a Jesús, muriendo por la justicia. ¿Cómo, pues, lo iban a seguir si no estaban preparados para el martirio? ¿Y cómo iban a seguir a Jesús, que caminaba a la inmortalidad de la carne, ellos que morirían en cualquier tiempo para no resucitar hasta el último día? ¿Y cómo podrían seguir a Jesús, que iba al seno de su Padre, cuando nadie puede gozar de tal felicidad si no se perfecciona en el amor? Cuando esto dijo a los judíos, no añadió: "ahora"; mas ellos no podían ir en ese momento, pero podían ir después. Y por tal razón continuó: "Y a vosotros os digo, ahora ".
Orígenes In Ioannem hom., 71.
Como diciendo: A vosotros os hablo, no sin aducir el adverbio ahora. Porque los judíos, como preveía que habían de morir en sus maldades, en breve tiempo no podían marchar a donde Jesús iba, pero los discípulos podían seguir al Verbo después de algún tiempo.
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Como los discípulos habían oído que Jesús había dicho aquello a los judíos, para que no creyesen que también se les decía a ellos de la misma manera, dijo, hijitos.
Crisóstomo ut supra.
Dijo esto para levantar el amor de sus discípulos, porque cuando hemos visto ausentarse a las personas amadas, nos llenamos de pena, y más cuando no podemos nosotros ir al lugar a que ellos van. También demostró que su muerte es cierta traslación a sitio más conveniente, inaccesible a los cuerpos mortales.
San Agustín In Ioannem tract., 64 et 65.
Para enseñarles cómo podían ellos llegar a ser idóneos para habitar los lugares a donde El les precedía, añadió: "Un mandato nuevo os doy, que os améis mutuamente". ¿Acaso no estaba ya prescrito así en la Ley antigua? En ella se escribió: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" ( Lev 19,18). ¿Por qué el Señor lo llama mandato nuevo? Acaso porque, desprendiéndonos del hombre viejo, nos vistió del nuevo. Sin duda es porque el amor renueva al hombre; pero no todo amor, sino aquél de que, para distinguirlo del amor carnal, dijo el Señor: "Como yo os he amado, para que vosotros os améis mutuamente". No a la manera en que se aman los hombres corruptos, ni en la forma en que los hombres aman en cuanto a hombres, sino como se aman todos los que son de Dios e hijos del Altísimo, para que sean hermanos de su Unigénito, amándose con aquel amor con que El los ha amado, a fin de conducirlos al fin en que todos sus deseos queden satisfechos de bienes.
Crisóstomo ut supra.
Os amé, no como una deuda que yo había contraído por méritos antecedentes, sino por mi propia iniciativa, y así conviene que vosotros obréis el bien aun sin deber nada.
San Agustín ut supra.
No se crea que se prescinde de aquel superior mandato en que se prescribe que amemos al Señor nuestro Dios. Para los que entienden rectamente, ambos preceptos están incluidos en cada uno de ellos. Porque el que ama a Dios, no puede despreciar su voz cuando le manda amar al prójimo; y el que de una manera soberana y espiritual ama al prójimo, ¿a quién otro ama en él sino a Dios? Este es el amor que, para distinguirlo de cualquier otro mundano, recomendó el Señor diciendo: "Como yo os he amado". ¿A quién sino a Dios amó en nosotros? No al Dios que teníamos, sino al Dios que habíamos de tener. Así nos debemos amar los unos a los otros para que en la medida de nuestras fuerzas nos atraigamos mutuamente a la posesión de Dios.
Crisóstomo ut supra.
Sin mencionar los milagros que ellos obrarían, los designa tan sólo por el amor: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos", si os tenéis mutuo amor. Esta es la señal que da mejor a conocer a los santos. Dice que éstos son sus discípulos.
San Agustín ut supra.
Como diciendo: Los que no son míos, tienen con vosotros y en común ciertos dones míos, como son, no sólo la naturaleza, la vida, el sentido, la razón y toda otra propiedad que se encuentre en los hombres y en los brutos, sino también el lenguaje, los sacramentos, la profecía, la ciencia, la caridad para con los pobres, y hasta el martirio de sus cuerpos entre las llamas. Pero careciendo de este amor, son como címbalos sonadores: son nada y de nada les sirve todo aquello.