A Dios nadie le vio jamás: el Hijo Unigénito que existe en el seno del Padre, El mismo lo contó. (v. 18)
Orígenes, in Ioannem, tom. 6
Verdaderamente no tiene razón alguna Heracleón 1 para asegurar que estas palabras pertenecen no a Juan Bautista sino al discípulo 2. Porque si el aserto: "De su plenitud todos hemos recibido" se refiere al Bautista, ¿cómo no deducir que el que participó de la gracia de Cristo, y recibió una gracia después de otra primera, y confesó que la Ley había sido dada por Moisés al mismo tiempo que la gracia y la verdad eran obras de Jesucristo, fuera el mismo que se anonadara ante el hecho de que nadie ha visto a Dios jamás, y de que fuera necesario que esto lo contase el mismo que residía en el seno del Padre, y lo interpretase claramente, no sólo a Juan sino a todos aquéllos que han gustado un alto grado de perfección? Y esto no lo dice ahora por primera vez, porque nos enseña que El existía antes de Abraham, y que Abraham había deseado vehementemente el contemplar su gloria.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 14
Puede también entenderse aquí que el Evangelista, para encomiar la gran superioridad de los dones de Cristo en relación con los dispensados por medio de Moisés, quiere patentizar la razón de tal diferencia valiéndose de otras consideraciones. Porque siendo Moisés un mero siervo, no podía desempeñar otro cargo que el de simple ministro en menores cosas. Pero Jesús, dominador e Hijo del Rey, coexistiendo eternamente con el Padre y contemplándole, nos prestó mayores servicios. Por tal razón se expresa de esta manera: "Nadie vio jamás a Dios".
San Agustín, ad Paulina epistola 110, cap. 4
¿Por qué dice Jacob: "He visto al Señor cara a cara" ( Gén 32,30), y se ha escrito de Moisés: "Que hablaba cara a cara" ( Ex 33,11), y que el profeta Isaías, hablando de sí mismo, dice: "He visto al Dios Sebaot sentado sobre un trono" ( Is 6,1)?
San Gregorio, Moralium 18, 37
Pero bien claramente se da a entender que en todo el tiempo que vivimos en esta vida mortal, únicamente puede verse a Dios por medio de ciertas imágenes, pero no en cuanto a su misma esencia. Y aun cuando el alma, iluminada por la gracia del Espíritu, ve al mismo Dios, sin embargo no alcanza a comprender la fuerza de su esencia. Y de aquí es que Jacob, que asegura haber visto a Dios, no vio más que a un ángel. Y de aquí también que Moisés, que habló con Dios cara a cara, dice: "Manifiéstate a mí para que yo te vea" ( Ex 33,18). De cuya petición se deduce que él deseaba ver en la claridad de su naturaleza infinita a Aquél a quien ya había empezado a ver por medio de ciertas figuras.
Crisóstomo, ut sup
Por lo tanto, si los antiguos padres vieron la naturaleza de Dios, nunca lo hubiesen contemplado de una manera diferente. Porque la esencia divina es simple y no tiene figura. No está sentado, ni está en pie, ni anda. Esta es la propiedad de los cuerpos. Por esto dice por medio del profeta: "Yo les he multiplicado la vista, y me he revestido de imágenes en las manos de los profetas" ( Os 12,10), esto es, he condescendido con ellos, y he aparecido, como lo que no era. Mas el Hijo de Dios, que había de aparecérsenos en verdadera carne, quiso ejercitarlos primero en ver a Dios, en cuanto les era posible verle.
San Agustín, ad Paulinam epistola 112, sparsim
Estando escrito: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" ( Mt 5,8), y en otro lugar: "Cuando aparezca seremos semejantes a El, porque le veremos tal y como es" ( 1Jn 3,2). ¿Cómo es que aquí se dice: "Ninguno ha visto a Dios nunca"? ¿No podría responderse que aquellos testimonios se refieren a ver a Dios y no a haberle visto? Porque lo que se ha dicho es que ellos verán a Dios, y no que le vieron. No que le hemos visto sino que le veremos tal y como es. En este sentido se dice: "Que ninguno ha visto a Dios nunca". Esto es, en esta vida no puede verse tal y como es -ni en la vida de los ángeles- según esta vida visible, como se ven las cosas sensibles, por medio de los ojos de la carne.
San Gregorio, Moralium, 18, 38
Si bien es verdad que algunos pueden ver la majestad de Dios, aun viviendo en esta vida pasajera, por medio de la contemplación y elevándose a los más altos grados de la virtud, esto no se opone a lo que se acaba de decir. Porque todo el que ve la sabiduría (que es Dios) muere absolutamente a esta vida, sin que le quede afecto alguno a las cosas de la tierra.
San Agustín, super Genesim 12, 27
De modo que si alguno no muere a las cosas de esta vida, bien desnudándose de las cosas corporales, bien alejándose y despojándose de los sentidos exteriores -hasta el punto de que no pueda saber perfectamente, como dice el Apóstol ( 2Cor 12,2), si está en el cuerpo o fuera del cuerpo- no será arrebatado por aquella visión ni jamás la alcanzará.
San Gregorio, ut sup
Debe tenerse en cuenta que hubo algunos que dijeron que Dios podía ser visto en la eterna bienaventuranza en toda su majestad, pero que no podía verse en cuanto a su naturaleza. La nimia sutileza de este pensamiento engañó a éstos con exceso, porque no hay diferencia alguna entre la claridad y la naturaleza en aquella esencia simple e inmutable.
