"No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Ya habéis oído que os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amaseis os gozaríais ciertamente, porque voy al Padre: porque el Padre es mayor que yo. Y ahora os lo he dicho antes que sea, para que lo creáis cuando fuere hecho. Ya no hablaré con vosotros muchas cosas, porque viene el príncipe de este mundo, y no tiene nada en mí. Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y cómo me dio el mandamiento el Padre, así hago. Levantaos, y vamos de aquí". (vv. 27-31)
Crisóstomo In Ioannem hom., 74.
Como había dicho: "Os dejo la paz" ( Jn 14,27) (cosa propia del que se ausenta), pudiendo esto turbarlos, dice: "No se turbe vuestro corazón ni se acobarde", porque esto lo sufrían por el amor y aquello por el miedo.
San Agustín In Ioannem tract., 78.
Podía turbarse y temblar el corazón de ellos, porque se ausentaba (aunque había de volver), y acaso entre tanto el lobo invadiría el rebaño por la ausencia del pastor. De aquí sigue: "Habéis oído que os dije: Voy y vengo a vosotros". Iba en tanto que era hombre, más permanecía en cuanto era Dios. ¿Por qué así turbarse y temblar su corazón, cuando si bien se ocultaba a la vista, no abandonaba al corazón? Y para que comprendiesen que al decir que se iba hablaba en cuanto hombre, dijo: "Si me amaseis os alegraríais, porque voy al Padre", etc. Por lo mismo de que el Hijo no era igual al Padre, por eso irá al Padre, desde el cual vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Mas también por lo mismo que es igual al Generador, no se separa del Padre, sino que está con El todo en todas partes, con igual divinidad, la cual no ocupa lugar. El mismo Hijo de Dios, igual al Padre en la forma de Dios (porque se anonadó no dejando la forma de Dios, sino tomando la de siervo), es también mayor a sí mismo, porque la forma de Dios, no perdida, es superior a la de siervo, tomada. Esta, pues, es la forma de siervo, respecto de la que el Hijo de Dios es menor, no sólo al Padre, sino también al Espíritu Santo. También respecto de esta forma de siervo, Cristo era inferior a sus propios padres, cuando siendo niño les estaba sometido según dice el Evangelio. Reconozcamos, pues, la doble naturaleza de Cristo: la una por la cual es igual al Padre, que es la divina, y la humana, que le hace inferior al Padre. Una y otra naturaleza no constituyen dos, sino un solo Cristo, porque Dios no es cuaternidad, sino Trinidad. Dijo asimismo: "Si me amarais, os alegraríais, porque voy al Padre", en atención a que la naturaleza humana merecía albricias por haber sido tomada por el Verbo Unigénito, que la había de hacer inmortal en el cielo, y hasta tal punto se había de sublimar en la tierra, que el polvo incorruptible se sentaría a la derecha del Padre. ¿Quién, que ame a Cristo en tal manera, no había de alegrarse, viendo su naturaleza elevada a grado inmortal, y esperando para sí gloria semejante por Cristo?
San Hilario De Trin. lib. 9.
Si por la autoridad del donante el Padre es mayor que yo, ¿acaso se aminora el Hijo por la confesión de esta donación? El donante es mayor, en efecto, pero ya no es menor al que se le concede el que sea uno con El.
Crisóstomo ut supra.
Aún no conocían los Apóstoles lo que significaba aquella resurrección que había predicho, diciendo "Voy y vengo a vosotros", ni tenían un concepto adecuado de El, sino que juzgaban que el Padre era superior. Quiere, pues, decirles: Aunque tembláis por mi causa, creyendo que yo no me basto para auxiliarme a mí mismo, ni confiáis en que de nuevo os veré después de la cruz, sin embargo, oyendo que voy al Padre, convenía que os alegraseis, porque voy hacia un ser superior, capaz de destruir todo lo que me molesta. Todas estas cosas se dirigían a la debilidad de los discípulos. Por eso añade: "Y os lo he dicho ahora, antes que suceda, para que creáis cuando haya sucedido".
