Isaías, el profeta más explícito sobre el Evangelio, compendiando en pocas palabras la sublimidad de la doctrina evangélica, su título y su materia, se dirige, en nombre del Señor, al escritor Sagrado en estos términos: Sube sobre un monte alto, tú que evangelizas a Sión; alza tu voz con esfuerzo, tú que evangelizas a Jerusalén; álzala, no temas. Di a las ciudades de Judá: Ved aquí a vuestro Dios. Ved que el Señor Dios vendrá con fortaleza, y su brazo dominará: he aquí con El la recompensa ( Is 40,9-10) .
San Agustín, contra Faustum, 2,2
Sobre el título mismo del Evangelio, la palabra Evangelio se traduce como "buena nueva", "buena noticia" 1, lo cual puede decirse sin duda de todo bien que se anuncia. Pero esta palabra significa propiamente el anuncio del Salvador, por lo cual los narradores del nacimiento, hechos, dichos y sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo, se han llamado con toda propiedad Evangelistas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, 1,2
¿Qué puede compararse a esta buena nueva? Dios en la tierra, el hombre en el cielo, la amistad de Dios hecha para nuestra naturaleza, la lucha de tantos siglos terminada, el diablo humillado, la muerte destruida, abierto el paraíso; y todas estas cosas que superan nuestra naturaleza, concedidas fácilmente, no porque las hayamos merecido, sino porque Dios nos ha amado.
San Agustín, de vera religione, cap.16
Dios, que ha provisto por mil medios a la curación de las almas, según las necesidades de los tiempos (ordenados por su misma admirable sabiduría), de ningún modo proveyó mejor a las necesidades de la humanidad que cuando su Hijo único, consustancial al Padre y coeterno con El, se dignó asumir todo el hombre: "y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" ( Jn 1,14). De este modo, al aparecer entre los hombres como verdadero hombre, nos ha mostrado cuán alto lugar ocupa entre las creaturas la naturaleza humana.
Pseudo-Agustín, sermones de Nativitate, serm. 9
Por fin, Dios se ha hecho hombre para que el hombre se hiciese Dios. Esta es la buena nueva que el Profeta vaticina y que debía ser más tarde anunciada al decir: "Ved aquí nuestro Dios" ( Is 40,9)
San León Magno, epistula ad Flavianum, 28,3
Aquel anonadamiento por el que el Invisible se mostró visible y el Creador y Señor de todo quiso ser uno de los mortales, fue una inclinación de su misericordia, no privación de su poder.
La glosa interlineal, sobre el cap. 40 de Isaías
Para que no pueda creerse que Dios se ha llegado hasta nosotros disminuyendo su poder, añade el Profeta: "Ved aquí que el Señor vendrá con fortaleza" ( Is 40,10).
San Agustín, de doctrina christiana, 1,12
No viene atravesando el espacio, sino manifestándose a los mortales en carne mortal.
San León Magno, sermones de Passione Domini, serm. 19,3
Por un poder inefable ha resultado que desde que Dios verdadero está unido a la carne pasible, ha venido al hombre la gloria por la afrenta, la incorruptibilidad por el suplicio, la vida por la muerte.
San Agustín, de peccatorum meritis, 2, 30
Por la efusión de la Sangre inocente ha sido cancelada la escritura de condenación con que el diablo tenía antes sometido al hombre.
La glosa interlineal, sobre el cap. 40 de Isaías
Y como en virtud de la Pasión de Jesucristo los hombres libertados del pecado se han hecho siervos de Dios, continúa el Profeta: "Y su brazo dominará" ( Is 40,10).
San León Magno, sermones de Passione Domini, serm. 19,3
Nosotros hemos hallado en Jesucristo una protección tan singular que, una vez asumida la condición mortal por la esencia impasible, ésta no ha continuado en la naturaleza pasible. De este modo lo que estaba muerto pudo ser vivificado por lo que no podía morir.
La glosa interlineal, sobre el cap. 40 de Isaías
Y así, por Cristo se nos abre la puerta de la gloria inmortal. Por eso dice después: "He aquí el galardón que trae con El" ( Is 40,10). De este premio habla el mismo Jesucristo ( Mt 5,12): "Vuestra recompensa es muy grande en los cielos".
San Agustín, contra Faustum, 4,2
La promesa de la vida eterna y del reino de los cielos pertenece al Nuevo Testamento. El Antiguo sólo contiene promesas temporales.
La glosa, sobre el cap. 1 de Ezequiel
Cuatro cosas nos enseña el Evangelio sobre Jesucristo: la Divinidad que asume la naturaleza humana; la naturaleza humana que es asumida; su Muerte, por la que somos librados de la esclavitud; y su Resurrección, por la que se nos abre la puerta a la vida gloriosa. Esto es lo que profetiza Ezequiel bajo la figura de los cuatro seres ( Ez 1,5-14).