San Agustín, ad Paulinam epistola 110, cap. 4
Y si se dice, respecto de lo que está escrito, que "A Dios nadie le vio jamás" -en lo que sólo debe entenderse que se refiere a los hombres- el Apóstol explica esto más claramente diciendo: "A quien ninguno de los hombres vio, ni puede ver" ( 1Tim 6,16). Y así, si se dijese "ninguno de los hombres" parecerá que aquella cuestión estaría resuelta, porque no se opone a esto lo que dice el Señor: "Los ángeles del Señor siempre ven la cara de mi Padre" ( Mt 18,10), para que creamos que los ángeles ven a Dios, a quien "nadie le vio jamás" esto es, de los hombres.
San Gregorio, ut sup
Hay algunos que dicen que no pueden ver a Dios ni aun los ángeles.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 14
Es verdad que no sólo los profetas, ni los ángeles, ni los arcángeles, pueden ver a Dios tal y como es. Y si se les pregunta, esto es, a los ángeles, oirás que nada responden acerca de su esencia. No sólo cantan gloria a Dios en las alturas, sino también paz en la tierra a los hombres de buena voluntad ( Lc 2,14). Y aun cuando se desee aprender algo por el querubín y el serafín, se oirá la melodía mística de su santa misión, esto es, un himno espiritual, en que dicen que el cielo y la tierra están llenos de su gloria.
San Agustín, ad Paulinam epistola 112, cap.7
Lo cual es tan verdadero, que ninguno podrá jamás comprender la grandeza de su Dios, no sólo con los ojos de la carne, sino ni aun con la más alta contemplación. Una cosa es ver y otra cosa comprender la totalidad de lo que se ve. Porque una cosa se ve en tanto que está presente al sentido de la vista, pero para comprenderla en su integridad cuando se ve es necesario conocerla de tal modo que se vea todo lo que encierra y los límites que la determinan.
San Agustín, ut sup
En este sentido sólo el Hijo y el Espíritu Santo ven al Padre. Lo que es de naturaleza creada, ¿cómo podrá ver lo que es increable? Y así ninguno conoce a Dios como el Hijo. Por esto sigue: "El Hijo Unigénito", etc. Y no se crea que se entiende con este nombre a alguno de aquellos que han sido constituidos por hijos en virtud de la gracia, porque se añade el artículo. Y por si esto no es suficiente, se ha añadido el otro nombre: Unigénito.
San Hilario, De Trin., 1, 6
La cualidad de la naturaleza divina no parecía bastante explícita con el nombre "Hijo" si no se hubiese añadido, para dar más propiedad a la frase y para significar la excepción, otra palabra: "Unigénito". Diciéndola además de "el Hijo" se concluye la idea de adopción, dado que la palabra "Unigénito" sólo puede referirse a su naturaleza divina.
Crisóstomo, ut sup
Y puso también otra cosa diciendo: "Que está en el seno del Padre". Porque el estar en este seno ¿no es mucho más que verle sencillamente? Y el que simplemente ve no tiene conocimiento de la cosa que ve, mas el que está en el interior, nada desconoce. Y cuando se oiga, por lo tanto, que ninguno conoce al Padre más que el Hijo, no debe decirse que aunque le conoce más que todos, no le conoce en cuanto es. Porque además el Evangelista dice que El habita en el seno del Padre para que no creamos que por esto se da a conocer otra cosa que la íntima unión del Unigénito y la coeternidad con el Padre.
San Agustín, in Ioannem, tract.3
En el seno del Padre, esto es, en el secreto del Padre, porque el Padre no tiene seno como nosotros lo tenemos en los vestidos, ni debe pensarse que se sienta como nosotros nos sentamos. De modo que no está ceñido para tener seno, sino que así como nuestro seno es interior, al secreto del Padre se le llama seno del Padre. Y el que conoce al Padre en su secreto es el que contó lo que vio.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 14
¿Y cómo lo refirió? Diciendo que no hay sino un solo Dios; pero esto lo dicen Moisés y los profetas. ¿Qué más, pues, aprendimos por el Hijo que existe en el seno del Padre? En primer lugar, que las cosas que han referido otros las han referido con la cooperación del Unigénito. Y además que hemos recibido un don mucho mayor por medio del Unigénito y conocido que Dios es espíritu y que los que le adoran le deben adorar en espíritu y que Dios es Padre del Unigénito.
Beda
Además, si se refiere a tiempo pasado, cuando dice "contó", una vez hecho hombre el Hijo nos enseñó lo que debe saberse acerca de la unidad de la Trinidad, y cómo podemos llegar hasta su conocimiento, y por qué medio puede llegarse hasta ello. Y si se refiere a lo futuro entonces referirá cómo lleva a sus escogidos hasta el conocimiento de su gloria.
San Agustín, ut sup
Hay algunos hombres que dicen, engañados por la vanidad de su corazón, que el Padre es invisible y que el Hijo es visible. Pero si se dice que el Hijo es visible en virtud de la carne, nosotros lo concedemos también. Y esto es un dogma católico. Pero si, como ellos dicen, era visible antes de haberse encarnado, se equivocan en gran manera, porque Jesucristo es la sabiduría y el poder de Dios. La sabiduría de Dios no puede verse por medio de los ojos. Y si la palabra del hombre no se ve con los ojos, ¿cómo puede verse la Palabra de Dios?
Crisóstomo, ut sup
Y esto no es exclusivamente de El, porque ninguno ha visto a Dios nunca; pero vio al Hijo, porque, como San Pablo dice ( Col 1,15): "Es la imagen de Dios invisible". Aquél que es imagen de lo invisible, El también es invisible.
Notas
1. Heracleón perteneció a la secta gnóstica de los valentinianos y compuso un comentario al Evangelio según San Juan.
2. El Apóstol San Juan, autor de un Evangelio.