"Y si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? Porque los pecadores también hacen eso. Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tendréis? Porque los pecadores también hacen esto. Y si prestarais a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? Porque también los pecadores prestan unos a otros, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos: haced bien, y dad prestado, sin esperar por eso nada: y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque El es bueno, aun para los malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso". (vv. 32-36)
Crisóstomo, hom 1 in Epist. ad Col
El Señor había dicho que debemos amar a los enemigos. Para que no se crea que esto se dijo hiperbólicamente, pensando que sólo se les decía para aterrarlos, añade la razón de esto, diciendo: "Y si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?", etc. Muchas son las causas que producen el amor; pero el amor espiritual aventaja a todos los amores. Ningún miramiento humano puede producirle, ni la utilidad, ni el beneficio, ni la naturaleza, ni el tiempo, sino que baja del cielo. ¿Por qué te admiras si no necesita de favor para subsistir, y cuando no es pervertido por la enfermedad de los malvados? Un padre, cuando sufre injurias, rompe la alianza del amor; una consorte, después de la riña, abandona a su marido; un hijo, si ve a su padre muy anciano, se entristece; mientras que San Pablo iba a hacer bien a los que le apedreaban ( Hch 14) y Moisés, apedreado por los judíos, ora por ellos ( Ex 17). Respetemos, pues, las amistades espirituales, porque son indisolubles. Después, reprendiendo a los indolentes, añade: "Porque los pecadores también aman a los que los aman a ellos"; como diciendo: Porque quiero que vosotros hagáis algo más perfecto, no solamente os mando que améis a los amigos, sino también a los enemigos; hacer bien a los bienhechores, es común a todos. Da a conocer el Señor que pide un poco más que lo que acostumbran hacer los pecadores que sólo aman a sus amigos. De donde prosigue: "Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tendréis?".
Beda
No solamente reprende el amor y el beneficio de los pecadores, como destituido de mérito, sino también el mutuo, de donde prosigue: "Y si prestarais a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? porque los pecadores también negocian con los pecadores -esto es, prestan- para recibir beneficios iguales".
San Ambrosio
La filosofía distingue tres clases de justicia: una respecto de Dios, que se llama piedad; otra respecto de los parientes y el resto de la humanidad, y la tercera respecto de los muertos, para que les paguen los derechos de las exequias. Pero nuestro Señor Jesucristo, elevándose sobre los oráculos de la ley y el testimonio de los profetas, enseñó a obrar con caridad respecto de aquellos que hacen daño, cuando añade: "Amad a vuestros enemigos", etc.
San Crisóstomo, in Gen. hom 58
En lo cual más bien te favoreces a ti que a él. Porque él sólo es amado por un compañero suyo, pero tú te haces semejante a Dios. Es un acto grande de virtud colmar de beneficios a los que quieren hacernos daño, por lo que sigue: "Y haced bien". Así como el agua apaga el fuego de un horno encendido, así también la razón, con su calma, apaga los furores de los demás. Lo que es el agua respecto del fuego, esto es, la humildad y la mansedumbre respecto de la ira; y así como el fuego no se apaga por medio del fuego, así la ira no se apaga por medio de la ira.
San Gregorio Niceno, orat. 1 contra usurarios
El hombre debe evitar el celo que pueda dañar a otros y no debe exigir del que carece de riquezas aumentos de oro ni de plata, porque exigiría un fruto de metales, que son estériles; por lo que sigue: "Y dad prestado, sin esperar por eso nada", etc. Si alguno considera como robo, o como homicidio, la exagerada exigencia de los que prestan, no pecará. Porque ¿qué diferencia hay entre poseer un robo, horadando la pared, y poseer ilícitamente lo que la usura toma a los necesitados?
San Basilio
Tal modo de avaricia se llama en griego tocos, que procede de la palabra parir, por fecundidad del mal. Los animales -con el transcurso del tiempo- nacen, crecen y paren; pero el dinero de los usureros empieza a producir apenas sale de sus manos. Los animales que paren más pronto, dejan de parir también pronto; pero la codicia de los avaros, cuanto más tiempo tiene, más crece. Los animales, en cuanto transmiten a sus hijos la fecundidad, dejan de parir; pero el dinero de los avaros procrea nuevos frutos y renueva los precedentes. No te acerques, pues, a la bestia mortífera. ¿Qué ventaja resulta de evitar la pobreza de hoy, si ha de volver después aumentada? Medita ya cómo has de pagar. ¿Cómo podrá aumentarse tanto en tus manos el capital, que una parte remedie tu necesidad, otra represente el capital, y además produzca para el usurero? Pero dirás: ¿Cómo adquiriré lo necesario para comer? Trabaja, sirve, y últimamente pide limosna; todo es más llevadero que vivir de prestado. El rico, por otra parte, dirá: ¿Cómo puede llamarse préstamo aquello que carece de esperanza de retribución? Medita la virtud de la palabra, y admirarás la piedad de su autor. Cuando das al pobre, en virtud de la divina caridad, haces a la vez un préstamo y una donación. Donación, en cuanto que no esperas retribución alguna; y préstamo, por la misericordia de Dios, que paga siempre con creces, por aquél, de donde prosigue: "Y vuestro galardón será grande". ¿No quieres que el Omnipotente esté obligado a restituirte? ¿O aceptas la fianza de cualquier ciudadano rico, y repudias a Dios como fiador de los pobres?
Crisóstomo, in Genesim sub finem hom 3
Observa la naturaleza admirable del préstamo. El uno recibe, y otro se obliga a pagar la deuda, devolviendo el ciento por uno en la vida presente, y en la otra la felicidad eterna.
San Ambrosio
Tal es la recompensa de la misericordia, que da el derecho de la adopción divina. Pues sigue: "Y seréis hijos del Altísimo". Practica, pues, la misericordia para que merezcas la gracia. Inmensa es la benignidad de Dios: llueve sobre los ingratos; y la tierra fecunda no rehusa sus frutos a los malos. Por lo que prosigue, "Porque El es benigno para los ingratos y malos".
Beda
Ya repartiendo los bienes temporales, ya inspirando los celestiales con singular gracia.
San Cirilo
Grande es, pues, el premio de la piedad; porque esta virtud nos hace semejantes a Dios, e imprime en nuestras almas como un sello de la naturaleza sublime. Por lo que sigue: "Sed misericordiosos, como lo es vuestro Padre celestial".
San Atanasio, orat. 4 contra Arian
Lo dice con el fin de que -conociendo nosotros sus beneficios- hagamos nuestras buenas obras, no por los hombres, sino por Dios; por cuanto no debemos esperar el premio de los hombres, sino de Dios.