Le fe, según Jesús

A juzgar por algunos comentarios recibidos, me da la impresión que no estoy dando con el tono de los posts últimamente. (Tal vez yo también deba empezar a considerar las opciones para encarar mi decadencia…). Para no generar más equívocos de los inevitables, aclaremos entonces que el «nosotros=videntes» del post aquel era irónico, y que mi confesión de ignorancia (y de incapacidad como movedor de montañas) del otro día tenía poco o nada de tristeza; ni siquiera en el frecuentado tono de lamento por la santidad no alcanzada. No es eso.

La pequeña dificultad (me) proviene de contemplar sin pretensiones, con mirada ingenua, lo que dice Jesús en los evangelios sobre el acto de fe. Parece que ahí el concepto («fe», «creer») está muchas veces (no siempre, pero muchas veces) asociado a las curaciones y los milagros. Y, al parecer, no se nos pide una fe «íntegra»; como si no se tratara exactamente de «creer en Dios», sino (meramente?) creer que Jesús (esa persona que uno se encuentra ahí por los caminos de Palestina) tiene ese poder. Eso, nomás. Incluso, en ocasiones (caminar sobre el agua, secar la higuera, mover la montaña o el sicomoro) el acto de creer ni siquiera parece asociado a Jesús: como si bastara con creer… en los milagros. O en que «tú puedes».
Por otro lado, aun cuando Jesús demanda (y felicita por) creer en El, el planteo de la demanda (y la felicitación) no deja de resultar algo chocante, por arbitraria y hasta abusiva. La mujer enferma que se acerca a tocarle el manto a escondidas, el ciego que «oyó hablar» del personaje del momento y le pide a gritos la curación… ¿son dignos de encomio? ¿En qué se diferencia esa «fe» de la simple credulidad, de la superstición? ¿Acaso creer en Jesús (en el sentido en que el mismo Jesús parece requerir y alabar) es como creer en un curandero, o en un amuleto? ¿Qué derecho tiene Jesús a preguntarle al ciego de nacimiento si «cree en el hijo del Hombre» («¿Y ese quién es?» ; «El que tienes adelante»)? Todo eso parece demasiado indulgente para con los fanáticos, supersticiosos y crédulos; y demasiado alejado del concepto de «fe» que manejan los teólogos (cuesta armonizar esos dichos de Jesús con, digamos, el capítulo de «Las virtudes fundamentales» de Pieper).

Planteo pueril, me dirán. Será. Pero se me hace que la dificultad debe presentarse espontáneamente a gran parte de los no cristianos de hoy -de buena voluntad- que tropiezan (en más de un sentido) con estos episodios evangélicos. Y por otro lado, no recuerdo haber leído o escuchado demasiadas explicaciones cristianas que se hagan cargo de la dificultad … al modo sencillo y honesto con que suele encarar estas dificultades (modernas?) un C. S. Lewis, por ejemplo. Lo cual, de ser cierto, me deja algo perplejo y preocupado.

Por ahora, me limito a recopilar los textos de los evangelios (van abajo), y pedir a los lectores referencias y opiniones. Después, veremos.
….le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «Animo, hijo, tus pecados te son perdonados.» Mt 9.1

Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.» Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: «Vete», y va; y a otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace.» Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande». Mt 8.10

[Jesús], habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis feMc 4.39

En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré.» Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Animo!, hija, tu fe te ha salvadoMt 9.20

… uno de casa del jefe de la sinagoga llega diciendo: «Tu hija está muerta. No molestes ya al Maestro.» Jesús, que lo oyó, le dijo: «No temas; solamente ten fe y se salvaráLc 8.50

Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!» Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Mt 14:30

…yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: «Desplázate de aquí allá», y se desplazará, y nada os será imposible. Mt 17:20

Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe.» El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: «Arráncate y plántate en el mar», y os habría obedecido.» Lc 17.5

Jesús les respondió: «Yo os aseguro: si tenéis fe y no vaciláis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que si aun decís a este monte: «Quítate y arrójate al mar», así se hará. Mt 21.21

…[Jesús] le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» El [el ciego curado] respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.» El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él. Jn 9.35

Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?» Dícenle: «Sí, Señor.» Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe.» Y se abrieron sus ojos. Mt 9.27

Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» El dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado.» Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios. Lc 18.35

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