Tres de SW

La búsqueda platónica del sentido de la geometría ¿no sería un ko-an? Como esa idea mía (hace seis o siete años solía proponerla a mis alumnos) de contemplar fijamente el absurdo de un chiste como este:
  — ¿No lo conozco a usted de Viena?
  — No, nunca he estado en Viena.
  — Yo tampoco; entonces, debe tratarse de otras dos personas.
Anécdotas de este tipo son una degradación de otros ko-an; así como los cuentos populares son una degradación de otras parábolas.
Los enigmas de los cuentos son ko-an, sin duda. Los enigmas de la princesa que mata a sus pretendientes (en innumerables cuentos). Los enigmas de Salomón y la reina de Saba. El enigma de la Esfinge de Tebas. La muerte de quienes no aciertan.
Acertar es comprender que no hay nada que acertar, que la existencia carece de significación para las facultades discursivas, y que estas no deben salirse de su papel de mero instrumento explorador de la inteligencia en su contacto con la realidad visible.
Una vez resuelto el enigma, quien lo hace se casa con la princesa y hereda su reino.

El apego no es otra cosa que una insuficiencia en el sentido de la realidad. Nos apegamos a la posesión de una cosa porque creemos que si dejamos de poseerla ella dejará de existir.

En cuanto sabemos que algo es real, ya no podemos estar apegados a ello.
Los que desean su salvación no creen de verdad en la realidad de la alegría de Dios.

«Con el desapego, goza» (Isa Upanisad). Nada tan literalmente verdadero.

No hay nada tan próximo a la verdadera humildad como la inteligencia.
Es imposible sentir orgullo de la propio inteligencia en el momento de ejercerla realmente.
Uno no puede apegarse a ella.* Porque se sabe bien que, aunque al instante siguiente uno se volviera idiota y quedara así para el resto de sus días, la verdad continuaría existiendo.

Nada más fácil que caer en el amor imaginario a Dios. Mientras el amor verdadero no colme el alma, no se estará protegido contra el amor imaginario. Y en el espacio que este amor imaginario ocupa, el amor verdadero no puede entrar.

Conceder a Dios en sí el mínimo estricto, lo que de ninguna manera se le puede negar —y esperar que un día, lo más cercano posible, ese mínimo estricto llegue a ser todo.


Simone Weil – Anotaciones de los «Cuadernos»

[*] En mi edición (Trotta) la frase viene sin el ‘no’, supongo que es errata.

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