Cuando llegué a esta Salamanca en 1891, a mis veintisiete años de edad, ardían en toda España las disensiones en el seno de aquellas derechas antiliberales. El liberalismo, aquel liberalismo que el presbítero Sardá y Salvany, en un librito -el «áureo libro» lo llamaban- por entonces famosísimo, declaró que era pecado, y ser liberal, peor que ser ladrón, adúltero o … [
ver más]