Vino, pues, otra vez a Caná de Galilea, en donde había hecho el agua vino. Y había en Cafarnaúm un señor de la corte, cuyo hijo estaba enfermo. Este, habiendo oído que Jesús venía de la Judea a la Galilea, fue a El y le rogaba que descendiese y sanase a su hijo, porque se estaba muriendo. Y Jesús le dijo: "Si no viéreis milagros y prodigios, no creéis". El de la corte le dijo: "Señor, ven antes que muera mi hijo". Jesús le dijo: "Ve, que tu hijo vive". Creyó el hombre a la palabra que le dijo Jesús, y se fue. Y cuando se volvía, salieron a él sus criados y le dieron nuevas, diciendo que su hijo vivía. Y les preguntó la hora en que había comenzado a mejorar, y le dijeron: "Ayer a las siete le dejó la fiebre". Y entendió entonces el padre que era la misma hora en que Jesús le dijo "Tu hijo vive", y creyó él y toda su casa. Este segundo milagro hizo Jesús otra vez, cuando vino de la Judea a la Galilea. (vv. 46-54)
Crisóstomo,
In Ioannem hom., 34
En primer lugar, el Señor (como ya se ha dicho antes) había venido a Caná de Galilea llamado a unas bodas. Ahora va a esta ciudad por su propia voluntad, y dejando su patria, a fin de atraerlos más a la fe. Para que la fe, que ya había penetrado en ellos desde su primer milagro, se hiciese más fuerte con su presencia.
San Agustín,
In Ioannem tract., 16
Allí, pues, creyeron en El sus discípulos cuando convirtió el agua en vino. Y estando la casa llena de invitados, y siendo el milagro tan grande, no creyeron en El sino los discípulos. Por esta causa retorna a aquella ciudad, a saber: para que ahora crean los que no creyeron por las razones primeras.
Teofilacto
Nos recuerda el evangelista el milagro realizado en Caná de Galilea, del agua convertida en vino, para dar más fuerza a la predicación de Cristo. Porque los galileos recibieron a Jesús, no sólo por los milagros hechos en Jerusalén, sino también por los llevados a cabo entre ellos, aduciendo al mismo tiempo la razón de que en El hubiese creído, sin conocer la dignidad de que Jesús estaba revestido, un cortesano. De donde prosigue: "Y había allí un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm".
Orígenes,
ut supra
Pensará acaso alguno que ese cortesano era uno de los generales de Herodes, o alguno de los de la familia del César que ejerciera por aquel tiempo un cargo en Judea; porque no se dice que fuera judío.
Crisóstomo
Llámase "cortesano", o porque fuese de familia real, o porque tuviese dignidad de príncipe, por lo que recibía tal denominación. Por ello creen algunos que éste fue el mismo centurión que se cita en San Mateo. Pero se manifiesta por otra parte que era distinto de aquel otro. Porque aquel otro, cuando Jesús quería ir a su casa, le ruega que no se moleste; pero éste no le ofrecía nada, y lo llevaba hacia su casa. Mas aquél salió al encuentro de Jesús bajando de un monte, y entró en Cafarnaúm; y éste se unió con Jesús cuando venía a Caná. El hijo de aquél estaba paralítico, mas el hijo de éste padecía fiebre. Acerca de este cortesano se dice: "Este, habiendo oído que Jesús venía de la Judea a la Galilea, fue a El y le rogaba", etc.
San Agustín,
ut supra
El que rogaba, ¿aún no creía? ¿Qué esperas oír de mí? Pregunta al Salvador qué opinaba de él. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: si no viereis milagros y prodigios, no creéis". Reprende a aquel hombre como perezoso y frío en la fe, o de que no tenía fe alguna pero deseando probarle quién era Cristo, cuál era y cuánto podía, lo tienta por medio de la salud de su hijo. Se llamó prodigio como cosa dicha de lejos, porque "que se dice de lejos" significa la cosa con prioridad, y se extiende a lo futuro.
San Agustín,
De cons. evang, 4, 10
Tanto desea el Señor ensalzar el alma del que cree sobre todas las cosas mudables, que no quiere que los fieles duden acerca de aquellos milagros que se hacen por el divino poder, en la mutabilidad de los cuerpos.
