Honestidad artística

Me reprocha una amiga que, por pereza intelectual, a menudo adjetivo a bulto, tiro expresiones altisonantes que no quieren decir nada muy concreto: «honestidad artística», dije, a propósito de Takahata; ¿qué vendría a ser tal cosa? ¿sirve para caracterizar una obra artística? si no sabés explicar las virtudes específicas de la obra, decí sencillamente que «me gustó» o que «está bueno», y no mandés fruta retórica… me dice. (En realidad, ella se limitó estrictamente a preguntarme «¿Qué es «honestidad artística»?», pero a mí me gusta ponerle al asunto un poco de belicosidad, probablemente imaginada).

Y es verdad, en general y en particular. Demasiados conceptos similares en fila (demasiados adjetivos, típicamente) son signo de debilidad; no sólo de escritura sino de pensamiento. En lugar de buscar el vocablo justo, uno pesca al vuelo todos los que tengan alguna leve relación (licencias pseudopoéticas incluidas) y se los entrega amontonados al lector, y le deja a este la tarea de buscar en ellos un dudoso denominador común que vendría a corresponder al concepto en cuestión. No es así la cosa.

Y bueno, ¿podemos afinar un poco más aquello de «honestidad artística»? Probemos. Un poco, nomás.

¿Equivale «arte honesto» a «arte bueno»? ¿«honestidad» = «calidad»? Digamos (ya que nos metimos en esta) que no. Pontifiquemos. Digamos (a bulto, para variar) que a la calidad artística concurren varios factores, del lado del creador; digamos… tres: habilidad, gusto, intención (el «genio» estaría por encima, abarcándolos); o virtuosismo, sensibilidad… y honestidad; saber hacer, saber ver, y querer hacer. El dominio de la materia, el reconocimiento de la belleza, y el desasimiento. El último factor vendría a ser el que nos importa. Una pureza de intención, concentrada en la belleza de la obra como único fin. En las antípodas tendríamos el artista que, aun dominando la técnica y sabiendo discernir lo bello, hace algo por debajo de lo que su habilidad y su criterio le alcanzan; por pereza, por miedo al riesgo, por gustar a cierto público, por prever cierto éxito.
Así en abstracto suena demasiado claro, en la realidad las seducciones son insidiosas y maquilladas; ancho es el camino que conduce a la perdición, también acá seguramente. Podemos sospechar que hace falta mucha atención, un esfuerzo constante dirigido a hacer la obra lo más bella posible (lo cual suele oponerse a hacer la obra lo más agradable y convencional).
No pasa solo con el arte, creo. También con trabajos o pequeñas tareas cotidianas; tratar de hacer las cosas lo mejor posible, por amor a la obra nomás, para estar contento de ellas. (Versiones algo bastardeadas de esta idea circulan también por la repelente mística contemporánea del empresario exitoso y la literatura de «crecimiento personal»; y la palabra frecuentada —excelencia— ha llegado a ser tan repelente como sus frecuentadores; pero, como siempre, no circularían tanto si no contuvieran su verdad).

Es claro también que no basta esta «honestidad» para ser un artista. Pero parecería ser lo que más está haciendo falta, parecería una flor casi exclusiva de artistas jóvenes (los que por lo general carecen de los otros factores), y que muy pocas veces sobrevive al llamado éxito de público.
Es esta honestidad la que veo (o creo ver) cuando Miyazaki dedica tantísima atención a detalles de nulo impacto directo en el público (la posición de la mano izquierda de la madre al comer; la vibración de los paneles de las puertas con el viento…). Es esa honestidad lo que más echo en falta en otros estudios o artistas (Disney, Pixar… ni hablemos de Dreamworks).

Pero no hace falta referirse a la animación, ni siquiera al cine. Ni siquiera al arte, en realidad. Porque esta honestidad, según la veo, es casi lo mismo que otras honestidades; la intelectual, en particular. Y, por contra, el artista deshonesto se correspondería bastante directamente con el intelectual deshonesto, el seductor, el que comercia con las palabras y las ideas: el sofista, en suma. Y, casi podríamos decir también: el exitoso.
Pero el casi, casi contra toda esperanza, resiste.

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