Virtuosismo y virtud

Un lector se manifiesta poco impresionado -más bien apenado- por las hazañas memorísticas de Euler… y sospecho que, de haber sido yo el lector, habría sentido algo parecido. Eso de saberse de memoria «hasta la sexta potencia de los cien primeros primos» … Por un lado, suena sospechosamente legendario (esas habilidades prodigiosas que se atribuyen a alguien, esos rasgos notables, tan fáciles de citar y difíciles de verificar… sí, entiendo y comparto en gran medida ese escepticismo)… pero, por otro lado, aun suponiendo que el dato fuera cierto, ¿es algo para admirar?
El tipo que memoriza 500 cifras del número Pi, el calculista ultrarápido, el que toca la guitarra rapidísimo y de espaldas, el que improvisa décimas instantáneamente y sobre cualquier tema… el virtuoso, en suma.
Uno puede considerarse por encima de las admiraciones superficiales de las masas, y sentirse habilitado para despreciar al virtuoso. Uno sabe que la música es un arte, y que tocar bien la guitarra no es tocar rápido; en el mejor de los casos, será una demostración de buena técnica; pero eso no es lo esencial. Y la técnica hipertrofiada del virtuoso no es un mérito, más bien es un pecado: una pérdida de tiempo, una vanidad inútil (más peligrosa cuanto menos aparente sea su inutilidad), y una manera de perder (y hacernos perder) el rumbo.

Eso piensa uno, que jamás ha corrido peligro de incurrir en virtuosismo alguno, ni de cerca.
Y sí. Así será. Pero.
Vayan las salvedades, que creo más interesantes. Una salvedad particular, y su generalización.

En el caso particular de los números primos memorizados por Euler: no se trata (al menos así lo creo) de una compadrada, una hazaña inútil de un tipo memorioso y aburrido (o loco). Se trata simplemente de que, para un matemático profesional, hay habilidades y conocimientos que forman parte de su bagaje. Claro que ser un gran matemático tiene poco que ver con saber multiplicar al instante números de veinte cifras, o recordar las 500 cifras de Pi. Pero sí tiene que ver con estar familiarizado con todo un mundo de entes de razón (números, para empezar), una familiaridad que sólo da el trato continuo e intenso. Así, conocer los números primos (que en cierta manera son los elementos constitutivos de los números) no era (para Euler) una banalidad exhibicionista, sino que de hecho le servía para su labor … aún creativa.

Y, claro, esto es fácil de generalizar. Pusimos el ejemplo de los músicos. Y hete aquí que, si bien es cierto que los virtuosos no son necesariamente genios musicales, también es cierto que los genios suelen ser virtuosos. Mozart (y Bach y Beethoven)… siempre me llamó la atención eso. Y es lo mismo: la técnica no da el arte, pero el dominio de la técnica es condición casi necesaria para ser un artista; sólo el pianista que domina su instrumento, que no teme tropezar con las dificultades técnicas y escaparle a los lugares arduos, ha conquistado la libertad para hacer arte. Libertad conquistada mediante la ascesis humillante de los ejercicios y las escalas.
Y lo mismo vale para los que trabajan con las palabras, los poetas.
O Maradona (si algo le faltaba a este blog que trata de historia sin saber historia, de literatura sin saber de literatura, de liturgia sin saber de liturgia… era hablar de fútbol). El Diego cuando chico impresionaba con su virtusismo para hacer jueguitos y malabares con la pelota; eso no tiene mucho que ver con saber jugar al fútbol, dice el escéptico. Pero, lo mismo: tener el dominio completo de lo que un pie puede hacer con una pelota, da la libertad necesaria para despreocuparse de lo que el pie hace con la pelota y preocuparse por las otras cosas que hacen a un jugador de fútbol.

Y tienta -sobre todo ahora, en Cuaresma- intentar una aplicación de estas dudosas consideraciones al domino espiritual-religioso: a la santidad, pongamos. Pero no estoy seguro de que sea posible; al menos, no es muy obvio. La santidad es algo tan simple en su fondo pero tan compleja, tan variada y tan multiforme en sus encarnaciones humanas (como debe serlo: universalista) que no parece cosa fácil determinar cuál es el tipo de virtuosismo, de «dominio técnico» (no suficiente pero casi necesario) al que habría que apuntar. Ni siquiera estoy seguro de que la palabra «ascesis» (al menos en su sentido… cuaresmal) ayude a delimitar la respuesta, si la hay.

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