San Gregorio,
In Evang. hom., 28
Pero acordaos también de lo que pide, y conoceréis claramente que dudó acerca de la fe. Porque pidió que bajase a sanar a su hijo. Por esto sigue: "Le dice el Cortesano: Señor, ven antes que muera mi hijo". Por lo tanto, no había creído en El, porque no creyó que podría darle la salud si no estaba presente de una manera material.
Crisóstomo,
ut supra
Véase cómo aun trae a Jesucristo de una manera física, como si no pudiese resucitar a su hijo después de muerto. Mas que viniese aun cuando no creía y le rogase, nada tiene de particular, porque los padres acostumbran, efecto de su gran cariño, no sólo a hablar a los médicos en quienes confían, sino también en quienes desconfían, no queriendo callar nada de cuanto pueda contribuir a la salud de sus hijos. Pero si hubiese creído realmente en el poder de Jesucristo, no hubiese dejado de ir a Judea.
San Gregorio,
ut supra
Pero como el Señor es rogado para que vaya, nos indica que no asiente a la invitación, y con sólo mandarlo, le devuelve la salud El que creó todas las cosas por su propia voluntad. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: ve, que tu hijo vive". Aquí se reprende nuestra soberbia; porque en tanto precio tenemos los honores y las riquezas los que cuidamos poco de nuestra verdadera naturaleza (en virtud de la cual hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios). Mas nuestro Redentor, para manifestar que las cosas más apreciables entre los hombres son despreciadas por los santos, no quiso ir a casa del hijo del Cortesano, siendo así que estaba dispuesto a ir a casa del siervo del centurión.
Crisóstomo,
ut supra
Porque allí estaba la fe bien asegurada y, por lo tanto, ofreció ir para que conozcamos la piedad de aquel hombre; mas éste aun era imperfecto y, por lo tanto, aún no conocía claramente que podría curarle estando lejos; pero como Jesús no fue, añade esto. Prosigue: "Creyó el hombre a la palabra que le dijo Jesús y se fue". Sin embargo, no se iba muy contento ni tranquilo.
Orígenes,
In Ioannem tom., 14
Se manifestó desde luego su alta posición y su cargo, porque salieron los criados a encontrarle. Por esto sigue: "Y cuando se volvía, salieron a él sus criados", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Los que le salieron al encuentro no vinieron sólo para anunciarle, sino porque creyeron que ya era inútil la presencia de Jesucristo, quien esperaban que vendría. Y que el cortesano no había creído perfectamente ni de buena fe, se conoce de un modo terminante por lo que sigue: "Y les preguntó la hora en que había comenzado a mejorar". Por lo tanto, quería saber si esta mejoría se debía a la casualidad o al precepto de Jesucristo. Sigue: "Y le dijeron: ayer, a las siete, le dejó la fiebre"
1. Véase aquí cómo se demuestra el milagro, porque no de una manera sencilla, ni como sucede con el que se libra del peligro, sino que de repente y a un mismo tiempo. Para que se vea que lo sucedido no era efecto de la naturaleza, sino del poder de Jesucristo. Por esto sigue: "Conoció, pues, el padre, que era la misma hora en que Jesús le dijo: Tu hijo vive, y creyó él y toda su casa".
San Agustín,
In Ioannem tract., 16
Por tanto, si creyó porque se le dijo que su hijo había sido curado y comparó la hora de los que se lo decían con la del que se lo vaticinaba, cuando rogaba, no creía.
Beda
En esto se da a conocer que hay grados en la fe como en las demás virtudes, en las cuales hay principio, desarrollo y perfección. El principio de la fe de éste estuvo cuando pidió la salud de su hijo; su incremento, cuando creyó en la palabra del Salvador, que le dijo: "Tu hijo vive"; y obtuvo la perfección cuando se lo anunciaron sus criados.
San Agustín,
ut supra
Con la sola palabra creyeron muchos samaritanos, mas con aquel milagro sólo creyó la casa donde tuvo lugar. Después añade el Evangelista: "Este segundo milagro hizo Jesús otra vez cuando vino de la Judea a la Galilea".
Crisóstomo,
In Ioannem hom., 35
Y no añadió esto sin falta de misterio, sino dando a entender que, habiendo hecho este segundo milagro, todavía no habían llegado los judíos a la altura de los samaritanos, que no habían visto ninguna señal.
