"El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí: y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí; el que halla a su alma, la perderá; y el que perdiere su alma por mí, la hallará". (vv. 37-39)
San Jerónimo
Aquel que había dicho antes: "No he venido a traer la paz sino la espada y a separar al hombre de su padre, de su madre y de su suegra", añade a fin de que nadie anteponga el sentimiento a la fe, lo siguiente: "El que ama al padre o a la madre más que a Mí, no es digno de Mí". También en el "Cantar de los cantares" se dice: "El ordenó en mí el amor" ( Cant 2,4). En todo amor es indispensable este orden: Ama, después de Dios, al padre, a la madre y a los hijos. Y si fuere necesario elegir entre el amor de los padres y de los hijos y el de Dios y no se pudiese amar al mismo tiempo a todos, el abandono de los primeros no es más que una piedad para con Dios. No prohibió, pues, amar al padre, a la madre y a los hijos, pero añade de una manera significativa "más que a Mí".
San Hilario, in Matthaeum, 10
Porque aquellos que hayan preferido sus afectos familiares a su amor, serán indignos de la herencia de los bienes futuros.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,1
No nos debe admirar el que mande San Pablo ( Col 3) obedecer a los padres sobre todas las cosas, porque este mandato no se extiende a las cosas contrarias a la piedad. Es, en efecto, cosa santa el que les honremos sobremanera. Pero no debemos seguir su consejo cuando exigen de nosotros más de lo debido. Esta doctrina está conforme con el Antiguo Testamento: porque no solamente manda Dios ( Lev 20) abandonar, sino apedrear a los que adoraban a los ídolos y. En el Deuteronomio se lee: "El que dijere a su padre y a su madre: No os conozco y a sus hermanos: os ignoro, todos éstos guardarán tu palabra" ( Dt 33,9).
Glosa
Acontece con mucha frecuencia que los padres amen más a sus hijos, que éstos a sus padres. Por eso nos enseñó el orden gradual del amor: primero a El, después a los padres y y y después a los hijos. Así lo dice expresamente: "El que ama al hijo o a la hija más que a Mí, no es digno de Mí".
Rábano
Con estas palabras nos da a entender que no es digno de unirse con Dios el que prefiere el amor carnal al amor espiritual de Dios.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,2
En seguida, con el objeto de que no tuvieran pena alguna aquellos a quienes debe ser preferido el amor de Dios, los eleva El a pensamientos más sublimes. Nada verdaderamente hay más querido en el hombre que su vida y sin embargo, si no la abandonáis, tendréis adversidades. Y no sólo mandó simplemente el abandonarla, sino hasta entregarla a la muerte y a los tormentos sangrientos, enseñándonos que no sólo debemos estar preparados a morir, esto es, a sufrir cualquier clase de muerte, sino hasta la muerte más violenta y deshonrosa, es decir, hasta la muerte de cruz. Por eso dice: "Y el que no toma su cruz, etc". Aun no les había hablado acerca de su pasión, pero los va preparando entretanto, a fin de que acepten mejor sus palabras cuando trate de ella.
San Hilario, in Matthaeum, 10
O bien aquellos que han crucificado su cuerpo y con él sus vicios y sus concupiscencias, son de Cristo ( Gál 5) y es indigno de Cristo el que no sigue al Señor después de haber tomado su cruz, por la que nosotros sufrimos con El, morimos, somos enterrados y resucitados, para vivir con espíritu nuevo en este misterio de la fe.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 57
La palabra cruz viene de cruciatu (tormento o mortificación). Nosotros podemos cargar con la cruz de dos maneras: o bien dominando nuestra carne por medio de la abstinencia o bien haciendo nuestras por compasión las neecesidades del prójimo. Pero es preciso tener presente, que hay algunos que hacen alarde de la mortificación, no por Dios, sino por una gloria vana y hay también algunos que se entregan por compasión al servicio del prójimo de una manera carnal y no espiritual, de suerte que le conducen como con cierta compasión, no a la virtud sino al pecado. Y así parece que ellos llevan la cruz, pero no siguen al Señor y. Por esto dice: "Y me sigue".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,2
Y puesto que a algunos podrían parecer demasiado duros estos preceptos, El expone su enorme utilidad mediante las siguientes palabras: "El que haya hallado su alma la perderá y el que la haya perdido por Mí la hallará", que equivale a decir: No sólo no es perjudicial lo que os he mandado, sino sumamente útil; lo contrario es lo perjudicial. Siempre el Señor toma sus argumentos de aquellas cosas que más desean los hombres: como si El dijera: ¿Por qué no quieres postergar tu alma? ¿Por qué la amas? Pues por lo mismo debes humillarla y entonces te será muy útil.
Remigio
Aquí se entiende por alma aquí, no la sustancia alma, sino la vida presente. Tiene el siguiente sentido: Aquel que ha hallado su alma, o sea esta vida presente, es decir, el que desea esta luz y su amor y sus placeres, con el objeto de poder tener siempre la vida que siempre deseó conservar, la perderá, esto es, se prepara para su condenación eterna.
Rábano
O de otro modo. No duda perder su vida, esto es, entregarla a la muerte, aquel que busca su salvación eterna. Ambas interpretaciones están conformes con lo que sigue: "Y el que perdiere su alma por causa mía, la encontrará".
Remigio
Esto es, y quien en el tiempo de la persecución, por confesar mi nombre, desprecie esta luz temporal, su amor y sus placeres, encontrará su salvación eterna.
San Hilario, in Matthaeum, 10
De esta manera la ganancia del alma conduce a la muerte y el perjuicio del alma a la salud; porque con el detrimento de esta vida rápida, se gana la inmortalidad.