San Gregorio Magno, in Ezek., hom. 4
El, el unigénito Hijo de Dios, se hizo verdadero hombre. El, víctima de nuestra redención, se dignó a morir como el becerro del sacrificio. El, por su propia fuerza, se levantó del sepulcro como un león. El también, al subir a los cielos, se elevó como el águila.
La glosa, sobre el cap. 1 de Ezequiel
En su Ascensión puso de manifiesto su divinidad. San Mateo nos es representado por el hombre, porque se detiene principalmente en la humanidad de Jesucristo; San Marcos por el león, porque trata de su Resurrección; San Lucas por el becerro, porque se ocupa del sacerdocio; San Juan por el águila, porque él escribió sobre los misterios divinos.
San Ambrosio, commentarium in Lucam, pref
De ahí que haya prevalecido llamarse libro de moral el Evangelio según San Mateo, porque las costumbres se dicen propiamente del hombre, y no de otro ser. San Marcos es reconocido bajo la figura de león, porque comienza su relato con la expresión del poder divino en estos términos: "Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios". San Lucas es reconocido bajo la figura de toro, porque empieza su libro hablando del sacerdocio, y el becerro es la víctima inmolada por el sacerdote. A San Juan se le da la figura del águila, porque ha expresado los milagros de la Resurrección divina.
San Gregorio Magno, in Ezek., hom. 4
Esto mismo se atestigua en el comienzo de cada uno de los cuatro Evangelios. San Mateo es con razón figurado por el hombre, porque empieza su Evangelio por la generación humana de Jesucristo. San Marcos por el león, porque empieza por la voz que clama en el desierto. San Lucas por el toro, porque comienza por el sacrificio, y San Juan dignamente por el águila, porque parte de la divinidad de Jesucristo.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 1,6
También puede decirse que San Mateo se figura por el león, porque puso de relieve la estirpe real de Jesucristo. San Lucas por el becerro, víctima del Sacerdote. San Marcos, que no se propuso narrar ni la estirpe regia ni la sacerdotal, sino que se ocupa de lo humano de Jesucristo, se designa por la figura del hombre. Estos tres seres, el león, el hombre y el becerro, andan por la tierra, por lo que los otros tres Evangelistas trataron principalmente de lo que obró Jesucristo como hombre. Pero San Juan tiene el vuelo del águila, y contempla con la penetrante mirada de su espíritu la luz del Ser inmutable. De esto se desprende que los tres primeros Evangelistas no se ocuparon sino de la vida activa, y San Juan de la contemplativa.
Remigio
Los doctores griegos, en cambio, ven en la figura del hombre a San Mateo, porque describió la genealogía del Señor según la carne. En el león ven a San Juan, porque así como el león con su rugido hace temblar a todas las fieras, así también San Juan infundió terror a todos los herejes. Ven a San Lucas en el toro, porque ésta es la víctima del sacrificio, y éste siempre trató sobre el templo y el sacerdocio. Y en el águila ven a San Marcos, porque en la Escritura divina el águila suele significar al Espíritu Santo hablando por la boca de los Profetas, y él empieza su Evangelio por el testimonio profético.
San Jerónimo, prologus in Evangelium Matthaei ad Eusebium
Acerca del número de Evangelistas debe notarse que hubo muchos que escribieron evangelios, como nos lo da a entender San Lucas cuando dice: "Ya que muchos han intentado poner en orden" (1,1). Esto lo atestiguan las obras aun hoy subsistentes que, dadas a luz por diversos autores, han sido fuente de diversas herejías. Tal es el caso del evangelio según los Egipcios, Santo Tomás, San Bartolomé, el de los doce Apóstoles, los de Basilides y Apeles y tantos otros que sería pesado enumerar. Pero la Iglesia, fundada por la palabra del Señor sobre la Piedra, y regada como el paraíso por cuatro ríos, tiene a la vez cuatro anillos y cuatro ángulos por los que es llevada con varas movibles como el arca de la Alianza que guardaba la ley del Señor.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 1,2
Y son cuatro las partes del globo terráqueo por las que se halla extendida la Iglesia de Jesucristo. Pero uno es el orden en que conocieron y predicaron, y otro el orden en que escribieron. Porque en el conocimiento y la predicación estuvieron primero los que siguieron al Señor presente en la tierra, lo escucharon cuando enseñaba, lo vieron obrar sus milagros, y recibieron de su misma boca el mandato de predicar. Pero al poner por escrito el Evangelio, lo cual sabemos que hicieron por disposición divina, tuvieron el primer y último lugar respectivamente dos de los que el Señor eligió antes de su Pasión: el primero es San Mateo; y el último, San Juan. De este modo, los otros dos, que no eran de este primer grupo pero que habían seguido a Cristo que hablaba por boca de los otros dos, como hijos que debían abrazar, y por esto ubicados en el medio, serían defendidos por ambos lados.
