Cosa abierta

Santa Teresa buscó amistades en todas partes, porque las necesitaba. Uno de los reproches más vehementes que contra ella concibieron era que buscaba amistades no monjiles -y hasta masculinas!
El creer que el claustro, la clase o el clan a que pertenezco es un mundo completo, agota la creación y en él se halla todo cuanto un hombre puede necesitar es una de las vanidades más ridículas y siniestras.
Según la palabra de Cristo, la misma Iglesia Católica es una cosa abierta, y fuera de sus recintos se encuentran almas que le pertenecen sin saberlo.
Una nota del padre Castellani; de sus papeles sueltos, escritos en Barcelona, año 1947 o 1948.
Otra de la misma fuente:
Es mala seña para un cuerpo social que la preocupación por la unión se sobreponga a la preocupación por la finalidad; que el cuerpo piense demasiado en sí mismo, antes y más que en el objeto real que constiutye su razón de ser: es exactamente lo que les pasa a los enfermos, según nota Santo Tomás: «El fin de una cosa no puede ser su propia conservación«.
Cuanto más sana está una sociedad, más se olvida de su «cuerpo», absorbida en su «objeto». En las Actas de los Mártires y en la Suma de Santo Tomás, ni siquiera se menciona a «la Iglesia«, y nunca ha estado la Iglesia más vigorosa que cuando se ignoraba como «cuerpo» —o no se acordaba mucho.

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