Búsqueda de Dios

… «Yo busco», me escribe usted.
De manera que usted, profesor de filosofía, usted, cartesiano, cree con Malebranche que la verdad se busca! ¡De manera que cree que el espíritu humano puede algo! Es como creer que, aplicándose a ello con voluntad, alguien que tenga los ojos negros podría cambiarlos por otros de color celeste, con bordes dorados.
Terminará usted por comprender que nada se encuentra hasta el día en que se ha renunciado con la mayor humildad a buscar lo que se tenía al alcance de la mano sin saberlo.
En lo que a mí respecta, le declaro que nunca he buscado ni encontrado nada… a menos que llame hallazgo al hecho de chocar ciegamente contra el umbral y por el mismo golpe verme lanzado de lleno en la Casa de la Luz.
De una de las primeras cartas de Leon Bloy a Jacques Maritain (agnóstico entonces).

A Simone Weil (ya lo hemos dicho antes) tampoco le gustaba la expresión «búsqueda de Dios», (y de la verdad, y del Bien); le parecía que denotaba una falsa idea de la actitud que al hombre se le pide. Y no me importa repetir la cita porque, a pesar de la terminología poco convencional, nunca deja de impresionarme:
..el esfuerzo para mirar la pureza es algo muy difícil, muy violento, pero absolutamente distinto de lo que generalmente se llama esfuerzo, acto de voluntad. Serían necesarias otras palabras para hablar de él, pero el lenguaje no las posee. El esfuerzo por el cual el alma se salva se asemeja al esfuerzo por el cual se mira, se escucha, por el cual una novia dice sí. Es un acto de atención y de consentimiento.

Por el contrario, lo que suele llamarse voluntad es algo semejante a un esfuerzo muscular. La voluntad pertenece al nivel de la parte natural del alma. El buen ejercicio de la voluntad es sin duda una condición necesaria de la salvación, pero lejana, inferior, muy subordinada, puramente negativa. El esfuerzo muscular del campesino arranca las malas hierbas, pero sólo el sol y el agua hacen crecer el trigo. La voluntad no opera en el alma ningún bien. Los esfuerzos de la voluntad sólo tienen un lugar en el cumplimiento de las obligaciones estrictas. Siempre que no hay obligación estricta, hay que seguir ya la inclinación natural, ya la vocación, es decir el mandato de Dios. Los actos que proceden de la inclinación no son evidentemente esfuerzos de voluntad. Y en los actos de obediencia a Dios, se es pasivo; cualesquiera sean las penas que los acompañen, cualquiera sea el despliegue aparente de actividad, no se produce en el alma nada semejante al esfuerzo muscular; hay sólo espera, atención, silencio, inmovilidad, a través del sufrimiento y la alegría. […]

Porque la voluntad es impotente para lograr la salvación la noción de moral laica es un absurdo. Pues lo que se llama moral sólo se refiere a la voluntad, y a lo más muscular -por así decirlo- que hay en ella. La religión, por el contrario, corresponde al deseo, y el deseo es el que salva.[…]

La metáfora de la búsqueda de Dios evoca esfuerzos musculares de la voluntad . Pascal, es verdad, contribuyó a la difusión de esa metáfora. Cometió algunos errores, especialmente el de confundir en cierta medida la fe con la autosugestión. En las grandes imágenes de la mitología y del folklore, en las parábolas del Evangelio, es Dios quien busca al hombre. En ningún pasaje del Evangelio se trata de una búsqueda emprendida por el hombre. El hombre no da un paso si no está empujado o expresamente llamado. El papel de la futura esposa es esperar.[…]

La búsqueda activa es dañosa, no sólo al amor, sino también a la inteligencia cuyas leyes imitan las del amor. […]

Cuando se trata de bien verdadero, la búsqueda lleva al error. El hombre no debe hacer otra cosa que esperar el bien y rechazar el mal. No debe hacer esfuerzo muscular sino para impedir que el mal lo mueva. En la paradoja que constituye la condición humana, la virtud auténtica en todos los planos es algo negativo, al menos en apariencia. Pero esta espera del bien y de la verdad es más intensa que toda búsqueda. La noción de gracia en oposición a la de virtud voluntaria, la de inspiración en oposición a la de trabajo intelectual o artístico, son dos nociones que, si se las comprende bien, expresan esta eficacia de la espera y el deseo.
Las prácticas religiosas están íntegramente constituidas por la atención animada de deseo. Por eso ninguna moral puede reemplazarlas.
Y si alguno después de esto entiende que se trata de quedarse cruzado de brazos, sin necesidad de trabajo (y de ascesis y de pureza) intelectual, esperando recibir acaso-algùn-día una iluminación sobrenatural… yo no tengo la culpa.

Tampoco hay por qué -aun creyéndole a Simone- rechazar de plano la expresión; todo se trata de entender lo que se quiere decir. Y por otro lado, sobran referencias más autorizadas que la de Simone a la expresión «búsqueda de Dios».
El mismo Juan Pablo II, por ejemplo (y citando a Pascal! JP2 lo quería mucho, se ve: lo cita a menudo).
Y más y más.
Y aún más autorizada, una cita de la Biblia.
Pero es claro que una cosa no contradice -necesariamente- la otra. Y si de tirar citas se tratara (no se trata), podría tirar esta con la que topé la semana pasada:
Me he dejado hallar por quienes no me buscaban; me manifesté a quienes no preguntaban por mí.
Lo dice San Pablo (Rom 10:20) citando a Isaías (65:1); y aunque se refiere específicamente al pueblo judío, sospecho que el mismo Pablo no objetaría su aplicación espiritual…

Cosas de Google: me divirtió encontrar que el Diccionario Soviético de Filosofía trae una entrada llamada «Búsqueda de Dios«; se trata al parecer de una especie de movimiento o corriente de pensamiento religioso («burguesa» y obra de «decadentes»). «La teoría de la búsqueda de Dios estaba dirigida, ante todo, contra la visión marxista de la sociedad y se basaba en las concepciones filosófico-teológicas de Soloviov. « Supongo que se tratará de Soloviev.

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