"En verdad, en verdad te digo, que cuando eras mozo, te ceñías e ibas a donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro, y te llevará a donde tú no quieras". Esto dijo, señalando con qué muerte había de glorificar a Dios. (vv. 18-19)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 87
Después que el Señor habló a Pedro del amor que éste le tenía, le predice el martirio que deberá sufrir por El, enseñándonos el modo cómo se le debe amar. Por eso dice: "En verdad, en verdad, te digo, que cuando eras joven, te ceñías e ibas a donde querías". Le recuerda su primera juventud, porque en las cosas del mundo el joven es útil, pero el que envejece se inutiliza, lo que no sucede en las cosas divinas, porque en la ancianidad es más esclarecida la virtud y más industriosa, a pesar de la edad. Como Pedro siempre quería hallarse en los peligros con Cristo, le dice: Confía, porque yo satisfaré tu deseo de tal modo, que padecerás siendo anciano lo que no padeciste de joven. Por eso sigue: "Cuando envejecieres", por lo que se da a entender que a la sazón no era joven ni viejo, sino varón perfecto.
Orígenes, super Mat
Observa que no es fácil encontrar que los que son aptos para esta obra, pasen de pronto de esta vida a la otra, pues aquí se le dice a Pedro: "Cuando envejecerás extenderás tus manos".
San Agustín, in Ioannem, tract., 123
Esto es, serás crucificado, pues a esto vendrás para que otro te ciña y te lleve donde tú no quieras. Primero dijo lo que sucedería, y después el modo, pues no sólo fue crucificado, sino que fue conducido a donde él no quería para crucificarle. El quería verse desembarazado de su cuerpo mortal y estar con Cristo. Pero (si era posible) deseaba la vida eterna sin las molestias de la muerte, las que sufrió contra su voluntad, triunfando de ellas voluntariamente. Este sentimiento de repugnancia a la muerte es inherente a la naturaleza, y la misma ancianidad no pudo librar a Pedro. Pero sean cuales fueren las agonías de la muerte, debe superarlas a fuerza del amor por Aquel que, siendo nuestra vida, quiso morir por nosotros. Porque si la muerte fuera de poca importancia, no sería tan grande la gloria del martirio.
Crisóstomo, ut supra
Dice, pues, "Adonde tú no quieras", por el natural sufrimiento del alma, que no quiere separarse del cuerpo, disponiéndolo Dios así, para que muchos no se quiten la vida. Después, para levantar el espíritu del oyente, continuó el Evangelista: "Esto lo dijo para significar con qué género de muerte glorificaría a Dios". El no dijo qué clase de suplicio sufriría, para que aprendas que el padecer por Cristo es gloria y honor para el paciente. Si el alma de un mártir no tuviese la seguridad de que realmente existe Dios, no soportaría de ningún modo la consideración de la muerte, por la que se revela la certeza de la gloria divina.
San Agustín, ut supra
Este es el fin que encontró aquel que negó y amó, dando su vida con perfecto amor por aquel a quien había prometido en una precipitación culpable que daría su vida. Convenía, pues, que Cristo muriera por la salvación de Pedro, y que después Pedro muriera por la predicación de Cristo.