Orígenes,
In Ioannem tom., 18
Esta frase encierra una anfibología
2, porque en primer término manifiesta que, cuando Jesús venía de Judea a Galilea hizo dos milagros, de los cuales el segundo fue el del hijo del cortesano. Y por otra parte, existiendo dos milagros que Jesús hizo en Galilea, hizo el segundo viniendo de Judea a Galilea, y éste es el verdadero sentido.
En sentido místico puede decirse como Jesús vino a Galilea dos veces, manifestando en ello las dos venidas del Salvador al mundo: la primera, llena de misericordia, como sucedió con el milagro del vino, para alegrar a los convidados; y la segunda, resucitando al hijo del cortesano, que ya estaba casi muerto, o lo que es lo mismo, al pueblo judío, el cual, después que hayan entrado todos los gentiles, vendrá a salvarse cuando el mundo esté próximo a su fin. Grande es el Rey de los reyes, que ha sido constituido por Dios en la cumbre de su monte santo de Sión (
Sal 2). Y los que vieron el día de Este y se alegraron son reconocidos como los de la corte (
Jn 8). Y nosotros creemos que el cortesano representaba a Abraham; que su hijo enfermo era la imagen del pueblo de Israel, debilitado respecto del culto divino, pero que se calentó tanto, quemadas las espigas de su enemigo, y que, por ello, se cree que empezó a enfervorizarse. Y también aparece que, estando los santos por delante después que dejaron el vestido de la carne, salvaron a su pueblo. Por esto se lee en el libro de los Macabeos, después de la muerte de Jeremías: "Este es Jeremías, el profeta de Dios, que ruega mucho por el pueblo" (
Mac 15,14). Luego, Abraham ruega que el pueblo enfermo sea favorecido por el Salvador. Y en verdad que la palabra del poder nació de Caná, en donde se dijo: "Tu hijo vive"; pero la realización de la palabra tuvo lugar en Cafarnaúm, porque allí fue donde el hijo del cortesano se curó, como si viviese en el campo del consuelo. Esto representa a cierto género de hombres débiles, no del todo privados, sin embargo, de acciones buenas. Y aquellas palabras: "si no veis milagros y prodigios no creéis", se le dijo a aquél, que se refieren a muchos de sus hijos, y a él mismo en cierto modo. Y así como San Juan esperaba que se realizase la señal que se le había dado, a saber: "Sobre aquél en que vieres que baja el Espíritu Santo" (
Jn 1,33), así los santos que ya habían muerto, esperaban que se daría a conocer la venida de Jesucristo en nuestra carne mortal por medio de milagros y de prodigios. Mas este cortesano tenía, no sólo aquel hijo, sino también criados, por medio de los que se significa cierta clase de personas que creen poco y con poca firmeza. Y no dejó la fiebre al hijo en la hora séptima por una casualidad, sino que este número siete representa el día del descanso
3.
Alcuino
También puede decirse que, por medio de los siete dones del Espíritu Santo se concede el perdón de los pecados. Y el número siete, partido en tres y en cuatro, significa la Santísima Trinidad y las cuatro estaciones del año, o las cuatro partes del mundo, los cuatro elementos.
Orígenes,
ut supra
También pueden representar
4 las dos venidas de Jesucristo al alma. La primera, cuando hizo el vino del agua, dando esta alegría al alma del convite espiritual. Y la segunda, cuando destruya todas las consecuencias de las tristezas y de la muerte.
Teofilacto
Mas el cortesano es todo hombre, no sólo porque se acerca al Rey de todas las cosas, en cuanto al alma, sino porque él tiene el dominio de todo, cuyo hijo (esto es, la mente) tiene fiebre por todas las malas pasiones y deseos. Y se acerca a Jesús rogándole que baje, esto es, que use de la condescendencia de su misericordia y perdone los pecados, antes que sea muerto por la debilidad de sus pasiones. Pero el Señor le dice: "Ve", esto es: "manifiesta tu marcha continua en dirección del bien, porque entonces tu hijo vivirá; pero si cesas de andar, te mortificará tu conciencia acerca de la ejecución del bien".
Notas
1.
A la hora séptima, es decir a la 1 de la tarde.
2.
Una anfibología es un error lógico que se produce cuando se argumenta a partir de premisas ambiguas debido a su estructura gramatical, como es el caso de las dos interpretaciones posibles de
Jn 4, 54.
3.
La hora séptima, es decir a la 1 de la tarde.
4.
Las dos visitas a Caná.