No hay bien que por mal no venga

dicen que dijeron, … o «todas las cosas cooperan al bien de los que aman a Dios». Sí, está bien. Lo difícil es saber exactamente cuáles son esos bienes.

Por ejemplo, alguno dirá que los ataques «anticatólicos» traen como bien una especie de resurgir de la conciencia católica, como reacción. Yo no estoy seguro de que esas reacciones sean un bien; puede ser, no sé.
Y me impacienta un poco oír hablar -a propósito de esto- de persecuciones, de la semilla que es la sangre de los mártires, y de las catacumbas. No porque esas cosas no puedan ser -hoy y en algún sentido- una realidad; tal vez porque en la voz de lo que lo dicen sí me suena a irrealidad.

Puestos a imaginar bienes de realidad dudosa, yo a veces pienso que estas cosas pueden cooperar para abrir los ojos de algunos. Tanta vileza y tanta estupidez concentrada, por más que forme parte del incuestionado universo moral de la mayoría, tendría que colmar algunas medidas. Yo sospecho que más de uno de los integrantes del -digamos- público dócil, tendrá que sentir algún sentimiento de incomodidad; no la mayoría, claro; pero conque a alguno esto le sirva como primer elemento de duda, camino a la apostasía… no estará mal.

El mismo Chesterton cuenta que lo primero que lo empezó a apartar del ateísmo-agnosticismo de su tiempo y de su juventud fue, justamente, escuchar y leer demasiado argumentos anti-cristianos. Puede que en estos días a alguno le pase lo mismo.

No es que me haga muchas ilusiones con esto. Y ni siquiera valoro demasiado el hecho de abrir los ojos a la idolatría contemporánea (los pies de barro del ídolo del actual argentino estándar); no es gran cosa, ni basta para nada (mucho menos para hacerse cristiano) descubrir que casi todos los que escriben en los principales diarios, los intelectuales, los formadores de opinión, y las opiniones formadas por esos formadores de opinión, son mugre y polvo; que todos los valores de nuestro mundo no son mucho más que un vestido de las pasiones más bajas y la imbecilidad más autocomplaciente y cobarde.
No es mucho, y no ayuda mucho saberlo; sobre todo si no se ve que uno también es parte de eso. Y que no vamos a escaparnos de eso entrando a la Iglesia Católica (o a cualquier otra iglesia, o catacumba, o lo que sea). Es un primer abrir de ojos, nomás; y en el mejor de los casos.

Bien. Pero el caso es que estos días siento de manera especial (no sé muy bien por qué; y no defenderé este sentimiento) el dolor de ver tantos ojos cerrados. Y sí, creo (yo nunca estoy seguro de lo que siento) que me duele más eso que las ofensas ( a Cristo, a la Iglesia, o -menos!- a la sensibilidad religiosa católica argentina). Porque … vamos: si se tratara del viejo y honesto bando de los comecuras, uno podría tenerles más respeto. Hasta les diría que fácilmente puedo respetar el sentimiento del que odia a la Iglesia. Pueden tener buenos motivos, reales en algún plano.
Pero que odien y pretendan —a sus propios ojos— no odiar; que miren para otro lado, que hagan protestas de virtud, de integridad y sensibilidad artística… eso es tan asqueante, y tan doloroso de ver…

Por eso, les decía, esa vaga ilusión que me hago. Que a más de algún chico (no sé por qué uno se imagina a gente joven en estas situaciones) le empiece a oler mal esa unanimidad en el odio y la hipocresía.
A alguno de los lectores de la revista TxT -arquetipo del buen pensamiento- debería incomodar (pienso yo, iluso impenitente) que en toda su historia hayan dedicado tres tapas a temática religiosa: la primera, hace tiempo, para burlarse del «show obsceno» que ofrecía el Papa enfermo al mundo; la segunda, para protestar por una película presuntamente antisemita («La pasión», por Mel Gibson; película católica); y la tercera, para protestar por la protesta de la Iglesia ante una muestra (patente y confesamente) anti-cristiana …. Y -toda ocasión es buena- escupir de paso sobre «La Infame» :
2005 años no es nada: para la Iglesia el aborto, la educación sexual y hasta una muestra de arte nos llevarán al infierno.
Cómo es la nueva inquisición.
Imposible (pienso yo, iluso!) no ver la bajeza intelectual y moral de este texto —cristianismo y anticristianismos aparte—.
(De paso, hay aquí muchas cosas graciosas: lo de datar el nacimiento de la Iglesia en el año 1 -favor excesivo que nos hacen-, el diverso valor que otorgan a la condición milenaria de una religión, según se trate de la cristiana o de la azteca o incaica; y otras …)

Y que los mismos intelectuales en las mismas revistas canten tan a coro: Revista 23 festejando la «furia de la Iglesia» y felicitando al provocador (y «exiliado«, además! … en cualquier momento se manda un milagro y lo canonizan! )
«León Ferrari, exilio, militancia y trasgresión. La guerra con Bergoglio. El artista que enfurece a la iglesia
…y diario Clarín, y Página 12, y revista Barcelona, y etc…
¿No se sienten un poco incómodos, cantando en esa hinchada?
¿Serán pocos los que habrán sentido una necesidad de honestidad intelectual, que entre tantas declaraciones de apoyo al arte y contra la censura habrán extrañado la de alguno que -sin ser cristiano, odiando incluso al catolicismo- tuviera la cabeza fría para separar los tantos y repudiar la obra por anticristiana (igual que repudiaron «La Pasión» por antisemita) expresando algún tipo de solidaridad con los cristianos ? ¿Serán pocos los que vieron en ese «mirar para otro lado», en esa hipocresía, una señal de «mala conciencia»?

Mis sinceras felicidades para esos ignotos (tal vez imaginarios) apóstatas, aunque sea en potencia. No porque al apostatar de esos ídolos se estén acercando a la Iglesia, les juro. Tal vez no se estén acercando. Sólo porque… no saben lo lindo y lo bueno que es abrir un poquito los ojos. Aunque duela, a veces.
Y aunque otras veces, apenas nos descuidamos y sin darnos cuenta, se nos vuelvan a cerrar.

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