Remigio
San Mateo escribió en Judea en tiempo del Emperador Cayo Calígula 2; San Marcos en Italia, en Roma, en tiempo de Nerón 3 (o de Claudio 4 según Rábano); San Lucas en la Acaya y Beocia a ruego de Teófilo; y San Juan en Efeso, en el Asia Menor, en tiempo de Nerva 5.
Beda
Y aunque son cuatro los Evangelistas, el Evangelio no es más que uno, porque los cuatro libros que dieron contienen la misma verdad. Pues así como dos versos sobre un mismo tema difieren sólo por la diversidad de metro y de palabras, mas no por el pensamiento, que es el mismo, así los libros de los Evangelistas, siendo cuatro, constituyen un solo Evangelio porque contienen una misma doctrina sobre la fe católica.
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, 1,2
Bastaba que un solo Evangelista lo hubiera dicho todo. Sin embargo, hablando todos por una misma boca, aunque no en los mismos tiempos ni en los mismos lugares, y sin haberse antes puesto de acuerdo, su testimonio adquiere la fuerza máxima de la verdad. Aun aquello mismo en lo que parecen discrepar sobre puntos insustanciales es la mejor prueba de su veracidad, ya que si en todo estuviesen acordes, pensarían los adversarios que se habían entendido para escribir lo que escribieron, como obedeciendo a una consigna. En todo lo principal, esto es, en todo lo concerniente a la moral o a la fe, ni en lo más leve discrepan. Si sobre los milagros el uno ha mencionado éstos y el otro aquéllos, no hay razón para desconcertarse, pues si uno solo lo hubiera dicho todo ¿cual sería el objeto de la narración de los demás? Y si todos hubieran narrado hechos diversos, mal podría manifestarse su conformidad. En cuanto a las variantes del tiempo y del modo de realizarse los sucesos, no destruye esto la verdad de los mismos, como se demostrará más adelante.
San Agustín, de consensu Evangelistarum, 1,2
Aunque cada uno de ellos parece haber seguido su plan narrativo peculiar, no se ve, sin embargo, que hayan querido escribir como ignorando lo que el otro había ya dicho, o que hayan pasado por alto algo que ignoraban y después se haya descubierto que otro lo había escrito. Cada uno ha colaborado según la inspiración de Dios.
La glosa
La sublimidad de la doctrina evangélica consiste ante todo en la excelencia de la autoridad de donde mana.
San Agustín, de consensu Evangelistarum, 1,2
Entre todos los libros sagrados de autoridad divina, el Evangelio ocupa el primer lugar. Sus primeros predicadores fueron los Apóstoles quienes vieron a Jesucristo, Señor, Salvador nuestro, viviendo en la carne. De estos, San Mateo y San Juan, creyendo que debían escribir lo que ellos mismos habían visto, lo consignaron cada cual en un libro diferente. Pero para que nunca se creyese (en lo concerniente al conocimiento y a la predicación del Evangelio) que había diferencia entre los que lo anunciaron después de haber seguido al Señor en vida, y los que lo creyeron fielmente por la palabra de éstos, dispuso la divina providencia que el Evangelio fuese no solamente predicado sino también escrito con la misma autoridad y bajo la inspiración del Espíritu Santo por los discípulos de los primeros Apóstoles.
La glosa
Y así, la sublimidad de la doctrina evangélica procede del mismo Jesucristo, como lo indica el Profeta en el texto aducido, al decir: "Sube sobre un monte alto" ( Is 40,9). Este monte alto es Cristo, del que dice el mismo Isaías: "En los últimos días estará preparado el monte de la casa del Señor en la cumbre de los montes" ( Is 2,2). Es decir, sobre todos los santos a los que se llama montes del monte Jesucristo, de cuya plenitud de gracia recibimos nosotros todos ( Jn 1,16). Con razón, pues, se dirigen a San Mateo estas palabras: "Sube sobre un monte alto", porque él, en el mismo instante y al lado del mismo Jesucristo, vio sus milagros y oyó su doctrina.
San Agustín, de consensu Evangelistarum, 1,7
Examinemos ahora lo que suele inquietar a algunos: ¿por qué el Señor no escribió nada El mismo, siendo necesario creer a otros que escribieron de El? En verdad no puede decirse que El no haya escrito, toda vez que sus miembros ejecutaron lo que les mandaba la cabeza. Así pues, mandó escribir a aquellos que eran sus manos lo que El quiso que nosotros supiésemos de sus hechos y de su doctrina.
