Vino, pues, Jesús y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro. Y Betania distaba de Jerusalén como unos quince estadios. Y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas de su hermano. Marta, pues, cuando oyó que venía Jesús, le salió a recibir, mas María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora, que todo lo que pidieras a Dios te lo otorgará Dios". Jesús le dijo: "Resucitará tu hermano": Marta le dice: "Bien sé que resucitará en la resurrección en el último día". Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?" Ella le dijo: "Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo que has venido a este mundo". (vv. 17-27)
Alcuino.
El Señor había diferido su llegada hasta que pasaran cuatro días para que la resurrección de Lázaro fuese más gloriosa: "Vino, pues, Jesús, y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro".
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
El Señor había tardado dos días, y dos días antes había llegado la noticia de la muerte de Lázaro. El llegó, pues, al cuarto día.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Muchas cosas pueden decirse sobre estos cuatro días, pues una misma cosa puede tener diversas significaciones. El pecado original con que el hombre nace, es el primer día de muerte; cuando el hombre infringe la ley natural, es el segundo día de muerte; la Ley de la Escritura dada por Moisés y de origen divino, cuando es menospreciada, es el tercer día de muerte. Viene, por fin, el Evangelio, y lo quebrantan los hombres; he aquí el cuarto día de su muerte. Pero el Señor no desdeña venir a resucitar a todos éstos.
Alcuino.
O bien, el primer pecado que existió fue la soberbia en el corazón, el segundo el consentimiento, el tercero el acto y el cuarto el hábito.
"Y Betania distaba de Jerusalén como unos quince estadios".
Crisóstomo ut supra.
Que equivalían a dos millas. El evangelista marca esta distancia para mostrar que era conveniente se hallasen presentes muchos judíos de Jerusalén, y por eso añade: "Y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas", etc. Pero, ¿cómo estos judíos venían a consolar a las que eran amadas de Cristo, después de haber proclamado que si alguno confesase a Cristo fuera arrojado de la sinagoga? Esto era a causa de los oficios debidos a la desgracia o por respeto a la nobleza de estas mujeres, o porque los que allí se hallaban no eran malos, pues muchos de ellos creían. Todo esto que dice el evangelista es para probar que Lázaro estaba realmente muerto.
Beda.
Todavía el Señor no había entrado en la aldea; Marta le salió al encuentro cuando aún estaba fuera de ella. "Marta, pues, cuando oyó que venía Jesús, le salió a recibir", etc.
Crisóstomo.
No toma a su hermana para ir a recibir a Cristo; quiere ella hablarle aparte y prevenirlo de lo que había ocurrido. Pero cuando el Señor la hace recobrar esperanza, entonces fue y llamó a María.
Teofilacto.
Al principio no lo descubre a su hermana, queriendo ocultar esto a los que estaban presentes, porque si adivinaba María que Cristo se acercaba, hubiera ido a su encuentro; los judíos que estaban presentes la habrían acompañado, y habrían sabido la venida de Jesús, lo cual Marta no quería.
"Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto".
Crisóstomo.
Porque creía en Jesús, pero no de la manera que convenía, pues todavía no conocía que era Dios, y por eso decía: "Si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto".
Teofilacto.
Como dudando que El, estando ausente, podía impedir si quisiera la muerte de su hermano.
Crisóstomo ut supra.
No conocía ella aún que podía hacer esto por propia virtud y esto se deduce de las palabras siguientes: "Mas también sé ahora, que todo lo que pidieres a Dios te lo otorgará Dios", expresándose así como si hablara con un hombre virtuoso y extraordinario.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
No le dice: Te ruego que resucites a mi hermano, porque ¿cómo sabía ella que le era útil resucitarlo? Solamente dice: Sé que si quieres, puedes hacerlo; ahora bien, que lo hagas, eso queda a tu juicio, no al mío.
Crisóstomo ut supra.
El Señor la instruye en misterios que ella ignoraba: "Jesús le dijo: resucitará tu hermano". No dijo: pediré que resucite. Si hubiera dicho: no tengo necesidad de ayuda, todo lo hago en virtud de mi propio poder, hubiera sido demasiado duro para una mujer, mientras que decir "resucitará" era un término medio.
San Agustín ut supra.
La palabra resucitará fue ambigua, porque no dijo ahora, y por eso Marta le dijo: "Bien sé que resucitará en el último día". De aquella resurrección estoy cierta; de ésta no.
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
Esta mujer había oído hablar a Cristo muchas cosas acerca de su resurrección. Pero el Señor manifiesta aún más su autoridad con estas palabras: "Yo soy la resurrección y la vida", enseñando que no tiene necesidad de la ayuda de nadie, pues si la tuviere, ¿cómo había de ser la resurrección? Si El mismo es la vida, no se circunscribe a un lugar determinado. Existiendo en todas partes, puede sanar en todos los lugares.
Alcuino.
Por eso "soy la resurrección", porque soy la vida. El mismo, en cuya virtud resucitará después con los demás, puede hacerlo resucitar ahora.
Crisóstomo ut supra.
Diciendo ella "todo lo que pidieres", El dice: "El que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá", manifestando de este modo que El es el dispensador de los bienes y a El debemos pedir. Por este medio eleva su inteligencia, porque no era sólo la resurrección de Lázaro la que se pretendía, sino que todos los que estaban presentes fueran testigos de la resurrección.
San Agustín ut supra.
Dice, pues: "El que cree en mí, aunque hubiera muerto (en la carne), vivirá en el alma hasta que resucite la carne para no morir después jamás". Porque la vida del alma es la fe. "Y todo aquel que vive (en la carne) y cree en mí (aunque muera en el tiempo por la muerte del cuerpo) no morirá jamás".
Alcuino.
Por la vida del espíritu y la inmortalidad de la resurrección. Sabía el Señor, para quien nada hay oculto, que ella creía esto, pero la excita a hacer una confesión por la cual se salvara: "¿Crees esto?", le dice. "Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo que has venido a este mundo".
Crisóstomo ut supra.
Me parece que esta mujer no entendió las palabras de Cristo, pero creyó que significaban algo grande, extraordinario. No conoció, sin embargo, lo que era. Por eso preguntada sobre una cosa, responde por otra.
San Agustín ut supra.
O bien, creyendo que tú eres el Hijo de Dios, he creído que tú eres la vida, porque aquel que cree en ti, aun cuando muera vivirá.