Jesús, pues, seis días antes de la Pascua, vino a Betania, en donde había muerto Lázaro, al que Jesús resucitó. Y le dieron allí una cena: y Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados con El a la mesa. Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, y le enjugó los pies con sus cabellos, y se llenó la casa del olor del ungüento. Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariotes, el que le había de entregar: "¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos denarios y se ha dado a pobres?" Y dijo esto, no porque él cuidase de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo sus bolsillos, traía lo que se echaba en ellos. Y dijo Jesús: "Dejadla que lo guarde para el día de mi entierro. Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a mí no siempre me tenéis". Entendió, pues, un crecido número de judíos que Jesús estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de El, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Y los príncipes de los sacerdotes pensaron matar también a Lázaro. Porque muchos por él se separaban de los judíos y creían en Jesús. (vv. 1-11)
Alcuino.
Acercándose el tiempo en que el Señor había determinado padecer, se acercó también El al lugar en que había de terminar la obra de su pasión. Jesús, primero vino a Betania, después a Jerusalén. A Jerusalén, para padecer allí; a Betania para que la resurrección de Lázaro se grabara más profundamente en la memoria de todos: "En donde había muerto Lázaro al que Jesús resucitó".
Teofilacto.
En el décimo día del mes, toman los judíos un cordero para sacrificarlo en la fiesta de la Pascua. Entonces comienzan para ellos las solemnidades de esta fiesta. Por eso el día que hace el noveno del mes y que precede al día sexto antes de la Pascua, celebran grandes banquetes, y fijan en este día el principio de la fiesta, lo cual dio ocasión a que Jesús al ir a Betania fuese convidado a comer: "Y le dieron allí una cena". Presentándonos a Marta sirviendo a la mesa, nos da a entender el evangelista, que en su casa se celebra el convite. Pero observa la fidelidad de esta mujer; no cede ella este oficio a los criados, sino que ella misma lo desempeña. Por otra parte, el evangelista, queriendo darnos una señal de la resurrección de Lázaro, añade: "Lázaro era uno de los que estaban sentados con El a la mesa".
San Agustín In Ioannem tract., 50.
El vivía, hablaba, comía; la verdad resplandecía, la incredulidad de los judíos estaba confundida.
Crisóstomo In Ioannem hom., 64.
María no atendía al servicio general, y sólo se ocupaba de la gloria del Señor, y no se acercaba a El como a hombre, sino como a Dios. "Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, y le enjugó los pies con sus cabellos", etc.
San Agustín tract. 55.
Debemos creer que la palabra
pistici indica el lugar de donde era este precioso perfume.
Alcuino.
O también
fiel y no adulterado con sustancias extrañas
1. Esta es aquella mujer, pecadora en otro tiempo, que vino al Señor en casa de Simón con un vaso de rico perfume.
San Agustín De cons. evang., 2,
79
Este hecho, que se repitió en Betania, no es el mismo que el que refiere San Lucas; pero San Juan, San Mateo y San Marcos lo refieren de la misma manera. Que San Mateo y San Marcos digan que fue la cabeza de Jesús la que ungió con el perfume y San Juan diga que los pies, debemos entenderlo en el sentido de que ungió la cabeza y lo pies. San Mateo y San Marcos, recapitulando aquel día, que era el sexto antes de la Pascua, se refieren nuevamente a Betania, y narran lo que San Juan sobre la cena y el perfume.
"Y se llenó la casa del olor del ungüento".
San Agustín In Ioannem tract., 50.
El sentido de este pasaje se ilumina con aquellas palabras del Apóstol: "A los unos en verdad olor de muerte para muerte; y a los otros olor de vida para vida" (
2Cor 2,16). Finalmente, verás aquí cómo este bálsamo es para unos precioso olor que da la vida, y para otros olor corrompido que produce la muerte. Continúa diciendo: "Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, el que le había de entregar: Por qué no se ha vendido este ungüento", etc.