La glosa
En segundo término la doctrina evangélica es sublime también por su virtud, como dice el Apóstol en su carta a los Romanos: "El Evangelio es la virtud de Dios que obra la salud en todo creyente" ( Rom 1,16). Esto mismo es lo que manifiesta el Profeta en las palabras ya citadas: "Alza tu voz con esfuerzo". Estas designan a la vez el modo de anunciar la doctrina evangélica: en alta voz, es decir, con claridad.
San Agustín, ad Volusianum, ep. 3
La misma manera como es redactada la Escritura santa, accesible a todos, comprensible a muy pocos, habla sin engaño lo que contiene de claro, como amigo íntimo al corazón de los ignorantes y de los doctos. Y en cuanto a lo misterioso, no lo realza con grandilocuencia de estilo hasta donde no puedan llegar las inteligencias lentas y torpes. A todos invita con sencillo lenguaje, no sólo para alimentarlos con la verdad claramente expuesta, sino también para ejercitarlos en la verdad oculta y misteriosa, ofreciéndoles el mismo alimento bajo la expresión clara y bajo el velo del misterio. Y para que el lenguaje literal no nos hastíe, buscamos la misma doctrina en el sentido espiritual. Renovada así en el modo, se insinúa más suavemente. Con esta saludable alternativa, los de conducta pervertida se corrigen, los débiles se nutren, los grandes corazones se deleitan.
La glosa
Mas como cuanto más se alza la voz se oye de más lejos, también pudo el Profeta designar por el esfuerzo de la doctrina evangélica, que no se manda predicar a una nación sola sino a todas las naciones de la tierra. "Predicad, dice el Señor el Evangelio a todas las gentes" ( Mc 16,15).
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 28
Puede muy bien entenderse por el nombre de "toda criatura" a todas las naciones gentiles.
La glosa
En tercer lugar, la doctrina evangélica es sublime por la excelencia de la libertad que nos otorga.
San Agustín, contra adversarium legis et prophetarum, 1,17
En el Antiguo Testamento la Jerusalén terrestre sólo producía esclavos por la promesa de los bienes temporales o la amenaza de los males. Pero en el nuevo, donde la fe se informa por la caridad, se nos invita a cumplir la ley no tanto por el temor de la pena, sino por el amor a la justicia: la Jerusalén eterna sólo da a luz hijos libres.
La glosa
De ahí que el Profeta designa la sublimidad de la doctrina evangélica con estas palabras: "Alza la voz; no temas".
Réstanos ver para quiénes y por qué fue escrito este Evangelio.
San Jerónimo, prologus in Evangelium Matthaei ad Eusebium
San Mateo escribió en hebreo su Evangelio en la Judea, principalmente para los judíos convertidos de Jerusalén.
La glosa ordinaria
Pues habiendo predicado primeramente el Evangelio, lo escribió después en hebreo dejándolo como memoria a sus hermanos de quienes se separaba. Así como fue necesaria la predicación del Evangelio para que la fe se afirmase, así también fue necesario que contra los herejes se escribiese.
Pseudo-Crisóstomo, commentarium in Matthaeum, prolog
Este es el orden que siguió San Mateo en su narración: el Nacimiento de Jesucristo, su bautismo, su tentación, predicación, milagros, Pasión, Resurrección y Ascensión a los cielos. Con esto se propuso no sólo exponer la vida de Jesucristo, sino señalar al mismo tiempo todos los estados de la vida cristiana. Así pues, nada importa haber nacido de nuestros padres si después no nos hemos regenerado en Dios por el agua y el Espíritu Santo. Una vez recibido el bautismo es preciso estar alerta contra el diablo. Vencida la tentación, es preciso hacernos idóneos para la enseñanza de la verdad: el Sacerdote, enseñando y alentando en la doctrina con su ejemplo (esto equivale a los milagros); el laico, mostrando su fe en sus obras. Por último, salir de la arena de este mundo, para coronar nuestra victoria sobre el pecado con la recompensa de la resurrección y de la gloria.
La glosa
Así pues, queda manifestado por todo lo dicho: el asunto de la doctrina evangélica, el número de los Evangelistas, los símbolos que los representan, la sublimidad de su enseñanza, para quiénes se ha escrito este Evangelio, su orden y su método.
Notas
1. Evangelio viene de la palabra griega Evángelos, es decir, el mensajero que trae la noticia de una victoria. Su buena noticia trae la felicidad al que la recibe; Evangelion significa el mensaje mismo, la noticia de una victoria: a través de su proclamación se hace presente una felicidad anunciada; el verbo evangelizomai significa dar o proclamar buenas noticias, y, cuando se refiere a un mensajero sagrado, anunciar.
2. Calígula fue Emperador romano del 37 al 41.
3. Emperador del 54-68.
4. Emperador del 41-54.
5. Emperador del 96-98.