Caminando cuentas

La probabilidad de que a alguno pueda resultarle útil la idea es muy baja. Pero nunca se sabe. Les cuento entonces: igual que muchos, yo no la tengo fácil con el rezo del Rosario, porque el pensamiento se va a cualquier lado. A falta de cosa mejor, me ha servido de algo este recurso, quizás poco ortodoxo y de aplicación limitada: caminar. Rezar el rosario caminando, digo; y en la calle. Puede ser con los dedos, semi-vocalmente, preferentemente al atardecer o de noche, preferentemente con un recorrido circular, preferentemente pasando por alguna o algunas ermitas, hornacinas o iglesias con imágenes marianas; una seudo-mini-peregrinación, digamos. Por algún motivo, me distraigo mucho menos así que en la soledad de una habitación; efecto medio paradójico, quizás cosa de introvertidos; no sé si común. Queda dicho, sin mayores recomendaciones ni garantías, por si a alguno le sirve.

De paso, para precaver de errores opuestos (que sirve de algo rezar el Rosario habitualmente de manera meramente vocal; y que estamos rezando mal el Rosario si no pensamos las palabras de los Ave María), copio entre otras varias notas sobre el rezo del Rosario, esta que ya citamos una vez:

Muchas personas, sobre todo cuando están aprendiendo a rezar el Rosario, suelen sentirse algo incómodas por la falta de conexión entre las palabras que se pronuncian y los misterios que se meditan. En el Ave María no hay nada referente a la Coronación de Espinas, por ejemplo; y el mismo Jesús advierte : «Cuando oren, no parloteen como los paganos; ellos creen que serán escuchados porque gastan muchas palabras…».
La respuesta de los teológos es que la oración no es -no debe ser- solamente palabras, sino un acto humano integral -movimientos, vocalización, meditación-; y que en el caso del Rosario las palabras pronunciadas tienen la función de «acompañar» -como una especie de música sacra- la contemplación de la faz de Cristo.
Pero las respuestas de los teólogos no siempre nos satisfacen.
Aquellos que no pueden dejar de preocuparse de estar pronunciando palabras sin atender a su significado, pueden adoptar una simple solución de compromiso: tras enunciar el misterio, rezar un PadreNuestro y un Ave María como oraciones específicamente dirigidas al Padre y a María, prestando atención al sentido de las palabras. Después, una pausa para reconcentrarse en el misterio, y rezar las nueve Ave Marías restantes meditando. Finalmente, rezar el Gloria como un verdadera oración de alabanza, agradeciendo el haber obtenido respuesta a las oraciones que iniciaron la década con las gracias que se recibieron con las siguientes.

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