San Agustín De cons. evang., 2,
79
Al decir los otros evangelistas que los discípulos murmuraron de que se hubiera derramado este rico perfume, mientras que San Juan sólo nombra a Judas, pienso que es a Judas a quien han querido referirse todos ellos, usando un plural por un singular. Puede también entenderse en el sentido de que los demás discípulos o sintieron esto o lo dijeron, o Judas hablándoles los persuadió con sus palabras, San Marcos y San Mateo expresan con palabras la voluntad de todos, pero Judas habló así porque era ladrón; los demás por solicitud para con los pobres. San Juan no tendría intención de hablar más que de Judas, aprovechando esta ocasión a fin de hacer constar el hábito que tenía Judas de robar, porque añade: "Y dijo esto no porque él cuidase de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo sus bolsillos traía lo que echaba en ellos".
Alcuino
Su cargo era llevar la bolsa; su crimen, robarla.
San Agustín In Ioannem tract., 50.
No pereció Judas en el momento en que recibió de los judíos el dinero para entregar al Señor; ya era un ladrón. Perdido este hombre, no seguía al Señor con el corazón sino con el cuerpo. Con esto nos quiso enseñar el Señor a sufrir a los malos para que no dividamos el cuerpo de Cristo. Aquel que roba algo a la Iglesia es semejante a Judas. Si eres bueno, tolera al malo para que obtengas la recompensa de los buenos y no incurras en el castigo de los malos. Toma el ejemplo del Señor mientras vivió en la tierra. ¿Por qué tenía depositarios Aquel a quien los ángeles servían la comida, sino porque su Iglesia había de tener necesidad de depositarios? ¿Por qué admitió ladrones sino con el fin de que su Iglesia, en tanto que tuviera ladrones supiera soportarlos? Pero aquel que acostumbraba a robar el dinero de la bolsa, no vaciló en vender por dinero al Señor.
Crisóstomo In Ioannem hom., 64.
El confió a este ladrón la bolsa de los pobres para quitarle toda ocasión, a fin de que no pudiera decir que por deseo de dinero había cometido aquella traición, toda vez que en la bolsa tenía bastante dinero con que apagar su codicia.
Teofilacto.
Opinan algunos que Judas tenía la administración del dinero, como el último de todos que era, porque la administración de las cosas temporales es inferior a la de la doctrina, conforme a las palabras que se leen en los Hechos de los Apóstoles (
Hch 6,2): "No es justo que dejemos nosotros la palabra de Dios y que sirvamos a las mesas".
Crisóstomo ut supra.
Jesucristo, usando de mucha condescendencia con Judas, no le echó en cara sus robos, sino que lo disculpó: "Dejadla que lo guarde para el día de mi entierro".
Alcuino.
Da a entender su muerte, y que debía ser ungido con aromas. Por eso a María, a quien no le habría de ser lícito ungir el cuerpo muerto del Salvador, deseándolo tanto, se le concedió, estando vivo, este privilegio, que no hubiera podido participar después de muerto por la pronta resurrección.
Crisóstomo ut supra.
Otra vez por causa del traidor hace mención de su sepultura, como si quisiera decir: te soy grave y pesado, mas espera un poco y me iré. Y esto mismo manifiesta cuando añade: "Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros; mas a mí no siempre me tenéis".
San Agustín In Ioannem tract., 50.
El hablaba de su presencia corporal, pues en cuanto a su majestad, a su providencia, a su gracia inefable e invisible, se cumple lo que por El se ha dicho (
Mt 28,20): "He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos". O de otro modo: en la persona de Judas están representados los malos en la Iglesia, porque si eres bueno tendrás la presencia de Cristo por la fe y por el sacramento, y lo tendrás siempre. Porque cuando salgas de este mundo, irás a Aquel que dijo al ladrón (
Lc 23,43): "Hoy serás conmigo en el Paraíso". Pero si, por el contrario, vives mal, te parecerá tener presente a Cristo, porque estás bautizado con el bautismo de Cristo; te acercas al altar de Cristo, pero viviendo mal, no lo tendrás siempre. El no dijo
tienes, en singular, sino
tenéis, en plural, porque un solo malo representa todo el cuerpo de los malos. "Entendió, pues, un crecido número de judíos, que Jesús estaba allí; y vinieron, no solamente por causa de El, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos". La curiosidad los trajo, no la caridad.
