Y Pedro le dijo: "Señor, ¿dices estas parábolas a nosotros, o también a todos?" Y dijo el Señor: "¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente que puso el señor sobre su familia, para que les dé la medida de trigo en tiempo? Bienaventurado aquel siervo que cuando el señor viniere le hallare así haciendo. Verdaderamente os digo, que lo pondrá sobre todo cuanto posee. Mas si dijere el tal siervo en su corazón: Se tarda mi señor en venir, y comenzare a maltratar a los siervos, y a los criados, y a comer y a beber, y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, y le apartará y pondrá su parte con los desleales". (vv. 41-46)
Teofilacto
San Pedro, a quien ya se había confiado la Iglesia, mostrando cuidar de todos pregunta al Señor si esta parábola se refería a todo el mundo. Por esto sigue: "Y Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?".
Beda
El Señor advertía dos cosas en esta parábola: primero, que El vendría de pronto; y segundo, que se debía estar preparado para recibirlo. Pero no se manifiesta claramente cuál de estas dos cosas preguntó San Pedro o si preguntó las dos a la vez, ni a quiénes se refería al decir todos cuando preguntó: "¿Dices esta parábola a nosotros, o también a todos?". Y por tanto, cuando dice nosotros y todos, es de creer que habla de los apóstoles y de los que se les asemejaban y de los demás fieles, o de los cristianos y los infieles, o de los que van muriendo uno a uno recibiendo de buen o mal grado la venida de su juez y los que, cuando llegue el juicio universal estén aún vivos en la carne. Sería extraño que San Pedro dudase que deben vivir en la sobriedad, la piedad y la justicia los que aguardan la esperanza bienaventurada, o que hubiera de ser imprevisto el juicio de todos y el de cada uno. Por lo que sólo falta decir que, conociendo bien ambas cosas, preguntaba lo que podía ignorar, a saber: si la sublime enseñanza de la vida celestial, por la que había mandado vender los bienes, hacer bolsas que no envejeciesen, tener ceñidos los lomos y vigilar con las antorchas encendidas, se refería a los apóstoles y a sus semejantes, o a todos los que deben salvarse.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
A los que piensan de una manera recta, conviene lo arduo y sublime de los preceptos santos. A los que todavía no han llegado a este grado de perfección, convienen aquellas cosas que no ofrecen ninguna dificultad, por lo que el Señor usa de un ejemplo muy claro, manifestando que el precepto antes dicho se refiere a los que son admitidos en el rango de sus discípulos. Sigue, pues: "Y dijo el Señor: ¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente?".
San Ambrosio
O bien, la forma del precepto anterior es general para todos. Pero el ejemplo que sigue parece que se dirige a los mayordomos -es decir a los sacerdotes-, por lo que continúa: "Y dijo el Señor: ¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente, que puso el señor sobre su familia para que les dé la medida de trigo en tiempo oportuno?".
Teofilacto
La parábola antedicha se refiere en general a todos los fieles; pero oíd lo que os afecta a vosotros, apóstoles y doctores. Os pregunto, pues, ¿qué administrador hay que tenga en sí fidelidad y prudencia? Porque así como en la administración de los bienes se pierden éstos si el administrador no es prudente aunque sea fiel, o no es fiel aunque sea prudente, así también es necesario fidelidad y prudencia en las cosas divinas. He conocido a muchos que, adorando a Dios y siendo fieles, no podían ocuparse con prudencia de asuntos religiosos y no solamente perdían los bienes, sino también las almas, tratando a los pecadores con un celo indiscreto, ya por preceptos inmoderados de penitencia, ya por una mansedumbre inoportuna.
San Crisóstomo, homil. 78, in Matth
Aquí pregunta el Señor por el administrador fiel y prudente, no ignorando quién es, sino queriendo manifestar lo extraordinario de la cosa y el mucho mérito de tal administrador.
Teofilacto
Cualquiera, pues, que se encuentre fiel y prudente, presida a la familia del Señor para darle la medida de trigo en todo tiempo, ya sea por medio de la predicación con que el alma se alimenta, ya por medio del buen ejemplo por el que la vida se endereza.
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 27
Dice medida, porque cada uno de los que lo escuchan tiene diferente capacidad.
San Isidoro in Cat. graec. Patr
Se añade también en el tiempo, porque todo beneficio que no se dispensa en tiempo oportuno es infructuoso y no merece tal nombre. Por eso el pan es apetitoso para el hambriento y no lo es para el que está harto.
Hablando del premio de este administrador, dice: "Bienaventurado aquel siervo que cuando el señor viniere, le hallare así haciendo".
