Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros, y decían: "¿Cómo nos puede dar éste su carne a comer?" Y Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: Que si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el último día". (vv. 53-55)
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Y como los judíos no entendían cuál era aquel pan de concordia, disputaban entre sí. Por esto dice: "Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros", etc. Mas los que comen de este pan, no discuten entre sí, puesto que por medio de este pan Dios hace habitar a todos unidos en su casa.
Beda.
Creían pues los judíos, que el Señor dividiría en trozos su propia carne y se la daría a comer; por esto disputaban porque no entendían.
Crisóstomo in Ioannem hom. 46.
Y como decían que esto era imposible, esto es, que diese a comer su propia carne, les dio a entender que no sólo no era imposible, sino muy necesario; por esto sigue: "Y Jesús les dijo: en verdad, en verdad os digo que si no comiereis la carne", etc. Como diciendo: de qué modo se da y cómo debe comerse este pan, vosotros no lo sabéis, mas si no lo comiereis, no tendréis vida en vosotros.
San Agustín, ut supra
Como si dijese: vosotros ignoráis de qué manera alguien puede ser comido y cuál sea el modo de comer aquel pan, pero aun así "si no comiéreis la carne del Hijo del hombre y bebiéreis su sangre, no tendréis vida en vosotros".
Beda
Y para que no creyesen que esto se decía para ellos solos, formuló a continuación una sentencia general, diciendo: "Que el que come mi carne y bebe mi sangre", etc. Y para que no entendiesen que se refería a esta vida y cuestionasen acerca de ello, añadió: "Tiene vida eterna". Mas no la tiene el que no come esta carne ni bebe esta sangre, puesto que podemos tener la vida temporal prescindiendo de El, pero de ninguna manera la vida eterna. No sucede así respecto de la comida que tomamos para alimentar esta vida temporal, porque los que no la reciben, no viven, ni tampoco vivirá el que la tome, puesto que sucede que mueren todos los que la toman, o por enfermedad, o por ancianidad, o por cualquier otra causa. Mas respecto de esta comida y esta bebida, esto es, del cuerpo y la sangre del Señor, no sucede así. Porque el que no la toma no tiene vida eterna y el que la toma tiene vida y ésta es eterna.
Teofilacto
Porque no es carne de un mero hombre, sino de Dios, quien deseando hacer al hombre divino, como que lo embriaga en su divinidad.
San Agustín De civ. Dei. 22, 19
Hay algunos que, por lo que dice aquí, ofrecen la salvación a los hombres purificados por el bautismo de Jesucristo, con tal que participen de su cuerpo (aunque vivan de cualquier modo). Pero les contradice el Apóstol, diciendo: "son bien conocidas las acciones de la carne, como son la fornicación, la inmundicia" ( Gál 5,19), etc. Acerca de lo que os predico, como ya os llevo dicho, que los que así obran, no alcanzarán el reino de Dios. Por esta razón se pregunta con fundamento cómo debe entenderse lo que aquí dice. El que vive unido con su cuerpo -esto es, en unión con los miembros cristianos, de cuyo cuerpo suelen participar todos los fieles que se acercan al altar-, ése puede propiamente decirse que come el cuerpo y bebe la sangre de Jesucristo. Por esto los herejes y los cismáticos, que están separados de la unidad del cuerpo, pueden recibir este sacramento, pero no les aprovecha, antes al contrario, les perjudica, porque son considerados como más pecadores y hay más dificultad para perdonarlos. Y ellos no deben considerarse como seguros por sus costumbres malas y depravadas, porque por la maldad de su vida abandonaron la misma santidad de la vida, que es Jesucristo, ya fornicando, o ya haciendo otras cosas por el estilo. Y no puede decirse que éstos coman el cuerpo de Jesucristo, porque ni aun deben contarse entre los miembros de Jesucristo. Y pasando otras cosas en silencio, no pueden ser a la vez miembros de Jesucristo y miembros de una mujer impúdica.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Quiere que se entienda por esta comida y esta bebida la unión que hay entre su cuerpo y sus miembros, como es la Iglesia en sus predestinados, en los llamados, en los justificados, en los santos glorificados y en sus fieles. Este sacramento (esto es, la unidad del cuerpo y la sangre de Jesucristo), que en algunos lugares se prepara todos los días en la mesa del Señor y en otros, sólo de tiempo en tiempo y se recibe de la mesa del Señor, para unos es vida, para otros condenación. Pero la entidad de aquello que constituye el sacramento, da vida a todo hombre, y a ninguno sirve de condenación, cualquiera que sea el que de ella participa. Y para que no creyesen que por medio de esta comida y esta bebida se ofrecía la vida eterna de tal modo que aquéllos que la recibiesen ya no morirían ni aun en cuanto al cuerpo, saliendo al encuentro de esta idea, continuó diciendo: "Y yo le resucitaré en el último día", con el fin de que tenga entre tanto la vida eterna, según el espíritu, en el descanso donde se encuentran las almas de los justos. Mas en cuanto al cuerpo, ni aun éste carecerá de vida eterna, porque en la resurrección de los muertos, cuando llegue el último día, la tendrá.