Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la suerte de Abías; y su mujer de las hijas de Aarón; y el nombre de ella Isabel. Eran ambos justos delante de Dios, caminando irreprensiblemente en todos los mandamientos y estatutos del Señor. Y no tenían hijos, porque Isabel era estéril, y ambos eran avanzados en sus días. (vv. 5-7)
San Juan Crisóstomo
Lucas inicia la narración evangélica con el relato de Zacarías y de la natividad de Juan, contando maravilla antes de maravilla, menor antes que mayor. Pues como había de dar a luz una virgen, la gracia nos prepara a ese misterio, mostrándonos una anciana estéril que concibe. Declara también el tiempo cuando dice: "Hubo en los días de Herodes". Y añadió la dignidad cuando dijo: "Rey de Judea". Hubo otro Herodes, que mató a San Juan; pero aquél fue tetrarca y éste fue rey.
Eutimio
Rey -digo- el que mató a los niños, padre de aquel Herodes, que mató a Juan Bautista.
Beda
El tiempo de Herodes, esto es, de un rey extranjero, atestigua la venida del Señor. Se había predicho: "No faltará un príncipe de Judá, ni un jefe de su familia hasta que venga el que ha de ser enviado" ( Gén 49,12). Desde que los judíos salieron de Egipto fueron regidos por jueces, sacados de su misma gente, hasta el profeta Samuel y después por reyes hasta la cautividad de Babilonia. Después de la vuelta de Babilonia, la suprema autoridad era ejercida por los sacerdotes, hasta Hircano, que fue rey y sacerdote a la vez. Muerto éste por Herodes, el reino de Judea fue entregado para su gobierno, por mandato de César Augusto, al mismo Herodes, extranjero; en cuyo año trigésimo primero vino el que había de ser enviado, según la dicha profecía.
San Ambrosio
Nos enseña la Divina Escritura que conviene alabar las costumbres, no solamente de aquellos que conmemoramos, sino también las de sus padres, a fin de que brillen en aquellos que queremos alabar como una herencia inmaculada de pureza. Por eso la nobleza de San Juan se extiende, no sólo a sus padres, sino también a sus antepasados. No es ilustre por el ejercicio de un poder secular, sino venerable por la sucesión de piedad. Es completa la alabanza cuando comprende la descendencia, las costumbres, el oficio, los hechos y la rectitud.
El oficio fue de sacerdote. De donde dice: "Un sacerdote llamado Zacarías".
Beda
San Juan nació de linaje sacerdotal, para que con tanto más poder anunciase la permanencia del sacerdocio, cuanto apareciese que él pertenecía a la raza sacerdotal.
San Ambrosio
Su ascendencia se comprende por la mención de sus antepasados. Por ello sigue: "De la familia de Abías", es decir, noble entre las mejores familias.
Beda
Habían príncipes del santuario (esto es, sumos sacerdotes) tanto entre los hijos de Eleazar como entre los de Tamar, cuyos turnos para entrar en la casa del Señor -según sus ministerios- los dividió David en veinticuatro, tocándole a la familia de Abías (de la cual nació Zacarías) el octavo. ( 1Cro 24,10). No sin motivo el primer anunciador del Nuevo Testamento nace con los derechos del octavo grupo. Pues así como el Antiguo Testamento se expresa muchas veces con el número siete, a causa del sábado, así también el Nuevo Testamento se expresa algunas veces con el número ocho, a causa del misterio del domingo, o de la resurrección del Señor, o de la nuestra.
Teofilacto
Queriendo demostrar que era legalmente de raza sacerdotal, añade: "Y su mujer era de las hijas de Aarón, y el nombre de ella Isabel"; pues no se permitía tomar mujer de otra tribu sino de la propia. Isabel quiere decir descanso y Zacarías recuerdo del Señor.
Beda
San Juan fue engendrado de padres justos, a fin de que pudiese dar a los pueblos preceptos de justicia con tanta más confianza cuanto que él no los había aprendido como nuevos, sino que los guardaba como recibidos de sus antepasados por derecho hereditario, de donde sigue: "Pues eran ambos justos delante de Dios".
San Ambrosio
Y así comprende las costumbres en la justicia. Dice, pues, bien: "Delante de Dios", porque puede suceder que alguno aparezca justo por una bondad afectada y popular, y no lo sea delante de Dios, si la justicia no nace de la simplicidad de la mente, sino que se simula con la adulación. La perfecta alabanza, pues, consiste en ser justo delante de Dios. Sólo puede llamarse perfecto aquel que es probado por quien no puede ser engañado. En los mandamientos comprende los actos, en la justificación el juicio. De donde prosigue: "Caminando irreprensiblemente en todos los mandamientos y estatutos del Señor". Cuando obedecemos a los mandatos celestes, marchamos en los mandamientos del Señor. Cuando juzgamos convenientemente, parece que tenemos las justificaciones de Dios. Con todo, conviene hacer el bien, no sólo delante de Dios, sino también delante de los hombres. Por esto continúa: "Sin queja". Ninguna queja hay donde la bondad de la inteligencia está conforme con la bondad de la acción. Mas la justicia de los hombres -algunas veces más dura- suscita quejas.
Orígenes
Una cosa justa puede hacerse injustamente, como si uno hace dádivas por ostentación, lo cual no deja de ser censurable.
Prosigue: "Y no tenían hijo porque Isabel era estéril", etc.
San Juan Crisóstomo, in cap. graec. Patr. ex homil. in Genes
No sólo Isabel era estéril, sino que también lo habían sido las mujeres de patriarcas: Sara, Rebeca y Raquel, lo cual era deshonroso entre los antiguos. No podemos decir que la esterilidad sea efecto de pecado, puesto que los que vivían unidos eran justos y virtuosos. La causa de la esterilidad fue más bien tu propio beneficio, para que cuando vieses a la Virgen dar a luz al Señor, no fueses incrédulo, negándote a creer en tu interior la fecundidad de las estériles.
Teolifacto
Y para que tú también aprendas que la ley de Dios no estimula la multiplicación corporal de los hijos, sino más bien la espiritual, "habían adelantado los dos" no sólo según el cuerpo, sino también según el espíritu poniendo ascensiones en el corazón 1 y teniendo su vida como un día y no como una noche, andando honestamente como en el día.
Notas
1. Ver Sal 84,6.