LSDLT-6: Decíamos ayer

«Leer los signos de los tiempos», entonces, en aquel ambiente que decíamos, implica dar por esencialmente bueno aquel gráfico de la evolución de la cristiandad: la cumbre en la Edad Media, el decrecimiento constante en los últimos siglos y la proyección apocalíptica a corto plazo. «Leer los signos de los tiempos» es constatar una y otra vez que todo se está yendo al diablo, y que los enemigos de Dios se imponen.

Y para pasar este trago amargo los sufridos cristianos fieles tenemos, grabada en piedra, nuestra clave de interpretación: todo estaba profetizado, forma parte de los misteriosos planes de Dios, que las cosas vayan empeorando cada vez más… hasta que al fin, en los tiempos apocalípticos del Anticristo, cuando todo parezca perdido y ya casi «no haya fe sobre la tierra», vuelva Jesucristo en poder y gloria; entonces la Redención alcanzará su plenitud y la larga aparente derrota se trocará en triunfo definitivo.

Por ahí va el deber de «leer los signos de los tiempos» —y dedicarle al tema un tag en tu blog católico para católicos sapientes. Son signos que no nos enseñan nada nuevo: nosotros ya sabemos. El asunto es recopilar y difundir hechos que abonen aquella interpretación. Mientras que ponerla en duda, resistirse a nuestro sino de perito en derrotas, es pasarse a la vereda de enfrente, junto a los sedicentes cristianos progresistas triunfalistas que quieren acomodarse al siglo y etc, etc, etc, etc.

Y bien, como ya habrán notado, acá estoy haciendo una crítica de esa interpretación —que yo alguna vez tuve por bastante buena. En eso estamos.

Apuntes sueltos para desarrollar -pronto:

Notoria falta de sintonía con la exégesis católica seria – y con el magisterio actual. Falta de comunión con el pensamiento de este papa, por el ejemplo. Y con el evangelio. Paralelos con la espera mesiánica al modo judío -y aun marxista. (¿Fue culpable o no la ceguera mesiánica de los judíos piadosos?) Ilusión de medir planes de Dios según criterios del mundo (como Pedro) – las profecías solo se pueden entender así, abarcativamente, desde afuera, no desde la historia. Conocimiento vedado. Pecado contra la mística.

Concupiscencia apocalíptica y resentimiento. «Sabotearía al mundo». Veleidades de catacumbas, repudio del mundo («sacudiendo el polvo de nuestras sandalias») nunca asumido («Ya nos vamos, pero antes déjenme decirles que…»). Catacumbas sin alegría. Talante hostil y amargo, viejos cascarrabias vs adolescentes revoltosos. La historia del mundo moderno: vergüenza y miseria; esa no es nuestra historia. (Pero «el que no trabaje, no coma»). «La historia como tal queda fuera de la salvación»

Mala conciencia, social y científica. Conservadurismo esencialista – esquemas que repugnan lo inclasificable, lo ambiguo y lo nuevo. A la defensiva: cada descubrimiento es una amenaza (al revés del gusto medieval por monstruos y quimeras, el entusiasmo cósmico).

Mala mezcla («síntesis» falluta) de triunfalismo y derrotismo; pesimismo y optimismo; mística y política. Mala conciliación -tensión rota- entre el «no saber» y el «estar atento a los signos» de la parousía. Impaciencia ante el misterio y la ignorancia. No queremos ser actores, sino directores o guionistas.


La semilla de mostaza según este y según aquellos. (¿Cuál es el árbol hoy?) «El reino es como una semilla.» ¿Qué es el reino? ¿Vino, viene o vendrá? El reino y la semilla según (ponele) Castellani. Otros reinos: el «reinado social de Jesucristo» (lefes) y «el reino que debemos construir aquí y ahora» (progres). «El actuar secular del hombre y la llegada del reino de Dios» ¿cómo se vinculan?

-continuará-

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