Teofilacto.
Ellos deseaban ver al resucitado, esperando oír de la boca de Lázaro alguna cosa acerca del lugar de las almas.
San Agustín ut supra.
Como el milagro hecho por el Señor era tan grande, se había extendido por todas partes con tanta evidencia, y se había hecho tan público, que no pudiendo ni ocultar el hecho, ni negarlo, pensaron dar muerte a Lázaro. "Y los príncipes de los sacerdotes pensaron", etc. ¡Pensamiento insensato y ciega crueldad! Como si el Señor, que pudo resucitar a un muerto, no pudiera hacer lo mismo con un asesinado. He aquí que el Señor hizo las dos cosas, pues resucitó a Lázaro muerto, y se resucitó a sí mismo que había sido muerto.
Crisóstomo In Ioannem hom., 65.
Ningún milagro de Cristo los había enfurecido tanto. Este era el más notable de todos y se había obrado en presencia de mucha gente, y era increíble ver y oír hablar a un muerto de cuatro días. En otras circunstancias, ellos tramaban acusarlo de quebrantar el sábado y por este medio levantar las turbas contra El. Mas ahora, no encontrando motivo alguno para quejarse contra Jesús, dirigen sus ataques contra Lázaro; y aun con el ciego hubieran hecho ellos lo mismo, si no hubiesen tenido la acusación de la violación del sábado. O bien, al ciego que era de baja y humilde condición, lo echaron del templo, mientras que Lázaro era noble, lo cual se comprende por la multitud de personas que vinieron a consolar a sus hermanas. Esto les mortificaba sobremanera: ver que todos, sin cuidarse de la solemnidad próxima venían a Betania.
Alcuino.
En sentido místico, que viniera a Betania antes de seis días, significa que el que había hecho todas las cosas en seis días y en el séptimo había creado al hombre, había venido a rescatar al mundo en la edad sexta del mismo, en el día sexto y a la hora sexta. La cena del Señor es la fe de la Iglesia, que obra por la caridad. Marta sirve, cuando el alma fiel consagra al Señor las obras de su devoción. Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa, cuando aquellos que después de muertos por el pecado son resucitados a la vida de la gracia, se alegran de la presencia de la verdad con aquellos que permanecieron en su justicia y se alimentan de los dones de la gracia celestial. Y con razón esta fiesta se celebra en Betania, que significa casa de obediencia
2, pues la Iglesia es la casa de obediencia.
San Agustín ut supra.
El perfume con que María ungió los pies de Jesús fue la justicia, y por eso llevaba una libra. Este perfume era de precioso nardo líquido;
pisti(
en griego significa
fe
3. ¿Quieres obrar la justicia? El justo vive de la fe (
Rom 1,17). Unge los pies de Jesús viviendo bien; sigue sus huellas; enjúgalas con tus cabellos. Si tienes algo superfluo, dalo a los pobres y habrás enjugado los pies del Señor, porque los cabellos parecen lo superfluo del cuerpo.
Alcuino.
Debemos notar que la primera vez sólo había ungido los pies, pero ahora ungió los pies y la cabeza. Allí se significan los principios, que son la penitencia; aquí la justicia de las almas perfectas, pues por la cabeza del Señor se entiende la sublimidad de la divinidad, y por los pies la humildad de la encarnación. O bien, por la cabeza se entiende el mismo Cristo y por los pies los pobres, que son sus miembros.
San Agustín ut supra.
Se llenó la casa de olor; el mundo se llenó de buen nombre.
Notas
2.
Literalmente, Betania parece significar
casa del pobre, o bien
casa de Ananías, que significa protegido por Dios. Orígenes derivaba el nombre de
bet'bara,
casa de la preparación.