San Agustín In Ioannem tract., 79.
¿Cómo es esto? ¿Pues no debe creer el hombre, antes que suceda, todo aquello que tiene obligación de creer? En verdad que el mérito de la fe está en que no se vea aquello que se cree. Porque si bien se dijo: "Porque viste, creíste" ( Jn 20,29), aquel a quien esto se dijo, no creyó lo mismo que vio: vio al hombre y creyó en Dios. Mas aunque se dice que se creen las cosas que se ven, como suele decir cada cual que ha creído con los ojos, sin embargo, no es ésta la fe que se edifica en nosotros, sino que por las cosas que vemos se opera en nosotros la creencia de aquellas que no se ven. Dice: "Cuando haya sucedido", porque después de la muerte, lo habían de ver vivo y subiendo al Padre. Y visto esto, habrían de creer que El es el Cristo, Hijo de Dios, porque pudo hacer esto y predecirlo antes que sucediese. Y habían de creer esto, no por una fe nueva, sino por la misma fe aumentada. O mejor, con una fe que faltó cuando murió, pero que renació con la resurrección.
San Hilario ut supra.
Aduce el mérito de la gloria que había de recibir, diciendo: "Ya no hablaré muchas cosas con vosotros".
Beda.
Hablaba de este modo, porque estaba muy cercano el tiempo en que había de ser preso y llevado a la muerte: "Porque viene el príncipe de este mundo".
San Agustín ut supra.
¿Quién sino el diablo? Mas el diablo no es príncipe de las criaturas, sino de los pecadores. De aquí, cuando el Apóstol dice: "Contra los rectores del mundo" ( Ef 6,12), expone en seguida lo que entiende por mundo: "De estas tinieblas", esto es, de los hombres impíos. "Y nada tiene en mí"; porque ni Dios había venido con pecado, ni la Virgen había parido su carne de la descendencia del pecado. Y como si alguien le objetase: ¿Entonces cómo vas tú a morir, no teniendo pecado, cuando sólo éste es merecedor de la muerte? Continúa: "Para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me dio el mandamiento, así hago. Levantáos, vamos de aquí", porque recostado hablaba a los discípulos, también recostados 1. "Vamos" (dijo) al lugar en que tiene que ser entregado a la muerte, el que de ninguna manera la merecía. Mas para morir, tenía el mandato del Padre.
San Agustín Contra Arianos cap. 11.
Pero que el Hijo sea obediente a la voluntad y precepto del Padre, no prueba, ni aun en los hombres, desigualdad de naturaleza, porque Cristo no sólo es Dios, por cuya naturaleza es igual al Padre, sino también hombre, por cuya naturaleza es menor que el Padre.
Crisóstomo hom. 75.
O esto que dice "Levantaos, vamos de aquí", es principio de otro pensamiento. Era consiguiente que se llenasen de temor, estando en medio del campo, sumergidos en las sombras de la noche, y, por lo tanto, que lejos de atender a lo que se les decía, volviesen los ojos alrededor y viesen en la imaginación a los perseguidores, máxime cuando oían: "Todavía estoy un poco con vosotros ( Jn 7,33), y "el príncipe de este mundo viene" ( Jn 14,30). Y como oyendo esto y otras cosas semejantes, apenas atendían y se turbaban, los lleva a otro sitio, para que, considerándose en seguridad, no se cuiden de nada más que de oír, porque tenían que escuchar grandes dogmas.
Notas
1. En tiempos del NT, los comensales comían reclinados sobre tapices o almohadas extendidos alrededor de la mesa, según la costumbre greco-romana. Se apoyaban sobre el brazo izquierdo, dejando el derecho libre para comer. Los huéspedes se disponían en torno a la mesa de tal manera que cada persona tenía su cabeza cerca del pecho del comensal que estaba detrás de él.