San Basilio, in Cat. graec. Patr. ex Asceticis
No dice obrando por casualidad, sino así haciendo. Porque no sólo conviene vencer, sino pelear convenientemente, lo que consiste en hacer cada cosa según se nos ha mandado.
San Cirilo, ubi sup
Por tanto, si el servidor fiel y prudente distribuye en tiempo oportuno el alimento a los criados -esto es, los manjares espirituales-, será bienaventurado, como dice el Salvador, porque recibirá los mayores bienes y merecerá los premios debidos a los familiares. Por esto sigue: "Verdaderamente os digo que le pondrá sobre cuanto posee".
Beda
Tanta como sea la diferencia que hay entre los méritos de los que oyen bien y de los que enseñan bien, así será la diferencia de sus premios. Cuando el que ha de venir los encuentre vigilando, los hará sentarse a su mesa. Mas a los que encuentre administrando fiel y prudentemente, los colocará sobre todo lo que posee, es decir sobre todas las alegrías del reino de los cielos. No hará esto para que tengan solos el dominio de ellos, sino para que disfruten de su posesión eterna con mayor abundancia que los demás santos.
Teofilacto
O bien, los pondrá sobre todos sus bienes, no sólo sobre su familia, sino sobre todas las cosas del cielo y de la tierra que someterá a su obediencia, como estuvieron Josué y Elías mandando el primero al sol y el segundo a las nubes, y todos los santos, como amigos de Dios, usan de todo lo que le pertenece. Todo el que practica la virtud y dirige perfectamente a sus siervos -es decir la ira y la concupiscencia-, ofreciéndoles la medida de trigo en todos los tiempos -esto es, de la ira, para que se indignen contra los que aborrecen al Señor y de la concupiscencia, para que usando de la carne en debida forma, la encaminen a Dios- quedará constituido sobre todo lo que Dios tiene y será digno de conocer con plena claridad todas las cosas.
Crisóstomo, in Cat. graec. Patr., ex homil. 78, in Matth
El Señor, pues, corrige al que oye, hablando no sólo del premio reservado a los buenos, sino amenazando a los malos con la pena eterna. De aquí prosigue: "Mas si dijere el tal siervo en su corazón: se tarda mi señor en venir".
Beda
Observa que entre los defectos del siervo malo cuenta el de que cree que su señor tarda en volver; y entre las virtudes del bueno no cuenta que esperó que viniese pronto, sino solamente que le sirvió con fidelidad. Nada hay mejor que soportar con paciencia la ignorancia de lo que no podemos saber y entre tanto trabajemos para que se nos encuentre idóneos.
Teofilacto
Muchas veces por no pensar en nuestra última hora cometemos muchos pecados, porque si pensáramos que el Señor ha de venir y que nuestra vida ha de concluir pronto, pecaríamos menos. Por esto prosigue: "Y si empezare a maltratar a los siervos y a los criados y a comer y a beber y a embriagarse".
Beda
En este siervo se da a conocer la condenación de todos los superiores malos, quienes, menospreciando el temor de Dios, no sólo se entregan a la lujuria, sino que también llenan de injurias a los que tienen a sus órdenes. Aquí puede entenderse por maltratar a los siervos y criados el corromper los corazones de los débiles con el mal ejemplo: comer, beber y embriagarse, u ocuparse en los delitos y placeres mundanos que enloquecen al hombre. Acerca de su castigo añade: "Vendrá el Señor de aquel siervo en el día que no espera (esto es, en la hora del juicio o de la muerte) y le apartará".
San Basilio, in lib. de Spiritu Sancto, cap. 16
El cuerpo no se divide de modo que una parte sea entregada a los tormentos y la otra perdonada, porque no es racional ni justo que, delinquiendo el todo, sólo la mitad sufra la pena. Ni tampoco el alma puede dividirse, porque está unida totalmente a la conciencia culpable y ha cooperado con el cuerpo a obrar mal. Esta división del alma consiste en su perpetua separación del Espíritu. Ahora, pues, aun cuando la gracia del Espíritu no esté con los que no lo merecen, parece que en cierto modo los asiste esperando su conversión a la salud, hasta que se separare en absoluto del alma. El Espíritu Santo es, pues, tanto el premio de los justos como la primera condenación de los pecadores porque los indignos lo pierden.
Beda
También puede entenderse que lo dividirá separándolo de la comunidad de los fieles y asociándolo a los que nunca pertenecieron a la fe. Por esto prosigue: "Y le dividirá y pondrá su parte con los desleales", porque el que no se cuida de los suyos y de sus domésticos niega la fe y es peor que el infiel, como dice el Apóstol ( 1Tim 5,8).
Teofilacto
El administrador infiel recibirá muy justamente el castigo de los infieles, porque careció de verdadera fe.